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25 años de la gesta del Alavés en Europa

El Alavés se vistió de «Capitán América» para tumbar al Rosenborg

Los albiazules avanzaron a octavos de final de la UEFA tras imponerse a los noruegos en su casa, un estadio temido hasta por los gigantes de Europa

Lunes, 8 de diciembre 2025, 02:53

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Nada ni nadie podía parar a aquel Alavés. «Nos sentíamos invencibles. Éramos como el Capitán América, pero en albiazul», describe Hermes Aldo Desio. Una comparativa certera para explicar la capacidad casi sobrehumana de aquel vestuario. Este superhéroe de Marvel tiene como poderes la fuerza, la velocidad, la agilidad y una titánica resistencia. Todas ellas mostró el equipo dibujado en Vitoria para derrotar al Rosenborg (el domingo se cumplieron 25 años), por aquel entonces un villano temido por media Europa, entre ellos el Real Madrid, el Bayern o la Juventus. «Jugábamos impulsados por la pasión», recuerda Óscar Téllez. El fervor que descongeló a los nórdicos.

El Alavés regresó poco más de un mes después de la victoria ante el Lillestrom a tierras noruegas. Aunque las condiciones meteorológicas esta vez eran más extremas. Los termómetros tiritaron a 2,4 grados de media. Pero la sensación era aún más gélida. Se dieron todas las condiciones para presentar el decorado más invernal. «Recuerdo salir a la calle a dar un paseo y encontrarme todo nevado. Una estampa maravillosa, de auténtico cuento, pero también dura. Me viene a la cabeza incluso ese 'cla', 'cla', 'cla' que provocaban los clavos y las cadenas de los coches», evoca Téllez. Todo antes de que la oscuridad lo cubriese todo. «Poco después de comer ya nos tuvimos que volver al hotel porque ya era noche cerrada», apunta Desio. El estadio de Lerkendal tampoco se salvó, una 'pista de hielo' en la que debían imponerse tras el valioso empate (1-1) en la ida.

Los albiazules fueron una auténtica piedra en el zapato para los noruegos. Antes incluso de que el balón echase a rodar se impusieron también en esa batalla psicológica. Cuentan las crónicas del partido que todos los jugadores del Rosenborg actuaron con camisetas de manga larga para evitar sucumbir al frío. La excepción corrió a cargo de tres albiazules, el noruego Eggen, el argentino Desio y el serbio Tomic. Los tres alavesistas comenzaron el partido con manga corta. «A ver, que veníamos de Vitoria... (ríe). Lo cierto es que éramos bastante camaleónicos, pocos días después jugamos con un calor tremendo en Málaga y nos adaptamos rápido», recuerda Desio.

«Mané debía de tener un corazón de acero. Lo que le hicimos sufrir al ir siempre a por más y más... Nunca especulábamos»

Hermes Desio

«Recuerdo salir a la calle y encontrarme todo nevado. Me viene a la cabeza ese 'cla', 'cla' de los clavos y las cadenas de los coches»

Óscar Téllez

Aunque el frío heló realmente la sangre de los 12.000 espectadores cuando presenciaron esa eléctrica conexión alavesista de la que nació el primer gol. «Era una jugada de pizarra e inteligencia. La solía hacer bastante con Contra. Él corría al espacio y yo le enviaba un balón en largo. Pero es que esta vez fue todo perfecto. Sin dejarla caer, Cosmin envió un centro al área. Y ahí, Iván Alonso fue muy inteligente porque como no podía alcanzar a rematar, desequilibró al central en la disputa para que este se metiese el balón en su portería. Hoy esa jugada podría ser de VAR...», describe el madrileño, el encargado de activar la maquinaria táctica patentada por Mané.

El entrenador albiazul esbozó una tímida sonrisa al ver que su equipo conseguía tomar ventaja y poner la eliminatoria a su favor. «El primer gol ha marcado el devenir del encuentro», reconoció tras el partido. Aunque si bien los vitorianos no mostraron fragilidad, una renta tan corta mantuvo siempre alerta al técnico vizcaíno. «Mané debía de tener un corazón de acero. Lo que le hicimos sufrir al ir siempre a buscar más y más... Nunca especulábamos con el resultado», bromea el centrocampista argentino. «¿Pero sabes por qué competíamos tan bien? Porque peleábamos una auténtica piña».

Un rival 'enjaulado'

Un bloque que consiguió maniatar a los noruegos. «Habíamos estudiado una de sus jugadas ensayadas. Su delantero se metía dentro de la portería y desde ahí salía a buscar el remate. Mané en Ibaia nos preguntó: '¿Quién va a querer encargarse de marcarle?' Di un paso al frente y en el partido le anulé por completo. Recuerdo que le agarré como si eso fuese rugby», describe Téllez, uno de los obreros que levantó una muralla en la defensa para frenar los bombardeos del Rosenborg.

Poco antes del descanso llegó la estocada. Vucko, que estrenó titularidad, firmó una galopada por la banda para internarse en el área y batir por bajo al meta Arason. Ni siquiera con una renta de tres tantos (por el valor extra a domicilio) frenaron los albiazules. A la hora de juego, Javi Moreno sentenció la eliminatoria. Con el tiempo ya cumplido, los noruegos consiguieron maquillar el resultado. El gol de la honra llegó desde el punto de penalti mientras el bloque albiazul ya sacaba los billetes para octavos.

«Aquel año en Europa nos tomaban como un equipo simpático por vernos inferiores, hasta que les jodíamos», confiesa Desio. Subestimaron al Glorioso. «En una concentración posterior con Noruega los compañeros me reconocieron que no esperaban ese baño», recuerda Dan Eggen.

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