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Supuesta pirámide curativa de cobre que también activa los chakras, a la venta por 240 euros. Amazon
La energía de las pirámides

La energía de las pirámides

Entre fantasmas ·

Un libro puso de moda a mediados de los años 70 el uso de maquetas de cartulina de la de Keops para regenerar cuchillas de afeitar e incrementar la potencia sexual

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Martes, 27 de agosto 2019, 00:44

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Si pone una cuchilla de afeitar dentro de una pirámide de las mismas proporciones que la de Keops y orientada al norte magnético, el filo se reavivará. Si mete en ella carne, se conservará más tiempo que al aire. Si se sienta a meditar debajo de ella, se incrementarán sus poderes mentales. Si tiene una lesión en una muñeca y la cubre con la pirámide, sanará antes. Y, si la coloca debajo de la cama a la altura de sus genitales, aumentará su potencia sexual. Al menos, eso afirmaban Max Toth y Greg Nielsen en 1976 en 'El poder mágico de las pirámides', un libro que incluía una roja de cartulina para que el lector pudiera experimentar.

Todos esos prodigios se debían a la energía piramidal, descubierta en los años 30 del siglo pasado por Antoine Bovis, un chatarrero y zahorí francés. Ya saben, uno de esos individuos que con la única ayuda de un palito o un péndulo aseguran encontrar cosas y personas, aunque nunca uno de ellos haya dado, por ejemplo, con un desaparecido o secuestrado. Durante una visita a la Gran Pirámide, llamó la atención de Bovis que en la Cámara del Rey había un cubo donde los vigilantes tiraban los animales muertos que encontraban por los pasadizos y que estos estaban momificados. Intrigado, sacó su péndulo junto al sarcófago de granito que hay en la estancia y descubrió que existía una energía misteriosa que, sospechó, propiciaba la momificación.

Un péndulo en la Cámara del Rey

Ya en Francia, experimentó con modelos a escala de la pirámide de Keops en los que replicó momificaciones y comprobó que el péndulo detectaba el mismo tipo de radiación que en Guiza. No hay constancia ni de que Bovis viajara alguna vez a Egipto ni de que visitara la Gran Pirámide, tampoco parece muy lógico que el cubo de basura esté en el lugar más inaccesible –ascender por la Gran Galería hasta la Cámara del Rey ya es trabajoso con las manos vacías– y alejado de la entrada del edificio y, por supuesto, el péndulo de un zahorí no se mueve por detectar ningún tipo de energía, sino por los movimientos inconscientes de quien lo sostiene. Pero la leyenda es la leyenda, así que no seamos tiquismiquis.

La Gran Pirámide, tumba del faraón Keops.
La Gran Pirámide, tumba del faraón Keops. Nina Aldin Thune

En 1949 Karel Drbal, un checoslovaco que estaba al tanto de la historia del zahorí francés, presentó en su país una solicitud de patente de una pirámide hecha con material aislante que servía, según él, para reavivar el filo de las cuchillas de afeitar. Tras reproducir «con éxito» los experimentos de momificación de Bovis, Drbal se había animado a intentar otros «absurdos», como poner una hoja de afeitar «de buena calidad» dentro de una pirámide para ver si su filo se deterioraba. Descubrió todo lo contrario, que se regeneraba. Según Toth y Nielsen, había a mediados de los años 70 «incluso buenos resultados de experimentos en los que se empleó la pirámide para conservar los filos del cabezal de una máquina de afeitar eléctrica». Drbal, al que concedieron la patente diez años después de la solicitud, sostenía que una pirámide de cartulina, debidamente orientada, funcionaba como un amplificador del campo magnético terrestre.

Es lo mismo que dicen en la actualidad los vendedores de artilugios mágicos de esa forma, como la firma argentina Piramicasa. Esta compañía, que comercializa desde camas hasta casas piramidales, sostiene que estamos ante «un maravilloso y sencillo aparato geobiológico que funciona aprovechando el electromagnetismo telúrico, el campo magnético terrestre». No se deje engañar por lo de 'geobiológico': la geobiología es como llaman ahora algunos al zahorismo o rabdomancia para disfrazar de científica una práctica tan fidedigna a la hora de encontrar cosas y personas como una pata de conejo a la de atraer la suerte.

Pirámides por correo

Basándose en la patente de Drbal –por cierto, que algo esté patentado no implica que funcione–, Max Toth acabó fundando su propio negocio de venta de pirámides de cartulina. Había demanda. Famosos como Gloria Swanson y James Coburn habían salido en medios como la revista 'Time' y el semanario sensacionalista 'National Enquirer' diciendo que usaban pirámides en su vida diaria. La estrella del cine mudo dormía con una debajo de la cama porque le causaba un agradable hormigueo en todas las células del cuerpo, y Coburn tenía una tienda de campaña de esa forma en la que se sentaba a meditar. Años después en España, el humorista Eugenio –«Saben aquel que diu...»– se hizo construir una pirámide en la piscina de su chalé para hacer viajes astrales.

