La máquina de obrar prodigios

Uno se frota los ojos, trata de recapitular las razones de por qué suceden los milagros sobre una cancha de baloncesto y, al final, termina por bendecir las maravillas que puede deparar el deporte inventado por James Naismith. Una de ellas quedó para la posteridad en el Yubileyny Sports Palace de San Petersburgo con el Baskonia como protagonista. Pocos equipos como el azulgrana son capaces de conjugar el verbo 'creer' con tanta convicción y ahínco. Incluso cuando todo parece perdido y sola falta la firma para el cetificado de defunción, hay aún un soplo de vida en la tropa de Dusko Ivanovic que conviene aplastar. En caso contrario, tal y como le sucedió al Zenit, se corre el peligro de quedar sepultado por la fe y la capacidad de agarre de un Baskonia que no entiende de rendiciones ni de dejarse llevar cuando el marcador se pone con una pendiente digna del Tourmalet.

El plantel azulgrana llegó a ceder una renta de 18 puntos en contra en el minuto final del tercer cuarto (59-41). Llegaba casi desangrado a este punto, con el sonido del tren de los play off alejándose incrustado en sus oídos. acribillado por la inclemente ráfaga triplista de un Zenit eficaz y agresivo en extremo, parece que solo quedaba el maquillaje y el posterior adiós al sueño de colarse en los cruces de cuartos. Varío algunos resortes defensivos Ivanovic, lanzó la carta de Fall para buscar otras vías para recuperar terreno. Polonara anotaba sus primeros puntos del partido a seis minutos del cierre para colocar un 65-64 que parecía un amago de recuperación. Mientras, la escuadra rusa, imperturbable. Jugaba su partido; con su labor de destrucción defensiva y cierto desdén ante el esfuerzo de los alaveses. KC Rivers lanzó un puñal triple que resultó certero para cuadrar un 72-58 a casi cinco minutos para el cierre.

Comienza entonces la locura. Arranca la pelea azulgrana contra imposibles, la fe que le lleva pensar que es posible colar cualquier objeto gigante por el microscópico ojo de una aguja. Llegan los triples de Polonara y Giedraitis y los dos tiros libres de Peters mientras el Zenit convierte en temeridad su insistencia en el triple a pesar del desacierto. El viento ha cambiado para Pangos y Ponitka, hasta entonces dominadores del encuentro y el partido entra en los dos minutos finales con un 72-66 que pone un rictus de incertidumbre en el rostro de Xavi Pascual.

El duelo andaba desatado, pero aún había que revolucionarlo más. Como una barricada firme frente al Palacio de Invierno, el Baskonia se pertrechó para el asalto definitivo. Henry avanza hacia el aro ruso, pero su bandeja se escapa con una giro desesperante. Polonara se lanza por el balón, logra recuperar la posesión permite que el base virginiano sume un 2+1. El miedo ya está inoculado en el Zenit. La brújula de Pangos falla y Vildoza roba un balón, pero depara otro 2+1 de Polonara para igualar el encuentro ya entrados en el último minuto. La escuadra rusa no puede creer el tamaño de la pesadilla en la que se ve sumergido.

Basta un pellizco para el despertar, pero el error de Ponitka desde más allá de la línea de 6,75 le mantiene a oscuras. El Baskonia es una máquina imparable y Vildoza clava un triple que preludia el imposible, con un 72-75 a 24 segundos del final. Queda una defensa clave; Pangos busca la penetración pero el aro repele su intento. El rebote, que minutos antes era una batalla perdida, se convierte en cosa de todos. Polonara barre y Giedraitis atrapa un balón para después sumar dos tiros libres. Tras semejante prodigio, incluso se pone a tiro la opción la opción de recuperar el 'average' particular. La jugada perfecta la desbarata KC Rivers con su triple que pone más emoción con un 75-77 con cinco segundo por jugar. Al Baskonia ya no se escapa el triunfo. Lo garantiza una canasta doble de Giedraitis, la última acción de una remontada alucinante facturada por esta máquina de obrar prodigios.

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