Más plástico que peces
Este material ha multiplicado su producción y uso en los últimos años, pero su durabilidad, alabada por la industria, se ha convertido en una amenaza letal para el medio ambiente. La costa vasca tampoco se libra de esta invasión
sayuri nishime / marta Madruga
Lunes, 19 de noviembre 2018, 01:30
«Esto no es coral, ¿eh?», advertía hace unas semanas el surfista vasco Oier Bartolomé, en un vídeo grabado con su teléfono móvil en el Flysch de Zumaia. A sus pies, una estampa desgarradora, la de los imponentes acantilados invadidos por la basura, en su mayoría plásticos. Una denuncia que se ha hecho viral en las redes sociales, pero los plásticos que llegan a la orilla son apenas un porcentaje del total. Algunos acaban atrapados en las redes de pesca, confundidos entre la captura. Al arrantzale Víctor Sánchez ya no le sorprende encontrar bolsas, botellas o envases de yogures al levantar la red: «Hace años, llegamos a encontrar un embalaje de pastillas en el estómago de una lubina que pesqué con mi abuelo», recuerda este marino de Santurtzi. El resto de sus compañeros de faena asiente: «A veces sacamos más plástico que peces».
Según datos de la ONU, cada año se vierten a los océanos 8 millones de toneladas de plástico, y se estima la existencia de 400 toneladas de microplásticos -fragmentos del tamaño de un grano de arroz- distribuídos por mares y océanos, especialmente en el Atlántico y el Pacífico. Una invasión de la que alertan ya organismos internacionales como el Foro Económico Mundial de Davos. Según sus cálculos, en 2050 habrá más toneladas de plástico que de peces en nuestros océanos. Tan sólo en Euskadi se generan 118.000 toneladas de envases de plástico, tetrabricks y latas, y apenas el 30% se recicla.
Sin embargo, los investigadores se muestran algo más optimistas: «Los cálculos del foro Económico Mundial son sólo una estimación, no una realidad. Lo lógico es que ante estas previsiones nuestro ritmo de consumo descienda», defiende Amaia Orbea, investigadora y bióloga de la UPV, quien también reconoce la difcultad de prescindir de este material tan presente en la vida cotidiana. «No ha pasado tanto tiempo desde que se empezó a utilizar este material, a mediados del siglo pasado, pero su versatilidad, resistencia y bajo coste han multiplicado su consumo», resume Javier Franco, experto en investigación marina y alimentaria de Azti. Precisamente su durabilidad convierte a este material en uno de los más perjudiciales para el medio ambiente, ya que el ciclo de vida de algunos plásticos puede dilatarse hasta los mil años.
«Envases grandes y pequeños, sacas de red, vasos, bolsas... Encontramos más plásticos cuando hay mar de fondo, pero salen durante todo el año. Y muchos», se queja Víctor Sánchez, cansado de que la basura se enrede en los aparejos de pesca. «Los recogemos y los traemos a tierra todos los días, pero hay jornadas que es exagerado», protesta. «Lo que vemos es tan sólo la punta del iceberg», alerta Orbea. La degradación de estos materiales supone un peligro mayor. «Por efecto de la energía de las olas y las corrientes se fragmentan hasta convertirse en 'microplásticos', partículas por debajo de los 5 milímetros que pueden acabar en el estómago de otros organismos marinos, como peces o invertebrados», explica la investigadora. Y no son los únicos. Según un estudio reciente de Azti en el Golfo de Bizkaia, entre un 10% y un 15% de las aves marinas muertas albergan plásticos en sus estómagos.
Bandera negra para las playas vizcaínas
Son las siete de la mañana y media docena de operarios comienzan su jornada mientras se desperezan los primeros rayos de sol sobre la arena de la playa de Arrietara, en Sopela. Su labor consiste en recoger la basura que se desparrama por la orilla, producto de la marea y del descuido humano. Tan sólo el año pasado acumularon 1.500 toneladas de residuos, entre los que se encuentran ramas, hojas y más restos orgánicos que arrastra el agua en su recorrido por los cauces de los ríos. Pero también llegan hasta las playas vizcaínas bolsas, botellas, tapones, botes o colillas. Así, durante el verano han recogido 435 toneladas de basura, 30 de ellas exclusivamente de materiales plásticos.
