La burocracia asfixia a la UPV
Nekane Balluerka tiene por delante el reto de posicionar a la Universidad en la élite internacional y revalorizar la docencia
Pedro Ontoso
Domingo, 27 de noviembre 2016, 02:53
Nekane Balluerka fue premio extraordinario de fin de carrera cuando decidió especializarse en Metodología en las Ciencias del Comportamiento. Ahora es rectora magnífica de la UPV-EHU, con el apoyo del 66% de los votos emitidos. La tarea que le espera es titánica. Dirigir un ente de casi 50.000 personas y gestionar un presupuesto de 400 millones de euros es una misión compleja. «Gobernar una institución de estas características, donde casi todo el mundo tiene derecho a voto, es muy difícil», reconoce Juan Ignacio Pérez, catedrático de Fisiología. Lo sabe muy bien porque él fue responsable de la universidad pública vasca durante un mandato. Hay muy poco margen de maniobra, sobre todo en tiempos de dificultades económicas, y hay que pisar muchos callos en un territorio salpicado de capillas y con departamentos que son auténticos reinos de taifas. Eso es un inconveniente muy grave. A Balluerka, sus estudios de Psicología le van a servir para liderar la nueva etapa.
Pero esos son asuntos internos. La mayoría de los profesores de la UPV coinciden en que uno de los retos más importantes que tiene que afrontar la nueva rectora es posicionar a la Universidad entre las mejores del mundo. «Es verdad que ahora estamos en una zona intermedia entre las 500 mejores, y eso es un logro importante, pero tenemos que destacar en ciertas áreas aunque no se pueda como conjunto. Se nos tiene que conocer para codearnos con los mejores. No se puede ser bueno en todo, y es muy difícil en una institución del tamaño de la nuestra, pero debemos intentarlo», señala Pérez, muy entusiasta con Balluerka. «La nueva rectora es de diez. Tiene un curriculum magnífico y sabe dónde hay que mejorar y qué decisiones hay que tomar», sostiene.
Víctor Urrutia, catedrático de Sociología y exvicerrector, también apuesta por la internacionalización. «La proyección hacia el exterior, hacia Europa y Estados Unidos, es fundamental. Tanto para los profesores como para los alumnos. Ha habido pocos esfuerzos en esa dirección y se ha avanzado poco en la enseñanza en inglés. Una universidad muy localista se empobrece», advierte este veterano profesor, que también aprecia en Balluerka una mayor sensibilidad hacia esta cuestión.
Recambio con problemas
Una de las herramientas para despegar en ese trampolín es la investigación, que va en el ADN de cualquier universidad. En el caso de Euskadi no hay un diagnóstico común. Juan Ignacio Pérez considera que el nivel de los profesores va por barrios. «Hay áreas en las que se investiga mucho, con números unos reconocidos a nivel mundial, y hay otras donde esa actividad es nula. Y no hay forma de penalizar a esas personas. Esta es una universidad muy grande y muy diversa y existen áreas de conocimiento en las que ha arraigado una cultura investigadora. Hay que activar donde hay nivel y ganas. Habrá que vencer resistencias, pero hay que intentarlo», apremia.
Esta visión no la comparten muchos investigadores. Un profesor cualificado, veterano incansable en este campo, se muestra muy crítico con esta cuestión. «Antes, el 80% de la investigación del País Vasco se hacía en la universidad, pero eso está cambiando. Se han hecho inversiones importantes, millonarias, en equipamientos sofisticados para los laboratorios, y algunos están muertos de risa. No hay gente cualificada para manejar esas máquinas y hay laboratorios que se están cerrando por falta de profesores. La gente se está jubilando y no se les sustituye. Es incomprensible», se lamenta el científico, que prefiere no identificarse para evitar líos. «La posición de excelencia no se gana sumando publicaciones, muchas de ellas compradas a profesores extranjeros que no tienen ninguna repercusión aquí», insiste.
«La idea de la impunidad de los radicales hay que desterrarla»
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Los
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episodios de violencia radical
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nadie se atreve a catalogarlos como kale borroka preocupan a la comunidad universitaria porque suponen una amenaza para la convivencia. Las pasadas semanas se han visto imágenes que han desempolvado los viejos fantasmas del pasado. «Los encapuchados han vuelto al campus», se comenta con preocupación en las aulas de la UPV. Nekane Balluerka, que lo ha sufrido en su propia carne, lo tiene también anotado en su agenda como nueva rectora de una institución que es clave para la sociedad. La mayoría de los profesores consideran que se trata de unos sucesos muy serios, que habría que «atajar» con celeridad, antes de que los protagonistas «se crezcan» y se convierta en una rutina antidemocrática.
