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De campo. Entre la niebla, González buscó setas en el entorno de la ermita de Santa Teodosia, en el valle de Arana.
San Prudencio 2022

A setas con el hijo de Ramiro el carnicero

El diputado general se quita la corbata y se echa al monte para buscar los codiciados perretxikos. Sólo los encontramos en el plato a la hora del almuerzo

Miércoles, 27 de abril 2022, 00:47

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Él, que controla cada acequia, cada kilómetro de asfalto y cada palmo de viñedo. Él, que, sí, que sabe quién se escaquea con Hacienda y quién está dispuesto a rascarse el bolsillo para montar un empresón. Él, el que se supone que es el tipo más poderoso y mejor informado de Álava, no tiene forma de que nadie, ni siquiera luciendo galones, le revele el que, con toda probabilidad, sea el secreto mejor guardado de la provincia: ¿Si se fabricará finalmente aquí el nuevo modelo de furgonetas de Mercedes? ¿Si se acabará levantando un auditorio? ¿Cuándo llegará por fin el TAV? Qué va. El gran enigma alavés es la ubicación de un perretxikal callandero. Ni si quiera a él, a Ramiro González, al señor diputado general, le descubren tremendo arcano setero.

Tres años después del último San Prudencio, la fiesta se enfrenta al reto de volver a ilusionar como siempre a los alaveses, de hacer que una provincia entera se una sin temor, se entregue al puro hedonismo disfrutón y se reencuentre con el santo patrón. Y entre tanto desafío, al diputado general le proponemos uno mayúsculo: que se quite la corbata, se calce las chirucas y se eche al monte en una mañana de abril para buscar perretxikos. Ramiro González acepta el reto, incluso dando por hecho que volverá con la cesta y las manos vacías. Así fue.

A los agentes de la KGB les entrenaban con técnicas durísimas para no decir ni pío, para no ceder. Algo así pasa con los labriegos, los montaraces alaveses con lo de desvelar la posición de un perretxikal. Dicen que hay padres que ni siquiera en el lecho de muerte le han revelado a sus propios hijos tal secreto. Javi San Vicente, del restaurante Obenkun, toda una institución en el Valle de Arana, es de los que no tienen reparos en invitarte a lo que haga falta, incluso a uno de sus celestiales revueltos, antes de contarte dónde encuentra sus perretxikos. «Yo solo te puedo decir, Ramiro, que suelen salir en las zonas donde los pastos cambian de color, en algunas cunetas, pero ya te aviso que será muy difícil que encuentres», avisa.

Sale un día plomizo y desapacible, uno de esos más propios de las Highlands que de por estos pagos. Desde la ermita de Santa Teodosia, ese balcón privilegiado al valle, la niebla espesa impide ver más allá de nuestras narices. «La verdad es que no suelo salir a setas», reconoce González, que sin el traje y con la ropa de monte relaja esa rigidez suya de atril hasta resultar un tipo campechano, pero campechano de verdad, en el menos emérito y borbónico de los sentidos.

- Ya sabe que con las setas es muy importante no dejarse llevar por las apariencias: hay que saber distinguir las comestibles de las venenosas. ¿Lo mismo pasa en política?

- Bueno, eso es algo que vas aprendiendo con el tiempo, a conocer a las personas, a saber diferenciar en quién puedes confiar y en quién no. Y luego hay algo muy importante, y es que las personas tienen un perfil público y uno privado. Las discrepancias son buenas, siempre que haya respeto, y son compatibles con mantener una buena relación personal, que yo creo que mantengo con todo el mundo, también con Kike (Fernández de Pinedo, líder foral de EH Bildu) y también con Iñaki (Oyarzabal, patrón del PP alavés).

En secreto. González compara el tamaño de los perretxikos de Javi San Vicente

Lo mejor, el almuerzo

Concienzudo, González se toma en serio el reto de buscar perretxikos, revisa ribazos, incluso se detiene a mirar entre las briznas de hierba. Pero, por si quedaba algún resquicio para la duda, queda clarísimo que hoy toca irse de vacío. Llegados a este punto, tiene mucho más sentido ir a lo mejor de pasar un día en el campo: al almuerzo.

