Borrar
Puente de Luis I, en la Ribeira del Duero en Oporto.

Oporto, el Duero con sabor portugués

La villa portuaria ofrece una escapada de aires decadentes y presencia vanguardista, en la que guisos y bacalao se complementan con su famoso vino dulce

Marta Madruga

Martes, 4 de agosto 2015, 17:39

Con aires de elegante decadencia se rinde la ciudad de Oporto al murmullo del Duero, al que tan solo desafían sus imponentes puentes, reconocibles en cualquier postal de las muchas que se exhiben en las tiendas de souvenirs. Este recorrido fluvial vertebra la villa portuguesa, diferencia sus riberas y confiere un encanto aún mayor a sus calles, rebosantes de nostalgia e historia. Se traza así un destino barato y cercano -podemos plantarnos allí en 6 horas de coche-, pero no exento de atractivos. Desde sus estrechas calles adoquinadas, hasta las bodegas del característico vino de Oporto, pasando por su suculenta gastronomía. La segunda ciudad más importante de Portugal se expone al visitante en todos sus sentidos.

La mejor forma de moverse por la ciudad es caminando, a pesar de las inumerables cuestas, partiendo desde la zona de la Ribeira que, como su propio nombre indica, se encuentra en la ribera del Duero. Es una de las zonas más carismáticas de la ciudad, con sus fachadas coloreadas, y desde allí se puede divisar la orilla contraria, salpicada por bodegas tradicionales de vino dulce. Su contemplación es obligada por la noche, con cientos de luces que dejan mecer su reflejo en las tranquilas aguas que desembocan en el Atlántico. Una típica terraza en los aledaños del Puente de Luis I puede ser el rincón perfecto para disfrutar de una bebida fría o de una romántica cena, desde donde divisar el funicular dos Guindais, que sube desde el muelle de la Ribeira hasta el barrio de Batalha.

Si nos adentramos en sus pequeñas calles, hacia el interior de la ciudad, descubrimos el edificio de La Bolsa, una construcción neoclásica en el centro histórico de la ciudad, justo al lado de la Iglesia de San Francisco. Pero sin duda, uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad es la Torre de los Clérigos. Se trata de un campanario barroco construido en granito y mármol que forma parte de la Iglesia del mismo nombre. A 76 metros de altura -pero solo apto para valientes dispuestos a subir sus 240 escalones- aguardan las vistas más impresionantes de la ciudad, con los jardines de la Cordoaria a vista de pájaro.

Harry Potter, de inspiración portuguesa

No pueden escaparse a nuestro recorrido los locales con más encanto de la ciudad, lugares donde perderse imaginando épocas pasadas. Es el caso de la la Librería Lello e Irmao, entre sus enormes estanterías de madera llenas de libros, grandes vidrieras, arcos, pilares y bustos de escritores, emerge una imponenete escalera de caracol, cuya madera labrada a mano parece mantenerse intacta al paso de los años. Ahora sufre el ir y venir de cientos de guiris que, lejos de comprar libros, entorpecen la circulación en sus pasillos, extasiados al contemplar el espacio que inspiró a la escritora J. K. Rowling, autora de la saga Harry Potter. Se ubica en la Rua das Carmelitas 144, cerca de la Torre de los Clérigos.

Un poco más arriba encontraremos la Plaza de la libertad y el Mercado do Bolhao. En esa zona, en la popular calle comercial de Santa Catarina, está también el Cafe Majestic, un café de los años 20 convertido en Patrimonio Cultural en 1983.

Bacalao y vino de oporto

Para disfrutar de su gastronomía es importante atender a varias recomendaciones, ya que encontramos menús de todos los gustos y bolsillos, pero sin duda la comida más tradicional, sabrosa y barata se esconde en tascas de fachada menos atractiva y con más comensal local. El plato estrella en Oporto es el bacalao, así como los guisos potentes de callos, legumbres y sopas. También encontramos las típicas 'francesinhas', sándwiches rellenos con todo tipo de carne que muy pocos valientes consiguen acabar.

Pero si en nuestra balanza pesa más el ambiente que el paladar, en la zona de la Ribeira, con vistas al Duero, encontramos varias terrazas con mucho encanto. Allí podremos disfrutar de menús locales, aunque en la mayoría de los casos, adaptados al turista y con minutas hinchadas. Como aperitivo, es un placer degustar una copita de vino de Oporto, acompañada de algo de queso, embutido o un bocado dulce. Este vino dulce es uno de los preciados tesoros de la parte alta del Duero y su orografía es buena prueba de ello. Visitar una de las múltiples bodegas que poblan la ribera opuesta nos introduce de lleno en la elaboración de este caldo, con degustación incluida. Conviene no dejarse llevar por la dulzura, pues el aguardiente que utilizan para frenar su proceso de fermentación puede jugarnos una mala pasada. Unas copitas de más con el estómago vacío pueden llevarnos directos de la bodega, a la cama. Avisados quedan.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Oporto, el Duero con sabor portugués

Oporto, el Duero con sabor portugués