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Mapa de 1562 del cosmógrafo español Diego Torres, con dos gigantes en la Patagonia y dos sirenas cerca del estrecho de Magallanes. E.C.
Cuando los habitantes de la Patagonia eran gigantes

Cuando los habitantes de la Patagonia eran gigantes

Entre fantasmas ·

La expedición de Magallanes se topó en 1520, en lo que hoy es Argentina, con hombres tan altos que los marinos españoles apenas les llegaban a la cintura, según el cronista de la primera circunnavegación del mundo

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Martes, 5 de noviembre 2019, 01:30

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Tierra de gigantes. Muchos europeos creyeron durante siglos que Patagonia era eso. 'Regio gigantum' (región de gigantes) se lee en mapas como el 'Americae sive qvartae orbis partis nova et exactissima descriptio' (Las Américas, o una nueva y precisa descripción de la cuarta parte del mundo, 1562), del cosmógrafo español Diego Gutiérrez y el grabador flamenco Hieronymus Cock. Sobre la leyenda, hay dos humanos, armados con arcos, a los que la cabeza de un tercero llega a la altura de la cintura. Los gigantes responden a la descripción que hizo de los habitantes de la bahía de San Julián, en la actual provincia argentina de Santa Cruz, uno de los primeros occidentales en pisar la Patagonia en 1520.

«Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Estaba en la playa casi desnudo, cantando y danzando al mismo tiempo y echándose arena sobre la cabeza», relata Antonio Pigafetta, uno de los dieciocho supervivientes de la expedición de Magallanes y Elcano, en su 'Relación del primer viaje alrededor del mundo' (1524). «Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho y teñido de rojo, con los ojos circulados de amarillo, y con dos manchas en forma de corazón en las mejilla. Sus cabellos, que eran escasos, parecían blanqueados con algún polvo», añade.

El aborigen vestía una capa «de pieles cosidas entre sí» y calzado «de la misma piel», y llevaba un arco y flechas. «El comandante en jefe mandó darle de comer y de beber y, entre otras chucherías, le hizo traer un gran espejo de acero. El gigante, que no tenía la menor idea de este mueble y que sin duda por primera vez veía su figura, retrocedió tan espantado que echó por tierra a cuatro de los nuestros que se hallaban detrás de él», recuerda el cronista. Pigafetta cuenta que los patagones, como los bautizó su capitán –él viajaba en la nao 'Trinidad' con Magallanes–, «hacían llevar todo por sus mujeres, como si fueran bestias de carga». Ellas no eran tan grandes, pero sí «más gruesas». Sus pechos colgantes tienen más de un pie de largo. Se pintan y visten de la misma manera que sus maridos, pero usan una piel delgada que les cubre sus partes naturales. Y, aunque a nuestros ojos distaban enormemente de ser bellas, sin embargo, sus maridos parecían muy celosos».

Una novela de caballerías

Once años después de la publicación de esa crónica, el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés dice en su 'Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano' (1535) que Magallanes había llamado a los aborígenes patagones «por sus grandes pisadas». «Es importante recordar que en ningún momento Pigafetta relaciona el término'patagón' con el tamaño de los pies o las huellas dejadas por ellos», advierte Miguel Armando Doura, de la Universidad Católica Argentina, en un artículo publicado en 2011 en la 'Nueva Revista de Filología Hispánica'. Este estudioso no se suma a la tesis de Fernández de Oviedo y Valdés, y aboga por otra posible explicación para el nombre que da Magallanes a los indígenas.

Una navegante inglés ofrece pan a una gigante patagona, en la portada de la primera edición italiana del diario de viaje de John Byron.
Una navegante inglés ofrece pan a una gigante patagona, en la portada de la primera edición italiana del diario de viaje de John Byron. E. C.

Doura cree, como otros autores, que su origen puede estar en la novela de caballerías 'Primaleón' (1512), de Francisco Vázquez, uno de cuyos personajes es un gigante, Patagón, que viste pieles, lleva arco y flechas, come carne cruda y es rápido a la carrera, características que comparte con los patagones de los expedicionarios españoles. ¿Había leído el navegante la novela y por eso había llamado patagones a aquellos indios? ¿Lo había hecho por sugerencia de alguno de sus subalternos? ¿O fue otra la razón?

