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Manolo García posa en Barcelona en la presentación de su recién publicado libro de relatos, 'Títere con cabeza'. Enric Fontcuberta

Manolo García: «Nos han cambiado las cosas sencillas de la vida por baratijas»

El artista catalán ha vendido todas las entradas para su concierto de este sábado en el Bilbao Arena de Miribilla. Y llega con un libro de relatos aún caliente bajo el brazo

Miércoles, 20 de noviembre 2024

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No es corriente en el mundillo de las personalidades de la música que cuando les llaman para una entrevista contesten desde su propio móvil, y mucho menos conduciendo, como Manolo García: «Dame 20 minutos, que llego a un sitio, aparco y hablamos lo quieras». 20 minutos después... «Ya estoy, he venido a una tienda a comprar unas telas para pintar, de unas medidas concretas». Aunque tiene 'sold out' allá donde va a tocar, sigue concediendo entrevistas sin tiempo prefijado, logrando que periodistas con el culo pelado detecten a través del teléfono una autenticidad difícil de encontrar.

Porque Manolo García (Barcelona, 1955) es simplemente lo que uno espera, lo que parece. Aunque parezca un 'fake' que cuenta ya 69 años, porque Manolo García no tiene edad. Como dice él, «cumplo ilusiones, lo otro es una convención social escrita en el DNI». Cuántas generaciones conservan momentos al calor de sus canciones, y cuando suena una de ellas se reconfortan con su voz de terciopelo moruno, «tan lejos los recuerdos de días felices y extraños», cantaba él.

Fue un burro, fue el último de la fila, es el hombre que llena pequeños teatros y grandes recintos, capaz de encender a las multitudes hasta la insurrección, de destinar la taquilla del concierto de Valencia a los afectados por la dana, de cantar en euskera para los niños como denuncia del 'Prestige'... Que escribe el libro de relatos 'Títere con cabeza', donde defiende «dar valor a las cosas más anodinas y sencillas de la existencia»; que bautiza su gira con un título tan comprometido como 'Cero emisiones contaminantes desde ya'. Ese hombre que llenará de poesía y escalofríos el Bilbao Arena de Miribilla este sábado ha llegado muy lejos llamándose Manolo García, sencillamente, como esas «flores raras que crecen en las aceras para ti».

– Hace dos años suspendió un concierto en Bilbao por una miocarditis aguda. ¿Cómo vivió aquello y qué tal está?

– Muy bien, gracias por preguntar. Hombre, la salud es una de esas cosas de la vida sencillas pero primordiales, sin salud no hay nada. Ahí tuve esa cosa que fue una sorpresa extraña que no te esperas, y el médico me dijo 'tienes que parar, descansar'. Pero no me asusté tampoco. Siempre asumo lo que viene como viene y sé que estamos aquí de casualidad, somos un espermatozoide entre 57 millones que se coló y saliste tú con tu cara y tu locura. Los verdaderos lujos de la vida son la salud, la buena compañía, los amigos, el estar tranquilos, la calma, la libertad que yo he tenido de poder elegir. Quiero ser músico, quiero pintar, y lo estoy haciendo. Eso es el lujo verdadero, hacer canciones y cantar. Veo a la gente en los conciertos en su mejor momento, sonriente, cantando, bailando, abstraídos un ratito del tráfico a veces tan espantoso al que nos someten los sistemas, las maneras en que vivimos.

– Acumula 300 canciones entre los álbumes en solitario, los de El Último de la Fila, Los Burros, Los Rápidos... ¿Cómo se acuerda de las letras en directo?

– Bueno, te aprendes unas cuantas, llevo unas 30 y pico aprendidas, pero a veces hay un lapsus, un momento de despiste. Puede que mires al público, alguien te dice algo, yo no sé, y te distraes. Tengo un atril ahí escondidito, que nadie lo ve, con las cancioncitas ordenadas, con letra muy gorda por si me equivoco, y lo sacaría antes de tener que parar el concierto porque me quede en blanco. Hay canciones difíciles, de letra complicada, y si pierdo el hilo... Si suelto la primera palabra de la frase, bien, pero como la primera se me encasquille, me quedo ahí clavado, sudo tinta. Juan Carlos, que toca los teclados y me hace coros, tiene ahí puestas las letras y a veces me chiva la palabra, y ahí ya tiro p'alante.

