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El gimnasio de Paulino Charlen, en un grabado de la época. ' La Ilustración Española y Americana'

¿Por qué tiene Bilbao una calle Gimnasio?

Tiempo de historias ·

En la segunda mitad del siglo XIX, se abrió allí un gran salón de ejercicios con «máquinas de todas clases de las más modernas», que con el tiempo se reconvertiría en almacén de pirotecnia, teatro y Casa del Pueblo

Sábado, 2 de marzo 2019, 00:44

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Es uno de los nombres más llamativos del callejero bilbaíno, y sorprende todavía más cuando descubrimos que figura en él desde el siglo XIX. La calle Gimnasio, en el barrio de San Francisco, debe ese curioso bautismo a un establecimiento pionero y de historia singular que, efectivamente, inició su trayectoria como lugar para ejercitar el cuerpo, pero, a lo largo de los años, también desempeñó las funciones de almacén pirotécnico, teatro y Casa del Pueblo. Ya pronosticaban las entusiastas crónicas de la época que aquel gimnasio recién inaugurado había de prestar «grandes servicios en Bilbao».

La historia del gimnasio «normal, higiénico, terapéutico y ortopédico» de las faldas de Miribilla está ligada a una familia también peculiar, la de los Charlen, que repartía sus intereses y sus negocios entre dos sectores muy dispares: la actividad física y la pirotecnia. El patriarca, Francisco Charlen, era un gallego descendiente de franceses que durante años encabezó una compañía itinerante de acróbatas. Decidió establecerse en Bizkaia, donde fundó una fábrica de pólvora que terminaría de manera trágica en 1866, con una terrible explosión en la que murieron su hijo Mariano y un empleado. Otro de sus hijos, Paulino, fue el que impulsó junto a Francisco la iniciativa del gimnasio. Corría la segunda mitad del siglo XIX, una época en la que existía gran interés por los efectos benéficos del ejercicio en el ser humano y en el conjunto de la sociedad, y los Charlen viajaron incluso a París para conocer de primera mano las instalaciones que había puesto en marcha el legendario Hippolyte Triat.

El gimnasio bilbaíno empezó a funcionar en 1875, con Francisco Charlen ya fallecido. La prensa de la época se deshizo en alabanzas hacia el nuevo templo de la cultura física, «el primero de su género que en España se ha construido de nueva planta», según lo presentaba 'La Ilustración Española y de América'. «Máquinas de todas clases de las más modernas; aparatos perfeccionados para la aplicación del chorro, regadera y otros procedimientos de la hidroterapia; cómodos y elegantes vestuarios; espaciosas salas para música, esgrima, baile y otras enseñanzas y ejercicios; todo lo que puede necesitarse y ser útil en esta clase de establecimientos se encuentra en el nuevo y gran Gimnasio bilbaíno», hacía recuento la publicación.

El director del salón era Felipe Serrate, el impulsor más destacado de la gimnasia en la villa. Serrate, nacido en Lisboa de padres españoles, se había trasladado a Bilbao como profesor de educación física del Colegio General de Vizcaya (había relevado en el puesto al propio Paulino Charlen) y llegó a publicar una revista titulada 'La Ilustración Gimnástica', que lucía el detallado subtítulo de 'Tratado teórico-práctico de los principios y reglas de aplicación de la Gimnasia Médica, Higiénica y Ortopédica y todo cuanto se relaciona con la Educación Física'. Serrate ha acabado teniendo también una calle en Bilbao, justo al lado de La Misericordia, donde estaba acogido cuando murió.

Sacudida a la Guardia Civil

El ambicioso gimnasio no tuvo el éxito esperado y duró alrededor de un año, pero se instaló con fuerza en la memoria colectiva. En 1881, el Ayuntamiento decidió oficializar el nombre de Gimnasio para la calle donde se encontraba el edificio, ya que la gente había empezado a llamarla así. A Paulino Charlen le iban mejor las cosas en su vertiente pirotécnica, que lo convirtió en el principal proveedor de fuegos artificiales para las fiestas bilbaínas de aquella época. Las explosiones también le causaron algún disgusto menor: cuando quiso ampliar su casa, un inmueble de una planta situado junto al gimnasio, utilizó unos barrenos para eliminar unas rocas que le molestaban y se le fue un poco la mano. La Guardia Civil del cuartel vecino, poco entusiasmada por la traca y la sacudida, le impuso una multa de cincuenta pesetas.

El emprendedor Paulino falleció en 1883. Para entonces, las instalaciones del gimnasio reciclado en almacén ya habían debutado en una nueva función: «Ha quedado convertido en un lindísimo y espacioso teatro, a cuyo amplio escenario, foso y contrafoso se han aplicado todos los adelantos modernos de la maquinaria escénica», saludaba 'El Noticiero Bilbaíno'. El recinto acabó bautizado como Teatro Romea, uno de los locales más activos y concurridos de la escena noctámbula de la villa de fin de siglo. A su numeroso público había que sumarle un oyente involuntario que, con el tiempo, llegaría a personaje ilustre: justo al lado, en una vivienda muy humilde, residía el jovencito Indalecio Prieto con su madre. «Mi dormitorio estaba separado del escenario por un tabique de ladrillos, tan delgado que me permitía oír perfectamente cuanto al otro lado de la pared se dijera», escribió el político socialista en sus memorias. Con los años, él mismo ocuparía el escenario como orador, ya que la última metamorfosis del gimnasio-almacén-teatro lo transformó en Casa del Pueblo del PSOE. Esa fue su función hasta 1912, cuando demolieron el edificio y no quedó más rastro del histórico gimnasio que el chocante nombre de la calle.

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