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Juan Ignacio Pérez, a quien le asaltaron el rectorado en 2008 tres días antes de las elecciones académicas, sostiene que «no hay manera de cortarlo. Esta organización existe para eso. Su razón de ser es protagonizar actos como los de estos días. Ya han avisado de que aunque se les dé lo que reivindican, seguirán actuando. Elementos antisistema los hay en todas las universidades, aunque aquí ha habido un ambiente que ha propiciado su actividad. Lo que hay que hacer es defenderse de ellos. En cualquier caso, tendrían que ser desautorizados de manera muy contundente por sus parientes ideológicos más cercanos», valora.
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Víctor Urrutia afirma que no hay que consentir que campen por sus respetos, por lo que propone que no se les faciliten los medios. «A la gente que no hace nada de provecho no se le pueden dejar locales. Habría que ser más rigurosos y realizar inspecciones periódicas para ver en qué emplean las instalaciones. Y, por supuesto, sancionarles, porque sus acciones afectan al patrimonio. La idea de la impunidad hay que desterrarla de la universidad. Algunos, en nombre de un pretendido buenismo, lo justifican invocando que la universidad es un lugar abierto para la discusión, el debate y la libre circulación de las ideas. Por supuesto, pero para quienes utilizan la palabra y la razón, no la coacción».
Víctor Urrutia cree que hay una cultura que tiende a sobrevalorar la investigación. El sociólogo, que ha dirigido decenas de tesis doctorales, pone la lupa sobre la docencia y avisa de que reemplazar al profesorado va a entrañar gran dificultad. Hay problemas para buscar recambios porque no se convocan plazas y la UPV no tiene autonomía en ese campo. «La generación de la democracia, la del 76, e ha empezado a jubilar y no se la está relevando. La crisis económica ha provocado un ajuste importante y no se convocan plazas de catedráticos y profesores titulares. Los contratos que se hacen son provisionales y generan inestabilidad. Es urgente mejorar el capital humano», reclama. «Aquí se complica esa situación por dos aspectos muy delicados. El reemplazo hay que hacerlo de forma adecuada con las áreas de conocimiento y, además, de una manera acorde con el perfil lingüístico, y ese equilibrio no es fácil resolverlo», admite.
Apatía y desencanto
En cualquier caso, el catedrático insiste en que hay que frenar lo que entiende como una degradación de la docencia. «De esto se habla poco, pero ha caído en picado. Hay nuevos docentes, buenos transmisores de conocimientos, pero muchos están al borde de la desafección», alerta. El efecto de la estrategia de Bolonia está siendo demoledor, coinciden muchos profesores, desanimados por los criterios de evaluación. «El sistema de Bolonia está fallando», señalan en un diagnóstico común. El resultado es una burocracia asfixiante. Pérez lo explica con una frase en inglés: «Buried under the snow (estamos sepultados bajo la nieve). Estamos sepultados bajo la burocracia. Es un problema grave, un lastre inmenso».
¿De qué estamos hablando? Urrutia afirma que los profesores se pasan el día haciendo plantillas y rellenando formularios. «Es un trabajo administrativo. Dedican más tiempo a esto que a formarse en la docencia». Pero es una labor que está relacionada con la justificación de su trabajo. «La burocracia nos aplasta. Tiene que ver con las evaluaciones que nos exigen, pero también con el ascenso en la jerarquía. A más méritos, más gestión. Y eso te absorbe. Estudias y lees menos, lo cual es un contrasentido», explica una profesora, que ha dirigido un departamento académico. «El Gobierno vasco podría ayudar facilitando los procedimientos», sugiere Juan Ignacio Pérez.
El resultado es que anida un cierto desencanto en la comunidad universitaria que se esfuerza en la docencia. Pérez, exrector, le quita hierro. «El desencanto ya existía en la universidad medieval. Es una pose que no me la creo. Ha habido épocas mejores y peores, ciclos que cambian. Es cierto que si queremos que la universidad vasca esté en primera línea en Europa, hay que dedicarle el esfuerzo presupuestario correspondiente. Si ahora se reactiva la economía, confío en que esa mejoría se traslade también a la UPV».
Nekane Balluerka tendrá que liderar una universidad diversa y plural, con distintos niveles de compromiso. Tendrá que revisar la oferta de grados, acometer la fusión de departamentos un proyecto que ha despertado recelos y actualizar los cauces de participación. Y con el mismo dinero. Una profesora muy activa, ahora un poco desanimada al sentirse atrapada en la gestión administrativa, saluda la llegada de una mujer al puesto más alto de la UPV, y la recibe con una petición muy clara: que consiga implantar la universidad como un proyecto colectivo y no como una suma de individualidades.
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