«Empiezo con 'Insurrección', me gusta que la gente se alegre de primeras»

– ¿Le costó mucho grabar aquella canción en euskera para un disco infantil de Ene Kantak, 'Azaroak 13'? Denunciaba el desastre del 'Prestige'...

– Ja, ja, ja... No se me entenderá nada. Me llamaron y siempre he sido de la idea de que a mayor diversidad cultural, mayores posibilidades de gozo, ¿no? Y les dije que sí, claro. Yo he cantado con Ruper Ordorika, con quien he tenido una amistad y un respeto, un cariño. A más cantidad de lenguas, más posibilidades de diversidad cultural, más felicidad para todos, así de simple, así de sencillo. Oye, no tengo esa canción, ¿por qué no me la mandas?

– Claro, si está en YouTube. Mirado los 'set lists' de la gira, se ve que empieza con '¡Insurrección'! Por todo lo alto, vaya, con un tema que es un himno. ¿Cómo reacciona la gente?

– Pues cantando y cantando. Me gusta que empiecen a cantar, que se alegren ya de primeras. Que sea sinónimo de aparecer y ya están contentos. Como lo del perro de Pavlov, eso es, moviendo el rabo desde el inicio, algo así, ja, ja, ja.

– ¿No está cansado de ella?

– No, no, yo no me canso de las canciones. Las canciones son un regalo de los dioses. Nos insuflan energía, nos dan vitalidad.

– Supongo que tendrá anécdotas graciosas con ese tema.

– Como muchas canciones que han sido luego un éxito, nació por casualidad. Está hecha en dos horas, la letra, la música, grabada y mezclada. Propuse a la compañía discográfica que fuera el 'single', y los directivos dijeron 'No, este tema no va a gustar', y lo dejaron de lado, como canción de relleno.

– Ya no toca 'Mar antiguo' o 'No me acostumbro'...

– Querida amiga, para hacer mi lista de canciones de la gira me deprimo, me tiro semanas haciendo la maldita lista. Me viene el mánager y me dice ¿y esta no la tocas? Ay, por Dios. Venga, va, la pongo, pero tengo que quitar otra. No puedo tocar 52 canciones, aunque yo estoy muy contento con todas. Pido disculpas.

– 26 años después de 'Arena en los bolsillos' su primer álbum en solitario, el de 'Pájaros de barro', presenta dos discos, 'Mi vida en Marte' y 'Desatinos desplumados'. ¿Por qué dos a la vez? ¿Qué tienen en común?

– Son diferentes, y son dos porque tuve mucho tiempo, estábamos confinados y como no veo mucha televisión ni juego a videojuegos, pues estaba en una habitación componiendo, grabando en mi pequeño ordenador mis guitarras, escribiendo cosas, cantándolas...

El antihéroe, un bicho raro

– Manolo, ¿ha oído hablar de las fiestas de Puff Daddy? El 'star system' de la música se decanta por el lujo y la frivolidad. Es usted un bicho raro, el antihéroe. ¿Se siente así?

– Yo no me siento nada, voy haciendo mi camino y siempre he sido muy consciente de que todo es humo, pero un humo glorioso, maravilloso. Tengo una fijación patológica, una bruma de pensamiento que flota en mí, de pensar que nos han cambiado las cosas sencillas de la vida. Nos las han quitado y a cambio nos han dejado unas baratijas, cuentas, como a los indios de las praderas, cuatro collares de bolas de cristal sin valor de ningún tipo. Cuatro botellas de whisky. Lo que hacían con los indios, quitarles la vida, la naturaleza, el país, el territorio, la cultura... Pues a nosotros nos han dado una serie de cachivaches espantosos que no me interesan nada. Nos han llenado el mundo de rotondas, de señales de tráfico y de anuncios en la tele. Y nos han quitado los ríos limpios, el mar a una temperatura adecuada. Con danas que provocan cosas horribles.

