El Guggenheim de Urdaibai: un museo solo para el buen tiempo

Unai Rementeria abrió el pasado miércoles un nuevo y sorprendente capítulo en la interminable historia del Guggenheim de Urdaibai. Casi catorce años llevan las instituciones a vueltas sobre la concepción del futuro museo, pero nunca hasta la fecha se había anunciado que un proyecto llamado a convertirse en un icono mundial de la fusión del arte con la naturaleza y a revitalizar la comarca de Busturialdea nacerá con dos importantes condicionantes. «Abrirá ciertos meses al año y con un número de visitantes limitado».

El diputado general no profundizó durante su discurso en el pleno de política general. Fue una pincelada, pero ha sido suficiente para hacer saltar por los aires los esquemas preexistentes y, sobre todo, para generar varios interrogantes. Especialmente en lo que respecta al impacto económico que puede tener el museo en la zona, cifrado hace nada en unos 40 millones anuales. La cuestión es si puede ser el tractor económico que se promete una infraestructura que permanecerá cerrada en invierno.

Porque eso es lo que vino a deslizar Rementeria, según han confirmado a este periódico fuentes conocedoras de la nueva hoja de ruta que se plantea. La caída de visitantes que tradicionalmente registran los museos de referencia en Bizkaia, el Guggenheim y el Bellas Artes, entre octubre y marzo ha llevado a la Diputación a considerar que el impacto negativo puede ser mucho mayor en una pinacoteca que se ubicará a 30 kilómetros de Bilbao y que basará una parte trascendental de su propuesta artística en una experiencia «sensorial» al aire libre. Así definen los promotores el paseo de 5 kilómetros que unirá las dos futuras sedes del centro cultural proyectado en Urdaibai, la antigua fábrica Dalia en Gernika y los Astilleros de Murueta. La senda se salpicará de obras de arte y solo podrá transitarse a pie, en bicicleta o «tren eléctrico».

La Diputación reactivó en 2021 el proyecto museístico apostando por la doble sede. Primer giro de guión. Enterró así para siempre el anhelo de transformar el edificio de las antiguas colonias de Sukarrieta y su entorno, una propuesta que puso sobre la mesa en 2008 la institución foral cuando la lideraba José Luis Bilbao y que generó durante dos años una guerra política sin cuartel con el Gobierno vasco que presidía Patxi López. Se dejaba así atrás la idea primigenia de construir un edificio icónico -«un mini Guggenheim»- pero más al uso para apostar por un cambio de modelo y nuevo concepto de pinacoteca.

La segunda vuelta de tuerca es la que destapó el otro día Rementeria. Pero, ¿por qué nunca se habían planteado las dudas sobre el calendario si la meteorología adversa y la caída de turistas durante los meses fríos son dos variables constatables desde hace años en el territorio?

La razón es que, pese a los casi tres lustros que se lleva hablando del proyecto, la Diputación está empezando ahora a descender al detalle y a echar cuentas. Y a diferencia de los museos ubicados en núcleos urbanos, el Gobierno foral ha constatado que mantener abierto permanentemente el Guggenheim de Urdaibai puede no ser sostenible económicamente. Ejemplos existen en el entorno: el Chillida Leku, en Hernani, abría solo unos meses al año hasta que fue remodelado, y el Museo Balenciaga de Getaria opera con horario reducido entre noviembre y febrero.

En este escenario entra en juego la segunda estrategia que el Gobierno vizcaíno plantea para el Guggenheim de Urdaibai. La infraestructura ha sido ideada para que una de sus sedes, la que se habilitará en los astilleros de Murueta, acoja cada octubre un foro anual que aspira a ser referencia internacional y al que se invitará a creadores, pensadores y científicos de primer nivel. Será el punto de inicio de un programa de residencias artísticas que permitirá a quienes sean seleccionados trabajar en el entorno durante periodos determinados de tiempo.

La duda que se genera es si en estas condiciones, y con la advertencia de que las entradas estarán limitadas, el Guggenheim de Urdaibai está en disposición de rondar los 140.000 visitantes anuales que le otorgan las proyecciones realizadas el año pasado. Emulando, a menor escala, el impacto socioeconómico que supuso la apertura del barco de titanio en Bilbao, se estimaba que ese flujo de asistentes iba a suponer para una comarca en declive una oportunidad de despegue por el impacto turístico y todas sus variables. Con los cierres temporales no queda claro, para empezar, si el restaurante «de primer nivel» que en su día se sugirió que iría aparejado al museo despertará el interés de los cocineros de prestigio a los que se busca atraer.

Las limitaciones de calendario y de 'ticketing' tienen más razones. Una es medioambiental y está sobre la mesa desde 2008. La Diputación quiere evitar a toda costa que la Unesco se pueda replantear la protección que otorga a Urdaibai. Otra se refiere a los importantes requisitos ecológicos que se van a exigir para la ejecución de la nueva pinacoteca. La Agencia Vasca del Agua ya ha advertido de que no otorgará las licencias necesarias si no se garantiza el abastecimiento en una zona especialmente azotada por la sequía. Ya está en marcha un proyecto de más de 40 millones para conectar el entorno a la red de embalses del Zadorra que solucionaría la situación.

El escepticismo vecinal y la oposición de los grupos ecologistas de la zona que vienen alertando sobre el «daño irreparable» que el museo puede generar en Urdaibai, también están detrás del mensaje de Rementeria. Quedan ocho meses para las elecciones municipales y forales y Busturialdea ya no es el granero de votos de antaño para el PNV frente a la pujanza de EH Bildu.

• Temas
• Guggenheim Urdaibai