Borrar
Escaparate de la joyería L. Anduiza, fundada en 1884, situada en la calle Correo 17. AFB

Cuando las tiendas se convirtieron en un espectáculo

Tiempo de historias ·

Los escaparates aparecieron en los comercios bilbaínos a finales del siglo XIX, causando sensación entre los vecinos acostumbrados a los comercios tradicionales, que no eran visibles desde la calle

Miércoles, 22 de junio 2022, 00:52

Comenta

Bilbao era históricamente una ciudad comercial, pero al margen de su participación en los grandes tráficos mercantiles, desarrolló también una amplia gama de establecimientos dedicados a vender productos muy diversos. Los demandaban los grupos burgueses locales y también los visitantes, los de los alrededores que tenían al mercado bilbaíno y a las tiendas del recinto histórico de la villa como sus principales abastecimientos.

A mediados del siglo XIX los primeros anuncios publicitarios sugieren la vitalidad del comercio bilbaíno. Hacia 1860 estaban bien arraigadas las tiendas de ultramarinos. «La Bilbaína», en el Arenal, vendía aguardiente anisado doble, higos de Lepe, aceitunas de la Reina, vino de Málaga y jabones superiores. La oferta para los grupos acomodados era variada y de calidad. Martina Galíndez vendía en la Ribera bacalao de Escocia, en langas muy delgadas, el tipo superior. José de Gaminde ofrecía mesas de billar y todos los complementos del juego; su tienda estaba en la calle del Perro. En el campo Volantín, en la casa del comerciante Pedro de la Colina, estaba la «Fotografía parisiense», que incorporaba «las ventajas obtenidas en las grandes capitales». Marcos de Ordozgoiti anunciaba que en la Ribera comenzaba el curso de verano de escultura. Un taller de ojalatería (sic) vendía en la calle del Víctor bombas para regar jardines. Se abría una panadería que elaboraba «pan candeal al estilo de Madrid» y «pan francés al estilo de Burdeos». En la calle Correo un bazar ofertaba ropas confeccionadas: gabanes, sacos, pardesús, género inglés, pantalones, chalecos, calzoncillos y corbatas de seda, entre otros productos. El Bilbao burgués adaptaba las novedades de la modernización propias de mediados del siglo XIX.

El bazar «Ciudad Condal» se anunciaba en 1863 como una «tienda de guarnicionero», para vender diversos productos: sombreros, estuches, paraguas, polainas, zapatos, mantas, ornamentos de iglesias, etc. Este tipo de comercio empezó en la época de entreguerras.

Nuestra imagen de las ciudades modernas está asociada a las tiendas con escaparates que muestran la mercancía. En Bilbao este modelo de establecimiento llegó entre 1865 y 1885. Este último año lo explicaba Trueba, refiriéndose a los cambios que había experimentado Bilbao durante las dos décadas anteriores. «Ha variado infinito el aspecto de las tiendas, generalmente lujosísimas, provistas hoy de ostentosos escaparates cerrados con cristales de una pieza e iluminadas de noche profusamente». Las ofertas, los cristales y la luz de gas creaban un nuevo espectáculo urbano, que se asoció a la modernidad.

Estos cambios que afectaban a las vivencias cotidianas influían profundamente en la visión bilbaína de los cambios históricos del siglo XIX. Venían a ser la concreción inmediata del boom industrial, de la llegada de los ferrocarriles o de la revolución liberal.

Los escaparates se difundieron por las principales ciudades europeas desde el primer tercio del siglo XIX, aunque en París hubo algún precedente anterior. Se convirtieron en algo consustancial a la ciudad contemporánea, inimaginable sin esa exposición continuada de objetos de consumo. En el comercio urbano tradicional, los bazares y las tiendas solían almacenar los productos, sobre los que debía indagar el cliente. Con el escaparate, la tienda busca al comprador, mostrando sus mercancías. El cambio fue revolucionario.

Tiendas de portal y tiendas «transformadas»

En Bilbao las tiendas «de fisonomía clásica», o «antigua» (las que existían antes de 1865) no daban directamente a la calle. Se entraba por el portal de una vivienda, que en un lado tenía un banco para los clientes y al otro un mostrador. Las que se llamaron «tiendas transformadas», las renovadas, disponían de entrada propia y escaparate a la calle, para que se pudiese ver directamente la mercancía, con un espacio creciente dedicado a tal exhibición, para mostrar la mayor variedad de productos.

