La vuelta al mundo en 1.095 días... a pie
Nacho Dean, un malagueño de 35 años, ha finalizado su periplo de tres años por el planeta para concienciar sobre el cuidado del medio ambiente. En México le escoltó la Policía, en Lima le atracaron y en Australia pasó varios días sin comer. Pero dormir bajo el cielo estrellado del desierto de Atacama, dice, compensa casi todo
Yolanda Veiga
Miércoles, 27 de junio 2018, 19:10
Tortilla de patata y paella. Un regreso a los orígenes a través del paladar. Nacho Dean ya está en casa. El 20 de marzo cerró el círculo en el kilómetro cero. Entró a Europa por Lisboa, a España por Cáceres y a Madrid por la Casa de Campo. Fin a un periplo de tres años por el mundo. No es una manera de hablar. Este malagueño de 35 años, licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas y técnico de Medio Ambiente, socorrista antes que aventurero (dejó un trabajo de 1.600 euros al mes), partió el 21 de marzo de 2013, con un petate de 25 kilos en un carrito sobre ruedas y una armónica, en dirección a Teruel. Treinta y un países recorridos, desde Francia a Portugal dando la vuelta al globo, 33.000 kilómetros a pie, una docena de zapatillas rotas, más de una veintena de ampollas, 24.000 euros gastados. El propósito, concienciar sobre la importancia de cuidar el entorno natural. Por cierto, que acabamos de celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio, aunque a muchos se les haya despistado la fecha.
En Eslovenia no es fiesta nacional pero casi. «Es uno de los países más respetuosos con el entorno que existen. Allí todo es verde, tranquilo, y la gente muy hospitalaria. Se han olvidado del estrés y la contaminación y llevan una vida sencilla y poco consumista. Es difícil encontrar centros comerciales y autopistas y hasta la capital, Liubliana, es un sitio amable». Esa, dice, fue la primera sorpresa de un viaje cargado de ellas. La segunda, que «en Estados Unidos muchas familias alquilan placas solares a una empresa para generar energía para su casa y la que sobra la devuelven al sistema eléctrico» y que los norteamericanos y los australianos «no tiran nada al suelo». Es cultural, igual que lo es precisamente lo contrario en Asia. «En Bangladesh, India... hay gente que vive en vertederos, tiran todo al suelo, al río, hay una cantidad de gente y de tráfico ruidoso tremendo. En México la basura tapona el alcantarillado».
¿Un lugar de España que le haya sorprendido gratamente?
Teruel me encantó. Se dice que no existe pero es muy rural y tranquilo y Extremadura también me gustó mucho, sobre todo en primavera, con la floración de los almendros. El campo olía a miel.
Dará gusto pasear por allí. ¿Y todo lo contrario?
Atravesar las ciudades a pie siempre es complicado. Salir de Madrid, cruzar Barcelona... me costó mucho. Hay muchos escalones para ir con el carrito, especialmente en Tarragona. Aunque cuando has caminado por Bangkok y Nueva Delhi estás vacunado de todo y te das cuenta de que antes te quejabas de vicio.
En su vuelta al mundo a pie Nacho Dean ha vivido momentos críticos. El más grave en Bangladesh. «Hubo un atentado terrorista y estallaron cuatro artefactos explosivos en cadena. De repente la gente empezó a correr con la primera bomba, y luego hubo otra y otra y otra. Me agazapé y salí corriendo. Los militares estaban en la calle, cargando sus fusiles y sin saber dónde apuntar». Y también sufrió dos intentos de atraco en México y El Salvador. «Eran miembros de las maras, armados con machetes. Reaccioné de la manera que menos se lo esperaban, les dije que no les iba a dar nada. Como nadie les lleva la contraria no sabían qué pensar, no sabían si tal vez yo era un rango superior de la mara, si llevaba una pistola... Llamé a la embajada y me pusieron escolta, la policía me acompañó un tramo por México». En Lima (Perú) sí llegaron a atracarle: «Estaba en los Barracones, en el peligroso barrio de Callao, y cuando me quise dar cuenta tenía cinco tíos encima. Me robaron la cámara y el móvil. Quise volver a recuperarlos, pero la Policía me hizo desistir, ni ellos entran ahí».
Al lado de estos episodios, esos días que pasó sin comer en Australia «porque no había nada, puro desierto, y se acabó la comida» o la tormenta que le pilló en el italiano valle del Trebia, con las ruedas del carro pinchadas y sin parches para arreglarlas, le parecen una anécdota.
En los 1.095 días que ha alargado su viaje, tres años clavados, ha habido momentos de todo, con generosa mayoría de esos que son inolvidables para lo bueno. «El desierto de Atacama, en Chile, es alucinante, como entrar en Marte. Las noches estrelladas son increíbles, el cielo 'pesa'. Y tampoco olvidaré la selva de Ecuador, hay una biodiversidad... Oyes cantidad de ruidos de animales que no sabes ni lo que son. Entonces abres la puerta de la tienda de campaña y de repente ves los árboles iluminados con luces verdes y blancas. ¡Son luciérnagas! El Himalaya es también un lugar especial. El norte de Nepal es montaña y el sur, jungla. He visto rinocerontes, elefantes en situación salvaje. Ha sido un regalo».
Nacho Dean lleva casi tres meses 'quieto', en Madrid, con escapadas habituales aquí y allá para dar conferencias y contar su experiencia. Necesita el movimiento porque no ha estado parado los últimos tres años. «Me está costando adaptarme a la inactividad. Si estoy muchas horas sentado se me hace raro y me encuentro fatal, como aplatanado. Estaba acostumbrado a funcionar con el ritmo del sol, me levantaba a las cuatro o las cinco de la mañana. Ahora intento hacerlo más tarde, a las ocho o las nueve. Durante mucho tiempo he tenido cansancio acumulado, cuesta hacerse a otro ritmo, y eso que he salido a correr, a nadar... Y luego hay otras cosas cotidianas de las que ya no me acordaba. Aquí no veo el horizonte porque mire a donde mire hay un edificio delante. Me molesta el ruido de la ciudad, los volúmenes muy altos. Así que no veo ni la tele. Leo o escribo».
A lo que se ha adaptado con más facilidad es a nuestra gastronomía. Íbamos a decir la suya, pero la suya ya son tantas... «He probado el ají de gallina y las papas a la huancaína en Perú, los chiles en nogada de México con crema de nueces, el tajín de Irán, que es buenísimo, el ikan bakar, que es un pescado de Malasia, y pese a que antes no me gustaba en picante ahora me gusta el chile».
Una receta fácil de preparar aquí.
Los aguacates como los comen en El Salvador, que tienen truco. Lo abres, quitas el hueso y rellenas ese hueco con aceite, pimienta molida, sal y unas gotas de chile rojo. Está riquísimo.