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La Edad Media se vive de nuevo en el castillo de Muñatones
La fortaleza se convierte este fin de semana en un museo vivo con recreaciones en las que participa el público
Debe de ser por culpa del romanticismo, pero pocas edades de la historia resultan más evocadoras que la Edad Media. Lo puede comprobar quien se pase este fin de semana por Muskiz, donde se celebra la sexta edición de la Recreación Medieval en el castillo de Muñatones. La iniciativa, organizada por la ferrrería El Pobal, en colaboración con la asociación Otsolur y otros grupos recreacionistas, ha convertido este notable edificio en el escenario de un museo viviente sobre aquel periodo.
Este castillo de Muskiz fue residencia de Lope García de Salazar (1399-1476), noble vizcaíno que, como banderizo que fue, supo mucho de espadas, arcos, hachas y todo lo demás. Como hombre de letras, dejó constancia de las interminables y embrolladas luchas entre los linajes vascos en sus 'Bienandanzas e fortunas' y es bonito imaginar que le hubiera hecho gracia ver el entorno de su casa convertido, más de quinientos años después, en el fondo de una actividad didáctica sobre la alborotada vida de su tiempo.
Los grupos recreacionistas participantes –Otsolur, Caballeros de Ulver, Nassratten, Mitos, Nobiscum Deus...– han montado su campamento frente al castillo, en el que muestran a la asistencia, que es numerosa y fundamentalmente familiar, una panorámica de la vida en la Edad Media desde el siglo IX hasta, ya en la Edad Moderna, el XVI. Una imagen muy completa, porque no se limita solo a la parte 'guerrera' del asunto.
Cómo vestir una armadura
Pero claro, estamos en la época en la que triunfan fantasías medievalizantes como 'Juego de tronos' o 'El señor de los anillos', y hay al alcance de la mano cascos y cotas de malla y lanzas... Así que los recreacionistas se afanan en explicar todos los detalles sobre los usos de estos equipos. ¡Que se pueden tocar y probar! Santi Álvarez, un joven de Sestao, se calza una armadura casi completa. «Siempre quise probarme una cosa de estas». Pues dicho y hecho.
Primero el gambesón, una prenda acolchada que cubre casi todo el cuerpo– «ostras, qué calor con esto...»–; luego la cota de malla, elaborada con anillas de hierro. Una ligera. 15 kilitos de nada. Después una capucha que completa el gambesón – «esto no lo había visto en las películas...»– Encima, el almófar, una sobrecapucha también de anillas de hierro; encima, un chapel de fer, un casco abierto – «¡no puedo girar la cabeza!»–. Un escudo enorme. Una espada. Y a correr frente al castillo bajo el sol, a ver qué tal. 20 metros de carrera medieval son suficientes, gracias. «¡Madre mía, tenían que estar bien entrenados para ir así! Yo me rindo». Su familia se parte de risa.
El campamento se completa con varias actividades, como una exhibición de tiro con arco y, la que más exito tiene, porque está abierta a la participación del público: el muro de escudos. No es otra cosa que lo que su nombre indica. En un enfrentamiento a campo abierto, cuando venían mal dadas, no quedaba otra que formar una protección con los escudos solapados en varias alturas para aguantar el embate del enemigo. En Muñatones se ha podido ver este sábado una muy didáctica exhibicición en la que niñas y niños han demostrado ser bastante más hábiles que los adultos.
Los peques forman la primera fila, la que aguanta el ataque rodilla en tierra. Alineados a la primera. Con la segunda fila ya ha habido algún despiste. «A ver, ¿esto qué es? Los chavales en línea perfecta y vosotros no? ¿qué son estos huecos? ¡Por aquí entra una flecha!», afea uno de los recreacionistas, lanza en mano. Por fin, se forma frente al castillo el dichoso muro que aguanta una lluvia de flechas –puntas de bola de goma– y un último asalto espada en mano. Como en alguna de las celadas que Lope García de Salazar recogió en su libro.
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