Sea cual sea el origen del nombre que Magallanes dio a los ahora conocidos como tehuelches y, por extensión, a la región que habitaban, el cronista de la primera circunnavegación del mundo hizo que en los siglos siguientes la Patagonia se viera desde Europa como una tierra de gigantes de unos 3 metros de altura. Así son los patagones del mapa de 1562 de Diego Gutiérrez, que incluye, más allá del estrecho de Magallanes, a dos sirenas peinándose con sendos espejos, uno de los cuales parece a ojos de algunos un platillo volante. Según Pigafetta, los expedicionarios capturaron a un gigante para traerlo a España, pero falleció durante la travesía. «Cuando en su última enfermedad se sintió a punto de morir, pidió la cruz y la besó, rogándonos que le bautizáramos; lo que hicimos dándole el nombre de Pablo», recuerda.

Cuando, en la segunda vuelta al mundo, el corsario inglés Francis Drake hace en 1578 escala en la Patagonia, el capellán Francis Fletcher asegura en su diario haber visto a indígenas muy altos. Cincuenta años después, se publica 'The world encompassed by sir Francis Drake' (El mundo recorrido por sir Francis Drake), obra del sobrino y heredero del pirata también llamado Francis Drake en la que se ponen en boca del corsario las siguientes palabras: «Magallanes no estaba totalmente equivocado al llamar a estas gentes gigantes porque, por lo general, se diferencian del hombre común en estatura, tamaño y fuerza, y también en lo horroroso de sus voces, pero no son tan monstruosos y gigantes como se les ha representado. Hay algunos ingleses tan altos como los más altos que pudimos ver, pero seguramente los españoles pensaban que ningún inglés vendría por aquí y eso hizo que fueran más audaces al mentir».

Una polémica de dos siglos

Durante los dos siglos siguientes, los viajeros que visitan la región se dividen entre quienes sostienen que los aborígenes miden 3 metros y quienes, como Drake, reducen su estatura considerablemente y creen que Magallanes y los suyos exageraban. En 1590 el navegante inglés Anthony Knive asegura haber visto cadáveres de indios de más de 3,5 metros. Sin embargo, en 1767 los también británicos Samuel Wallis y Philip Carteret dicen que la altura de los indígenas oscila entre 1,75 y 2 metros. Y, en la misma línea, el naturalista francés Philibert Commerçon y el explorador Louis Antoine de Bougainville comprueban que miden de 1,84 a 2 metros.

Indios tehuelches en la Exposición Universal de San Luis de 1904.
Indios tehuelches en la Exposición Universal de San Luis de 1904. Sociedad Histórica de Misuri

Cuando el comodoro John Byron, abuelo del poeta lord Byron, llega en 1766 a Londres al mando del 'HMS Dolphin' en la primera vuelta al mundo que dura menos de dos años, afirma que en la Patagonia han visto gigantes de 3 metros. El rumor se publica en la 'Gentleman's Magazine' y en 'The London Chronicle', y pronto corre por toda Europa, ante la incredulidad de los franceses, que sospechan que los gigantes son una cortina de humo inglesa para ocultar maniobras militares. Sin embargo, cuando en 1773 se publica el diario oficial de viaje de Byron, resulta que los aborígenes del cono sur no miden más de 2 metros.

«Entre los indios americanos, los tehuelches son probablemente los más altos», destacaba en 1980 el antropólogo William Sturtevant, del Instituto Smithsoniano, en un estudio sobre el mito de los patagones. Mediciones científicas como las efectuadas por los miembros de la Expedición Malaespina (1789-1794) y otras posteriores acabaron con la leyenda y situaron el techo patagón entre 1,80 y 2 metros. Altos, pero no gigantes, aunque es posible que así se lo parecieran a los marinos europeos de los siglos XVI a XVIII, entre los que los más altos rondarían el 1,70.

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