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Iñigo Córdoba es feliz en el Adelaarshorts Stadion, donde la afición de las 'águilas' le adora. Robert Basic

Iñigo Córdoba: «Quería un cambio radical, irme lejos»

Un día de paseo por las calles de Deventer de la mano del futbolista cedido por el Athletic, quien triunfa en el Go Ahead Eagles y disfruta de la vida y el fútbol en Holanda

Robert Basic

Enviado especial. Deventer

Sábado, 13 de noviembre 2021, 17:57

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En el gastrobar Zus habla el silencio. Es la banda sonora de Holanda, de Deventer, donde Iñigo Córdoba compone la melodía de su nueva vida. Suena bien, a goles y alegría, y así reacciona el personal del establecimiento cuando ve entrar al jugador del Go Ahead Eagles, cedido por el Athletic a este modesto equipo neerlandés. Intercambio de sonrisas y saludos, con el inglés como la lengua vehicular, el idioma universal junto con el fútbol, y una mesa al lado de la ventana en la que se sirve una ensalada de pollo y aguacate como almuerzo. «Este es nuestro campo base, nuestra sede social, donde nos reunimos y pasamos buenos ratos», comenta el bilbaíno en un encuentro con EL CORREO, concertado en la céntrica plaza de Deventer Market y que arranca en este restaurante. Durante un día, el extremo izquierdo formado en Lezama, hoy interior derecho y hasta delantero centro, hace de cicerone por las calles de una localidad que parece sacada de una postal. Allí, a 110 kilómetros de Amsterdam y a 1.460 de Bilbao, Córdoba avanza para volver. «Estaba estancado. Quería un cambio radical, irme lejos, desarrollarme como futbolista y persona, empezar de nuevo. Por eso estoy en Holanda».

DATOS PERSONALES

  • Iñigo Córdoba es de Bilbao y tiene 24 años. Entró con 12 años en Lezama. 96 partidos con el Athletic, dos goles.

  • En el Go Ahead Eagles. Debutó el 11 de septiembre con gol ante el Cambuur. Ha marcado cinco en nueve partidos.

Deventer está desierta. Es lunes y los lunes en Holanda son los domingos en Bilbao. Los neerlandeses lo dan todo el fin de semana y luego se apagan. Las calles apenas laten, pulso débil, arterias por las que fluyen principalmente bicicletas. Hasta los repartidores de comida van en bici, con los GPS fijados en el manillar. Córdoba también tiene una, eléctrica, que se la trajo de Bilbao despiezada. «Los del club me han ayudado a montarla. Tuvieron que llevarla a la tienda de un conocido porque no conseguíamos armarla. Voy a entrenar todos los días con ella». Diez minutos de pedaleo desde su casa hasta el Adelaarshorst Stadion, en la calle Vetkampstraat, donde afila su fútbol. Ahora corta. La gente le saluda, respetuosa, y se limita a decirle que lo está haciendo bien. «Les llama la atención que sea extranjero, del Athletic y de la Liga, un club y campeonato que les parecen increíbles. Acabamos de subir y están agradecidos. Aunque perdiésemos 5-0, nos aplaudirían».

Todos los días va a entrenar en bicicleta. Es eléctrica y la trajo de Bilbao. Robert Basic

Confiesa que está «molido» después de la paliza física que se dio en Amsterdam, donde la noche anterior las águilas aguantaron al Ajax. Empate a cero. Un pequeño milagro en la casa de un grande. «Corrimos un maratón», dice divertido en la impoluta Deventer Market, apoyado en la Wilhelmina Fontain, escultura de la reina de los Países Bajos. Ha encontrado la felicidad en una ciudad de 100.000 habitantes que tuvo que buscar en el mapa cuando le dijeron que el Go Ahead Eagles –cuatro veces campeón de Holanda en otra vida (1917, 1922, 1930 y 1933)– era su destino. Dio en la diana. Ahora lleva cinco en la Eredivisie en nueve partidos. Por eso se ha marchado, para buscarse y encontrarse. «Soy uno de los pocos jugadores del Athletic cedido en el extranjero. Estoy en un club humilde, chiquitín y muy familiar». Tanto es así que en la oficinas trabajan poco más de 10 personas. «Y hacen de todo», precisa Córdoba.

– ¿Se fue porque Marcelino le dijo que no contaba con usted?

– Así es. Quería irme al extranjero. Barajamos países como Portugal, pero me atraía Holanda. Las grandes ligas eran complicadas dada mi situación: un año sin jugar y una operación de rodilla (en abril). Me puse en contacto con el entrenador, Kees van Wonderen –fue ayudante de Koeman en la selección neerlandesa–, y con Marc Cardona, quien había hecho la pretemporada y me animó a venir. Di el paso. Quería esta aventura».

