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El lado oscuro, un espacio de increíble belleza
Cuando se construyó el metro, no sólo se abrieron túneles para el tráfico de convoyes. También un sinfín de galerías ocultas para otras labores, retratadas por el fotógrafo bilbaíno Antón Goiri.
Hay otro metro. Nosotros conocemos los andenes y vagones, pulquérrimos e intercambiables, pero hay otro lado que no utilizamos ni podemos contemplar, aquel que comprende las entrañas de la bestia, su estructura básica, sin concesiones a la estética, un ámbito meramente funcional. El fotógrafo bilbaíno Antón Goiri lo recorrió y sus incursiones dieron lugar a 'Concrete', una serie de imágenes que recorren este lado oscuro, literalmente. «Me interesan los no lugares», explica y recuerda su visitas a «esos extraños espacios, tránsitos entre estaciones y subestaciones, aljibes naturales y escaleras».
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El hormigón del título resulta omnipresente en estos vericuetos con atmósfera brutalista y ecos de refugio antiaéreo, rincones que podrían pertenecer a cualquier sótano, pasillos de esquinas achaflanadas, pero que, en este caso, corren bajo la ría, donde ni siquiera se escucha la máquina que circula por encima. «Resulta curioso que a espaldas del proyecto impoluto de Norman Foster existan sitios como éste, donde se ha depositado óxido durante doscientos años y fluyan aguas teñidas de rojo», confiesa el autor.
La poderosa y enigmática hermosura de las obras no tiene nada que envidiar de las tomadas en la vía y que los turistas se llevan a su país como un recuerdo de la ciudad. Las instantáneas han sido exhibidas en galerías de Madrid y Bilbao, y muestran un mundo, inquietante, enigmático, de una belleza desnuda, pero sin identidad, y que discurre a nuestros pies. «Había sitios tan sugerentes que parecían una instalación artística», confiesa el fotógrafo.