«Nuestro cerebro va a estallar de tanta información, casi siempre espantosa»

– Y usted ha bautizado su gira 'Cero emisiones contaminantes desde ya'.

– Desde mi tierna juventud, desde que empecé en el rock and roll, desde los años 70, cuando descubrí a Hendrix y los movimientos antibelicistas, todo lo que pasaba en EE UU contra la guerra de Vietnam, el mayo del 68, esa población en pie diciendo ya vale, ese Lennon, paz y amor... Ese tipo de consignas te marcan y piensas que son objetivamente magníficas, beneficiosas para todos. Que mejor es la construcción que la destrucción, construir vida que destruir vida, no separarnos, no dividirnos, no controlarnos, no hacer que vivamos inmersos en el miedo, en la incertidumbre. Bueno, pues es la historia de siempre, no hay nada nuevo, la única diferencia es que estamos ultra informados, nuestro cerebro siempre está a punto de estallar de tanta información, generalmente espantosa, 'fakes', mentiras, confusión, caos, gente hablando en las redes para escarnio, para varapalo, gente desconocida que pega a otros virtualmente, que insulta de una manera escondida, de incógnito. Y hombre, si habla Sócrates escucho, pero si habla mi vecino del quinto en las redes, el pobre, con todo mi respeto, pues no le leo.

Fan de Pepe Mujica

– ¿Cuál sería su carta a los Reyes Magos?

– Que hubiese un milagro, que en las cumbres donde se reúnen los mandatarios decidiesen parar el calentamiento global, hacerlo todo de manera razonable en beneficio del planeta, de todo el mundo. Porque es la madre de muchos otros problemas enormes. Fíjate, aunque solo fuera porque cada equis tiempo vendrá una dana terrible, un huracán tremendo, porque habrá 500 muertos.

– La imagen de los políticos no está en su mejor momento...

– Hay presidentes de comunidad autónoma juzgados por robar. O sea, yo sigo siendo fan de Pepe Mujica, lo siento, pero es mi político de cabecera, un hombre honesto. En cuanto a votar, creo que habría que dar un varapalo, de forma pacífica, por supuesto, parar un momento el mundo, eso que pasó en Islandia hace unos años, que dijeron 'Bueno, ustedes, ¿qué están haciendo aquí?' Y se les dio un tirón de orejas para de alguna manera exigirles una seriedad en la gestión, porque han demostrado que miran más por sus intereses de partido, por mantener su poltrona, sus prebendas. Llegan al poder y se suben los sueldos.

«Nunca me he quedado el dinero que saco por pintar»

Manolo García aprovechará su visita a la capital vizcaína para visitar el Guggenheim. «Una vez expuse en Bilbao en una galería con una amiga. Hicimos 15 cuadros a cuatro manos. No vendimos nada, pero me daba igual. Me gusta pintar, exponer, socializar, ir a sitios, hablar con la gente, mostrar la pintura. Me va la marcha esa. ¿Y qué hay que hacer para comprar un cuadro suyo? « Me debato en una situación extraña. A veces me he echado atrás con un cuadro, he dicho 'perdona, no te lo vendo, me lo quedo'. No pinto por dinero ni por afán de gloria. Hombre, algo de vanidad y ego hay, pero lo justo. Nunca me he quedado el dinero que saco por pintar, lo he dado a una obra social, a las ong: sida, autismo, ecologismo... ». ¿Y cuándo pinta? «Igual me meto en la habitación donde pinto después de cenar y veo que me he dejado los pinceles a medio limpiar, con pegotes de pintura que se van a secar. Y de repente son las cinco de la mañana y ya empieza un cuadro nuevo. Esa es mi idea, pintar por el placer de abstraerme del mundo. Mi yoga es pintar».

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