Bizkaiko hondartzak, el servicio de limpieza de la Diputación, se encarga de que las playas amanezcan libres de plásticos y basura los 365 días del año. Unas 90 personas trabajan en esta labor que no cesa en invierno, en jornadas de seis horas de lunes a sábado. Es precisamente en invierno cuando más basura recogen, proveniente de las mareas. Bolsas, botellas de plástico, aplicadores, envases de comida o botes de crema son los materiales plásticos que más aparecen en los arenales vizcaínos. La Arena en Muskiz, Bakio o Atxabiribil, son las que se llevan la palma en el ránking de mayor cantidad de basura. Sin embargo, y pese a los esfuerzos de la institución foral, este 2018 la asociación Ecologistas en Acción ha incluido las playas de Bizkaia en su informe de 'Banderas Negras' por contaminación por plásticos. «Sólo hace falta visitar a lo largo del año cualquier acantilado o arenal para notar que están limpios de forma muy superficial, ya que en zonas apartadas o de difícil acceso se siguen acumulando basuras y plásticos», aseguran en el texto.
Para Javier Franco se trata de un problema de difícil solución por su escala mundial. «Los residuos pueden generarse en cualquier parte del planeta y acabar en nuestras costas debido a las corrientes marinas», señala. Un equipo de investigadores internacionales en el que también participa Azti ha analizado las corrientes marinas para confirmar cómo la basura marina del Atlántico se desplaza hasta el Ártico, una zona que hasta ahora se creía libre de plásticos.
El reto de vivir sin plásticos
De las 118.000 toneladas de envases, tetrabricks y latas que se generan en Euskadi al año, tan sólo se reutiliza el 30 %. Hay quien piensa que con el reciclaje y los contenedores amarillos no basta, y ha optado por erradicar este material de su vida diaria. Es el caso de Marion de la Porte. Esta francesa afincada en Bilbao utiliza desde hace ocho años, por ejemplo, cepillos de dientes de madera, bolsas de tela para hacer la compra, botellas de cristal para la leche o productos de belleza sin envases. «Cuando hacía la compra me daba cuenta de la cantidad de envases que acumulaba, la mayoría plásticos inútiles», señala.
Esta decisión también se ha convertido en su negocio. Hace cuatro años abrió una tienda online con su amigo Javier Barrios para ofrecer alternativas al consumo de plástico. «Soy consciente de que no podemos eliminar el 100% de este material de nuestra vida, está en mi ordenador, mi lavadora, mi coche…», confiesa Marion. Para ella el reto es eliminar aquellos que son de «usar y tirar», como las bolsas, las botellas y los envases.
Su motivación por eliminar el plástico le ha permitido conocer una serie de alternativas. «Hay para casi todo» y para aquellos objetos que aún no encuentra reemplazo, trata de crear uno en su negocio. Entre risas confiesa que, al principio, a sus amigos les parecía «una locura» su decisión. Ahora se ha convertido en «el orgullo de la cuadrilla» y en el referente en temas de concienciación ambiental. Siempre aprovecha algún momento en el que se juntan para dar pequeños consejos. «Si vamos a comprar una cosmética que sea sólida y sin envase; para las botellas, usar de cristal o acero inoxidable y para muchos otros elegiremos la madera».
Además de su aporte al ambiente, Marion confiesa que ha experimentado un ahorro que cifra entre un 15 y un 20%. Si bien, las alternativas al plástico pueden parecer más caras, «siempre se debe ver como una inversión. Por ejemplo, una cantimplora de acero inoxidable cuesta de 30 a 40 euros, pero evitará que se compren 40 botellas de agua o más», explica. Para esta joven «el mejor residuo es el que no existe».
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