De vuelta a San Vicente de Arana, en el Obenkun no cabe un alfiler. Muchos de los parroquianos saludan al diputado general por el nombre, sin genuflexiones impostadas, más bien con alguna que otra palmada de esas recias en la espalda. «Conozco a mucha gente en esta zona. Algunos por mi cargo, pero para los de aquí, y en muchos pueblos que visito, no soy el diputado general, ni siquiera soy Ramiro. Yo soy el hijo de Ramiro el carnicero. Saben quién soy desde mucho antes de entrar en política, que lo hice ya tarde, porque yo siempre acompañaba a mi padre cuando era niño», asegura González, ya acodado en la mesa.

Recuerda a la perfección esas visitas de domingo, justo después de misa, cuando iban casa por casa, cocina por cocina, para acordar el precio de los animales. Esas negociaciones sí que eran duras y no las de los presupuestos. «De aquello aprendí que lo más importante es la paciencia, saber ver cuál es el momento preciso. Yo creo que estas cosas te las da la edad, tienes menos prisa, la vida te enseña que hay que saber esperar. Todo eso lo aprendí de mi padre, que tiene 90 años y me da mil vueltas en todo».

Sale una bandeja de chorizo. Y el diputado sirve el vino (de Rioja Alavesa, faltaría más) mientras cuenta, que esto, estos almuerzos, son lo que más le hacen disfrutar, que cambiaría cualquier menú, cualquier acto engolado por unos vinos. «Esta es la forma de que la gente te perciba como alguien cercano, patearte los pueblos, que te conozcan y establezcan la intimidad suficiente para que te cuenten sus problemas de verdad. Aquí no me preguntan por cómo marcha la economía alavesa, aquí me piden que les arregle el camino y la carretera».

Un inciso. Sí, seguimos en 2022. Todavía falta un año para que nos llamen a meter la papeleta. Aunque, por la forma de hablar del diputado general, uno se pregunta si no estaremos ya en campaña, que nunca se sabe, que el tiempo transcurre tan rápido que... uno está a punto de decirle al diputado aquello de '¿A qué estamos, a setas o a Rólex?, cuando aparecen por fin. Ahí están, pequeñitos, doraditos. Ahí están los perretxikos que habíamos venido a buscar con tanto ahínco, ahí aparecen en medio del mantel, escondiditos entre huevo cremoso como él solo.

Santo revuelto. Los perretxikos aparecen como por ensalmo en la mesa, entre huevo cremoso en el Obenkun de San Viciente de Arana.

El primer bocado, ese sabor, resulta tan glorioso que la conversación adquiere un tono como más místico. «Para mí, San Prudencio siempre ha sido un día muy especial, en 2020 se me saltaban las lágrimas en casa, yo creo que tuvimos todos una sensación de desamparo, de vacío, como si nos faltara algo», asegura.

- ¿Acaso es usted muy religioso?

- Noooo, qué va. No soy especialmente religioso. Pero estos días sí que voy a misas, también en las fiestas de los pueblos. Creo que es importante, porque esto va más allá de lo religioso, lo trasciende. No creo que el hecho de ir a una misa implique mezclar lo civil con lo religioso, tampoco creo que deje de representar a alguien si voy.

- La verdad es que es más fácil imaginárselo a usted en misa que de jarana.

- Pues he salido, claro que sí, como todo el mundo. He disfrutado de la fiesta, de día y, sí, también de noche. Ahora, la forma de vivir la fiesta es otra: después de todos los compromisos oficiales, me gusta comer en casa, donde no faltan ni los caracoles ni los perretxikos.

- Espero que no sea usted quien se encargue de ir a buscarlos porque...

- ¡Desde luego que no! Si no, nos quedaríamos sin comer. .

  1. EL RETO

    Encontrar perretxikos

Manjar divino. De tan difíciles de encontrar, en el Medievo creían que los perretxikos solo crecían donde caían los rayos que lanzaban las divinidades. Su consumo en San Prudencio no es casual: coincide con la llegada de la primavera.

Vídeo.
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