56 años apoyando a los más necesitados de Durango y Iurreta
Los formidables de Bizkaia (III) ·
María Eugenia Uncilla lleva más de la mitad de su vida colaborando en la JAED, asociación que preside y ayudó a fundar en 1963YOLANDA RUIZ
Lunes, 2 de diciembre 2019, 00:56
A María Eugenia Uncilla no le gusta significarse, pero cuenta con una historia formidable. Lleva más de la mitad de su vida entregada a personas en situaciones de extrema necesidad en Durango y Iurreta. A sus casi 83 años sigue en ello. Pese a ello, rehuye cualquier tipo de protagonismo e insiste en que es una más entre todos los voluntarios que mantienen la llama encendida de la labor humanitaria que desarrolla la Junta de Asistencia a Enfermos de Durango (JAED) desde 1963. Además de formar parte del grupo que promovió su creación, ejerce en estos momentos de presidenta. «Ahora hay más necesidades que entonces», asegura.
La prodigiosa memoria que conserva le permite recordar y desgranar cómo fueron los inicios de la JAED. En pleno corazón del casco viejo se encontraba el bar Guria, que regentaba su esposo Javier Zelaieta y su cuñado Antón y en el que ella trabajaba «de solo a sol y sin descanso semanal». Allí fue donde se pusieron los pilares de la consolidada y popular agrupación. 'Maru', como se le conoce popularmente en la localidad, detalla que fue de la mano de Vicente Goienetxe y Basilio Arana. Ellos se acercaban al establecimiento una vez concluían las reuniones que Acción Católica celebraba en la sacristía de la basilíca de Santa María. A este trío se uniría también Rosario Erdoiza. «Por aquel entonces ella se encargaba de ayudar a las familias de San Fausto», rememora Uncilla. Begoña Bilbao completaba el grupo de fundadores.
De todos ellos solo queda Maru, que hace hincapié en la figura de «Don Luciano Francés, sacerdote de Santa María, que fue fundamental» en la constitución una agrupación que fue declarada de utilidad pública por el Gobierno vasco en 1994. María Eugenia comenta que en la década de los sesenta «la Seguridad Social no atendía como ahora, una viuda por ejemplo no percibía ayudas en un tiempo», por lo que las labores de la JAED eran «muy bien acogidas en los barrios de San Fausto, el Matadero y Juan de Iciar en los que se instalaron la gente obrera que venía de fuera a buscar trabajo en la industria de la zona.
Para conseguir recursos con los que ayudar en la localidad promovían entonces distintas actividades, entre las que se encontraba un sorteo mensual del equivalente a 30.000 euros en el que se podía participar con la adquisición de boletos a 5 pesetas cada uno. Los bailes en el frontón, Ezkurdi y la plaza del mercado y «hasta el concurso 'Haga usted lo que sepa'« les permitían obtener fondos para prestar las ayudas. »Todo hacía falta«, recuerda.
'El pueblo para el pueblo'
El apoyo de las empresas fue por aquel entonces fundamental. «Nos ayudaban todas. Recuerdo que Ona nos daba 5 millones de pesetas por Navidad», pone de ejemplo 'Maru' a la hora de detallar la dimensión de las aportaciones que percibían. A través de las industrias pudieron captar a gente joven que estaba dispuesta a ayudar bajo el lema 'El pueblo para el pueblo'. Y lo siguen manteniendo como bandera, al igual que cuando la Iglesia trató de absorber a este colectivo. «Nos reprochaban que no éramos solidarios para repartir todo lo que conseguíamos en Bilbao, pero aquí realizábamos una gran labor y queríamos que se quedara en el pueblo», admite con rotundidad.
Echando la vista atrás, esta mujer que hace alarde de un gran carácter explica que la labor que desarrolla la JAED ha dado un giro radical. «Antes todo lo hacíamos de forma directa desde el grupo, ahora todo es oficial. Contamos con la colaboración de los servicios sociales para evitar que se dupliquen las ayudas». Aunque hasta hace unos años se encargaban también de recoger ropa para distribuirla entre residentes de Durango y Iurreta, en estos momentos solo se dedican al reparto de alimentos todas las semanas. «El Banco de Alimentos, que también colabora, nos dice que tenemos una buena estructura», matiza Uncilla.
Sorteo de Reyes
Pero también conceden ayudas económicas destinadas a hacer frente al suministro eléctrico o de forma puntual para el pago del arrendamiento u otras necesidades básicas. Como principal fuente de financiación en estos momentos cuentan con la popular rifa de Reyes, que desde que la recuperaron en 1997 sigue animando la Navidad en Durango desde la caseta que instalan a mediados de noviembre para llegar a vender los 60.000 boletos, a 1,5 euros cada uno, y este año esperan alcanzar los 65.000.
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La vida personal de María Eugenia siempre ha estado estrechamente ligada a la ayuda humanitaria. Tras contraer matrimonio en 1961 con el también durangués Javier Zelaieta, que fue jugador del Indautxu, se incorporó a la actividad hostelera en el Guria. «Entonces sabía más de fútbol que de cocina», detalla esta mujer, que acaba de perder a su esposo hace año y medio y a su única hija Maite, el pasado verano. En aquel conocido bar de Durango, donde se vendían las tarjetas de socios de la Cultural, ella colaboraba en hacer emplastes de verbena para Zubia, que contaba con un espacio para dar masajes. Pero incluso hubo un tiempo en el que se encargaba de recoger las llamadas de teléfono de los hospitales. «Muchos clientes, cuando sus mujeres iban a dar a luz, me pedían que me encargará de recoger los informes porque ellos tenían que ir a trabajar», relata una mujer a todas luces formidable.
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