Las tiendas transformadas llegaron por influjo de las ciudades avanzadas, cuando en el Bilbao de la industrialización aumentaba la capacidad de consumo y la dimensiones y poder adquisitivo de las clases medias. El escaparate simbolizaba la modernidad, marcaba el ambiente de las ventas en una ciudad burguesa, cuya fisonomía cambiaba.

En la segunda mitad del XIX apareció un nuevo tipo de establecimientos comerciales, distintos a los almacenes tradicionales. Subsistieron los bazares, que vendían una amplia gama de productos, pero lo característico fue la tendencia a la especialización. A veces mantenía el nombre de bazar, que en Bilbao tenía prestigio.

El fenómeno empezó antes de la última guerra carlista, pero se desarrolló sobre todo tras terminar ésta en 1876. Lo más notable fue la proliferación de tiendas de textiles, que tenían dimensiones desahogadas, una variada oferta y nuevas técnicas comerciales, de venta a plazos, por ejemplo. No todas eran tiendas familiares.

En 1880 el fenómeno estaba ya arraigado. Estaban abiertas, cuando menos, las siguientes casas, todas en el área Correo-Bidebarrieta-Plaza Nueva-Ascao: Gran Bazar La Unión, Almacén de paños y sastrería de Martínez y Albets, El Cid, El Barato, El Louvre, Fábrica de sombreros La Equidad, Gran bazar de Ropas Hechas y género de camisería, Ciudad Condal, Gran Bazar Económico, El Globo. Todas tenían una estructura similar. Vendían «ropas hechas», pero también las hacían a medida.

Y además de las tiendas dedicadas a sastrería y tejidos, abundaron las de muebles, camas, colchones y productos diversos. Eran las demandas de la nueva sociedad burguesa.

Un cambio espectacular

En las dos últimas décadas del siglo las cosas fueron cambiando. La principal tendencia fue la aparición de comercios especializados, de dimensiones más reducidas: muebles, zapaterías, joyerías, relojerías, grabadores, ópticos, establecimientos de música, librerías, decoración, artículos religiosos, máquinas de escribir, floristerías, bicicletas y velocípedos… El cambio fue espectacular y progresivo. Los mensajes publicitarios primaban la novedad y elegancia sobre la baratura. Las clases acomodadas y los grupos de empleados diversificaron sus hábitos consumidores rápidamente, sobre todo en los años noventa, permitiendo la especialización del comercio.

En 1885 el predominio lo seguían teniendo grandes establecimientos que ofertaban productos variados. Como ejemplo, sirve el bazar Ciudad Condal, dedicado a los textiles, que se anunciaba en estos términos:

«Ciudad Condal. Ascao 2. Precio fijo. Realizadas compras de importancia. Infinidad de artículos a precios excepcionales. Abundante surtido de alfombras y cortinajes. Corsés, corbatería y género de punto. Gabanes y carricks impermeables. Merinos y telillas, especialidad de esta casa sin competencia, clases superiores y negro invariable. Se liquida a bajos precios: Granadinas negras para vestidos, sombrillas y abanicos. 1500 piezas percal blanco».

En la década siguiente aparecieron negocios más especializados, incluso en los productos textiles, que vendían impermeables (Bazar de novedades de Juan B. Patros), chaquetas de señora (El Quemarón), tejidos diversos, etc.

Aunque perdían importancia, subsistían algunos bazares que vendían multitud de productos. El más arraigado fue la quincalla de Emiliano de Amann, después «Hijos de Amann», que estaba en Belosticalle y que acudía asiduamente a la prensa, no para anunciar la casa sino los productos que vendía, que eran verdaderamente diversos: máquinas de coser –«últimas novedades»-, calendarios, legía Fénix, nacimientos, almidón inglés, barnices para coches, sombreros, abanicos y un largo etcétera, incluyendo la ocasión en que anunció la venta de «un carro y su burro». Las ventas especializadas iban arrebatando su sitio a la variedad, pero ésta aún subsistía en un establecimiento que, sabemos, fue bien gestionado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Cuando las tiendas se convirtieron en un espectáculo

Cuando las tiendas se convirtieron en un espectáculo