PARTIDO DEL DEBUT

«Marqué ¡de cabeza! ¿Qué me dijo el entrenador? No mucho. Estaba enfadado. Perdimos 5-2»

Cardona, cedido por Osasuna, forma parte del círculo más íntimo de Córdoba en Deventer. Dentro también están el alemán de origen nigeriano Ogechica Heil 'Ogi' y el griego Giannis-Foivos Botos. «Somos los cuatro extranjeros que vivimos solos. Estamos todo el día juntos». Antes de venir, Córdoba estaba «agobiado por el idioma». En el primer entrenamiento descubrió que todo el mundo hablaba inglés. «Yo lo tenía oxidado y por eso doy clases dos veces por semana. Ya estoy mucho más suelto. También aprendo holandés porque es una muestra de respeto hacia la gente de aquí. Agradecen que me esfuerce con su lengua. Al menos decir hola, gracias, adiós». Su discurso lo interrumpe un joven alto que lleva un carrito de bebé. Se saludan, charlan y dicen que se verán al día siguiente. ¿Quién es? «Joris Kramer, nuestro central. Se salió contra el Ajax, parecía Beckenbauer». Se le hace volver justo cuando estaba saliendo por la puerta.

– ¿Cómo ven a Córdoba en el vestuario? ¿Están contentos con él?

– Claro. Siente la pelota, el fútbol, lo que necesita el partido. Es bueno. Sabe dónde colocarse y está donde tiene que estar. Es nuestro jugador más importante.

Galería. En los parques de Deventer pueden encontrarse depósitos de libros, de los que disponen sus ciudadanos.

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Galería. En los parques de Deventer pueden encontrarse depósitos de libros, de los que disponen sus ciudadanos. Robert Basic

Córdoba le da las gracias. Llegó a Deventer el 1 de septiembre «con un par de botas en la maleta» y dos meses después se ha convertido en la sensación del Go Ahead Eagles. Habla de ello después de la comida –dos ensaladas, un agua y un zumo de manzana, 35 euros– mientras camina por su calle preferida, Valstraat. «Todo va sobre ruedas», dice radiante.

– ¿Por qué marca tanto en Holanda y en el Athletic le costaba?

– Tengo otro papel en el equipo. En Bilbao se me exigía mucho defensivamente y lo hacía, pero eso afectaba a mi rendimiento ofensivo. Aquí también trabajo en defensa, aunque tengo metido en la cabeza que debo estar en el área y generar peligro. Me ponen por la derecha y hasta de delantero, pero dispongo de libertad para moverme. Estoy encantado. Debuté y marqué ¡de cabeza! ¿Qué me dijo el entrenador? No mucho. Estaba enfadado. Perdimos 5-2».

DIVERSIÓN Y DESPLIEGUE

«El fútbol holandés es de ida y vuelta. No paras quieto. Corro una media de 12 kilómetros por partido»

Córdoba explica que el fútbol holandés es de «ida y vuelta», mientras que en la Liga es más «encorsetado y táctico. Nadie se desordena, aquí sí. Por eso hay muchos ataques y es atractivo. No paras quieto. Corro una media de 12 kilómetros por partido. Quería un cambio radical y lo tengo. El día del Ajax (7 de noviembre) me encontré con un amigo del colegio. Es ingeniero. Me dijo: 'Quién nos iba a decir que nos juntaríamos en Amsterdam tú jugando contra el Ajax y yo trabajando'. De eso se trataba, de cambiar, empezar de nuevo. Estoy ilusionado como un niño». Mucho protagonismo, buena marcha del equipo –va décimo, a un punto de Europa–, encaje deportivo y cinco goles como cinco soles calientan la ambición de Iñigo Córdoba. Está feliz en el Go Ahead Eagles, pero no olvida por qué está en Deventer: «Mi objetivo es triunfar en el Athletic. Lo que hago ahora es una inversión futbolística y personal».

Córdoba es abrazado por Erol Kinaci, su peluquero en Deventer. Robert Basic

Justo cuando hablaba en clave rojiblanca, un joven salió de la peluquería 'The Cuts Company', en la calle Bisschopstraat. Erol Kinaci corta el pelo a Córdoba. Le cobra 22,50 euros. Se abrazan. Al barbero no le gusta el fútbol, pero promete que se hará abonado. «¡Solo por ti!». Es holandés de origen turco. Se despiden y el bilbaíno comenta que le encanta el crisol de culturas y religiones que conviven en el país y en el vestuario. «Tenemos escoceses, franceses, griegos, zambianos, belgas, alemanes, nigerianos... Antes de entrenar veo a un compañero arrodillarse mirando a La Meca para rezar. Es una experiencia. Animaría a todo el mundo a vivir una aventura como esta», dice un joven hecho en la burbuja de Lezama.

TRIUNFAR EN EL CLUB DE SU VIDA

«Lo que hago ahora es una inversión futbolística y personal. Holanda es mi inversión en el Athletic»

El paseo culmina en el Adelaarshorst Stadion. Construido en 1920, tiene una capacidad para casi 10.000 espectadores. Es antiguo y destila un aroma del fútbol añejo, alejado del glamur multimillonario. Córdoba extiende los brazos, abraza el estadio y recuerda por qué está allí: «Holanda es mi inversión en el Athletic».

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