Borrar
Urgente Retenciones en la A-8 sentido Cantabria por dos accidentes en Santurtzi
La famosa esquina del Penta, en el madrileño barrio de Malasaña.
La Movida sigue viva en el Penta

La Movida sigue viva en el Penta

El bar de Malasaña, «punto de reunión» inmortalizado por Nacha Pop en 'La chica de ayer', celebra sus 40 años con un concierto mañana

Carlos Benito

Martes, 28 de marzo 2017, 17:13

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Para la inmensa mayoría, el Penta es relevante porque Nacha Pop lo mencionaron en la letra de 'La chica de ayer': «Luego por la noche al Penta a escuchar / canciones que consiguen que te pueda amar», escribió Antonio Vega, asediado por las nostalgias durante su servicio militar en Valencia. Aquellos dos versos incorporaron el bar de Malasaña a la mitología más sagrada de La Movida pero, en realidad, antes de que la canción se hiciese famosa, el Penta ya era importante para un grupo de gente muy significativo: el local de la calle de La Palma, en la esquina con la Corredera Baja de San Pablo, funcionó como avanzadilla de la nueva ola en nuestro país y contribuyó a propiciar aquella explosión de creatividad, multidisciplinar y descarada, que sacudió el Madrid de los 80. Este miércoles, con unos meses de retraso, el bar celebrará su cuarenta cumpleaños con un concierto en Madrid.

«Lo recuerdo como un punto de reunión de gente muy seguidora de la nueva ola que acababa de irrumpir, con sus ropas coloridas: vestidos pop ellas, corbatitas estrechas ellos. No era un sitio canalla, sino más bien de adolescentes y veinteañeros de clase media, muy tranquilo y de buen rollito. Ibas a tomar una cerveza y oías a Police, Madness, Blondie, The Jam, Ramones, The Specials, todo el batiburrillo aquel de estilos musicales que conformaba la new wave», evoca Jaime Urrutia, que empezó a frecuentar el bar en calidad de 'público general' y un año más tarde ya era uno de los personajes centrales de la escena, en calidad de guitarrista de Ejecutivos Agresivos. «Todo iba muy rápido», comenta el artista, que después alcanzaría la fama masiva al frente de Gabinete Caligari. «La primera vez que fui al Penta -añade- estaban allí Alaska y los Pegamoides al completo: aunque ya los conocía de sus conciertos, me impactó verlos tan de cerca».

Vistoso y efervescente

El Penta, que originalmente fue bautizado como Pentagrama, abrió en 1976 como pionero de un concepto que hoy parece haber existido siempre: tan alejado de las tascas castizas como de las discotecas, era un pub musical, es decir, un bar de copas con una cabina para el pinchadiscos. Y allí ejerció de DJ el mismísimo Johnny Cifuentes, teclista y cantante de Burning: un día entró a tomar algo, pidió una canción de los Stones y le dijeron que se la pusiera él mismo. Acabó trabajando en el bar, como protagonista y, a la vez, testigo privilegiado de lo que se estaba cociendo: «Sin duda fue el bar con la mejor música, porque la traían semanalmente de Londres, y también el más confortable. Prácticamente todo el que paraba por el Penta en aquella época tenía algo que ver con la nueva cultura: directores noveles de cine, fotógrafos, pintores, actores, periodistas, locutores de radio, pijos, roqueros, punkis en su mejor versión, promotores, 'dealers', chicas preciosas y, sobre todo, muchos músicos», enumera Johnny, que siempre supo estar con un pie en aquel entorno, tan vistoso y efervescente, y con otro en el rock más urbano y 'stoniano' de su banda.

Dentro del Penta, la fauna de La Movida se mezclaba en inesperadas combinaciones, tramaba mil proyectos y se esforzaba por sacudirse cualquier rastro de la grisura del franquismo. El bar se benefició de la proximidad de los estudios de Onda Dos, donde trabajaban mitos de la radio musical como Rafael Abitbol, Jesús Ordovás, Juan de Pablos, Gonzalo Garrido o Mario Armero. Se generó un intenso tráfico que circulaba en dos sentidos: los locutores llevaban al Penta sus alijos de discos recién horneados, mientras que los grupos dejaban en el bar sus maquetas en casete con la esperanza de que se llegasen a emitir. «Onda Dos estaba un par de calles más arriba del Penta, así que era como nuestro bar musical, junto a La Vía Láctea, que quedaba a cien metros calle abajo. En cuanto teníamos los discos de los Ramones, de Elvis Costello, de Graham Parker, de Paul Collins Beat, de Pretenders y demás grupos y solistas del punk, el pub rock y la new wave, los llevábamos allí», relata Ordovás.

Un arrebato de melancolía

'La chica de ayer', convertida en el himno oficioso de La Movida, elevó aquel garito para iniciados a la categoría de símbolo de una época: el Penta, mitificado por muchas personas que ni siquiera lo han pisado, ha sobrevivido a momentos de crisis y a cambios de propiedad y continúa ahí, en manos de dos antiguos camareros que decidieron comprarlo «en un arrebato de melancolía». Su intención fue preservar «el más puro 'espíritu Penta'», que hoy tiene más que ver con la nostalgia que con aquella innovación a ultranza de hace cuatro décadas. «Para mí es una responsabilidad llevar el Penta, porque ya es de lo poquito que queda de aquella época: el día que se pierda, habremos perdido parte de nuestra historia. En La Movida se hicieron cosas que no se habían hecho nunca, y algunas tampoco se han vuelto a hacer después. Era todo creatividad, alegría, una explosión de colorido», elogia Juanma Alonso, uno de los socios. Cada noche, sigue sonando 'La chica de ayer' para marcar la hora del cierre, en un ritual esperado por todos los parroquianos.

«Yo le sigo haciendo alguna visita de vez en cuando. Allí conocí a gente maravillosa, desde los camareros, que soportaban estoicamente todas las excentricidades de la peña, hasta la que sigue siendo mi esposa», concluye Johnny Cifuentes, orgulloso de aquella hermandad entre diferentes que siempre caracterizó al local de Malasaña: «Llega un momento en el que no hay distancias ni estilos. A todos nos gusta lo mismo: unas buenas canciones, unas birras frías y un lugar cálido como el Penta».

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios