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Carlos Cienfuegos
Martes, 31 de diciembre 2024, 16:09
Asma, distrofias musculares y hasta depresiones. Son muchas las enfermedades crónicas que se pueden padecer. Aunque siempre se mantiene el vaso medio lleno y se piensa que no nos va a tocar, la probabilidad, en especial cuando se alcanza una edad elevada, es grande. Es cierto que el término a veces produce cierto vértigo, pero muchas no impiden llevar a cabo una vida normal. Sin embargo, siempre nos detenemos en pensar en las personas que las padecen y no deparamos en quiénes les acompañan. Las parejas son las que conviven en mayor o menor medida con la afección sin padecerla en sus mismas carnes. Por eso es habitual que se pregunten, ¿cómo puedo ayudarles?
La educación es la parte fundamental. Mostrar empatía sobre la persona enferma y ser consciente de que ciertas actitudes o comportamientos no son elecciones conscientes, sino fruto de la patología, se convierten en el pan de cada día. No siempre es fácil 'digerir' esos patrones, más cuando la disposición es positiva. Por ello acudir a un profesional puede ayudar a gestionar esas emociones. La terapia de pareja es una buena herramienta para fomentar la comunicación entre ambos miembros. En ella se exploran los miedos, las culpas, y se trabajan aquellos todas las situaciones que generan tensión entre ambas personas.
En ocasiones quién más necesita acudir a terapia es la persona sana. Son muchas situaciones que gestionar. Desde la propia enfermedad, que aunque no afecte directamente, sí hay que estar al tanto para ofrecer un apoyo real; hasta la convivencia o cambios anímicos que padece la otra parte. Por eso, tener un espacio en el que soltar todos esos sentimientos que se reprimen se convierte en algo esencial. Más si puede servir para no perder de vista la propias necesidades, a pesar del apoyo.
La terapia cognitivo conductual y actividades como mindfulness también pueden ser herramientas poderosas para reforzar las parejas. Con la primera se pueden enfrentar creencias erróneas como «si mi pareja me quisiera, haría más esfuerzos». Mientras que la segunda puede enseñar técnicas de relajación, que ayudan a combatir el estrés y a gestionar los momentos difíciles sin tomar una reacción impulsiva, además de fomentar la conexión emocional.
Los estereotipos y prejuicios, o las ganas de ayudar al otro, sin saber cómo hacerlo, son situaciones que todos hemos vivido. En el caso de una pareja, más aún al convivir juntos. Es importante que se fomente la autonomía del enfermo, en la medida que le sea posible. El instinto protector, ese que siempre sale, lo que consigue es mermar la autoestima del paciente.
Asimismo, el miembro sano tiene que establecer límites cuando no puede dar el 100%. Muchas veces el sentimiento de culpa impide poner barreras y aceptar que no se está en el mejor momento para ayudarle. El descanso es fundamental, y en casos así, lo mejor es recurrir a una persona externa que pueda echar una mano.
Expresar afecto y preocupación sin esperar reciprocidad inmediata evita sentimientos de culpabilidad. También buscar momentos de conexión, ver una película o una serie juntos, compartir paseos… Son actividades que si son asumibles por ambas partes pueden reforzar la conexión.
Fomentar la autonomía de los enfermos.
Comunicar nuestras ideas sin imponer o esperar una reciprocidad inmediata.
Buscar momentos de conexión mediante actividades sencillas.
Establecer límites saludables sin que ninguna de las dos partes se sienta culpable.
La salud mental es el gran eje sobre el que giran las parejas. La falta de entendimiento, de proyectos futuros en común o las diferentes formas de afrontar el día a día pueden generar sentimientos de inseguridad, de falta de autoestima o, incluso, de pérdida de interés por hacer actividades juntos. Esto puede derivar en una depresión, un trastorno complejo con síntomas físicos, emocionales y cognitivos. La mayoría de las personas entienden esta patología como un estado de tristeza prolongado. La depresión es más que eso: falta de concentración, distorsión de la realidad, alteraciones del sueño, falta de energía, irritabilidad o aislamiento son algunos de los síntomas más comunes. La agencia de psicología Unobravo la reconoce como uno de los principales desafíos y reconoce que es normal que se interpreten sus síntomas «como falta de interés o amor, lo que genera reacciones de desapego o confrontación en la pareja». El miembro que asume el rol de cuidador puede experimentar una carga emocional significativa, incluyendo ansiedad, culpa y agotamiento. Es por eso que desde Unobravo aconsejan la terapia como la mejor forma de ayuda.
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