Después de salir hablando del poder de las pirámides en la revista 'Esquire' y en 'The Mike Douglas show', un programa que se veía en todo Estados Unidos, Toth había empezado a recibir cartas y llamadas de gente que las quería en miniatura. Al mismo tiempo, un editor le había pedido un libro sobre el tema y, cuando él le había respondido que «no sabía cómo hacerlo», le había asignado un autor de plantilla para escribirlo, Greg Nielsen. El paso siguiente era lógico. En 1973 fundó en Nueva York la Toth Pyramid Company y encargó un millar de pirámides de cartulina. Le costaron «unos 2.300 dólares», contó en 2005 a Daniel Loxton, director del 'Junior Skeptic', el suplemento juvenil de la revista 'Skeptic'. Decidió venderlas a 5 dólares la unidad, con lo que obtenía 2 de ganancia por pirámide una vez descontados los gastos de envío.

Presunto sistema piramidal de meditación que cualquiera puede instalar en su dormitorio previo pago de 5.000 dólares a la empresa que lo comercializa.
Presunto sistema piramidal de meditación que cualquiera puede instalar en su dormitorio previo pago de 5.000 dólares a la empresa que lo comercializa.

A sugerencia de un amigo, gastó otros 20 dólares mensuales en un pequeño anuncio en 'Fate', la principal revista paranormal de Estados Unidos, fundada en 1948 después del avistamiento de los primeros platillos volantes por Kenneth Arnold. Los pedidos de pirámides comenzaron a llegar a un apartado de correos que había alquilado en el distrito neoyorquino de Queens. Y poco después Edmund Scientifics, una firma de venta por catálogo, le hizo «al por mayor» pedidos que Toth sirvió durante unos dos años, hasta que dejó el negocio porque estaba separándose de su esposa y «había perdido el interés en trabajar con pirámides».

En la segunda mitad de los años 70, su libro 'El poder mágico de las pirámides' se vendió muy bien. En España, donde se reeditó en 2015, Martínez Roca publicó en 1978 una supuesta segunda parte, 'El poder de las pirámides 2', firmada por Emilio Salas y Román Cano, dos autores que aparecen ligados a numerosos títulos esotéricos de esa editorial. Al igual que el original, el libro de Salas y Cano, el típico producto editorial para explotar una moda, venía con un pirámide experimental, pero multicolor. Según los autores, ayudaba a la concentración, propiciaba el desarrollo de las facultades paranormales, hacía que las plantas crecieran «de forma equilibrada», favorecía la recuperación de las «facultades sexuales»... Debido a su reducido tamaño, los efectos eran reducidos, advertían. Por eso, como en el libro de Toth y Nielsen, la base de la maqueta de cartulina incluía «una tabla de medidas con la que se pueden construir pirámides de hasta 10 metros de altura».

«El mejor remedio contra la gripe»

Más de 40 años después, la energía piramidal sigue ahí. Resiste contra viento y marea, al igual que otros montajes fraudulentos como las caras de Bélmez, los superpoderes de Uri Geller, la maldición de Ochate, el caso de Roswell y el misterio del Triángulo de las Bermudas. Porque las noticias falsas no son cosa de ahora; no llegaron con el Brexit y Donald Trump. Son la esencia del mal llamado periodismo del misterio, un –en algunos casos– muy lucrativo negocio que se basa en aprovecharse de la infinita credulidad humana para inventar enigmas a partir de hechos perfectamente explicables de los que se escamotean y tergiversan detalles.

El libro de Max Toth y Greg Nielsen y su segunda parte 'made in Spain', con sus respectivas pirámides de cartulina.
El libro de Max Toth y Greg Nielsen y su segunda parte 'made in Spain', con sus respectivas pirámides de cartulina. L.A.G.

«La pirámide es el mejor remedio para la gripe y muchas otras enfermedades reumáticas, escleróticas, traumáticas y fisiológicas, tanto como curativo porque fortalece el sistema inmunitario sin intoxicación medicamentosa, así como preventivo, por su potente efecto bacteriostático y tensioactivador molecular. Las pirámides tienen efecto físico, de modo que no existen los riesgos de los antibióticos. En vez de dañar al sistema inmunitario, lo refuerzan sin efectos colaterales», sostienen en la web de Piramicasa. Nada de eso es cierto. Como no lo es que una maqueta de la Gran Pirámide regenere el filo de las cuchillas de afeitar ni haga nada de lo que afirman Toth, Nielsen, Salas, Cano y todos los demás autores que han explotado el filón piramidal.

Miedo da pensar cómo se le quedaba la cara al bueno de Max Toth – y a quienes hayan seguido sus consejos– después de algunos afeitados, ya que asegura en 'El poder mágico de las pirámides' que una hoja le podía durar más de 130. No hay constancia de que firmas como Gillette y Wilkinson hayan sufrido desde mediados de los años 70 un desplome en sus ventas a consecuencia de la energía piramidal, y tampoco de que la viagra tuviera en su día problemas de acceso a un mercado colapsado por pirámides de cartulina situadas bajo las camas de los afectados por disfunción eréctil. Obviamente, cada uno es muy libre de tirar su dinero en lo que quiera, ya sea en una cama con forma de pirámide, en la pulsera Power Balance o en un viaje al santuario de Lourdes; pero no por eso deja de sorprender la impunidad con la que se venden milagros.

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