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Tomás Ondarra
Los poderosos Basurto y las brujas de Atxuri
Tiempo de historias

Los poderosos Basurto y las brujas de Atxuri

En el paso de los siglos XVII a XVIII una rica familia bilbaína usó la delación y la violencia contra varias mujeres pobres a las que señaló como hechiceras

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Domingo, 24 de marzo 2024

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Una noche de diciembre de 1704 unos hombres llamaron a la puerta de una bodega de Atxuri en la que vivían María de Arteaga y María de Tellaeche, madre e hija. Pobres y analfabetas, habían sido delatadas como brujas ante la Inqusición por unas religiosas del convento de Santa Clara. Aunque el tribunal de Logroño desestimó el caso, ante sus vecinos habían quedado marcadas –si no lo estaban ya antes de la denuncia–, por lo que aquella visita nocturna no podía traer nada bueno.

Así lo debió de pensar la mujer que abrió la puerta, una de las personas –un matrimonio y una viuda– que convivían con las dos Marías. Cuando aquellos desconocidos se identificaron como oficiales de la justicia y preguntaron por ellas, «pareziendola que no las buscaban a aquella hora para cosa de gusto, dijo que no estaban allí», según declararía después. No la creyeron. Los hombres irrumpieron en la bodega y se las llevaron a la fuerza.

La madre «empezó a lamentarse y dar voces diciendo ay pobre de mí que me llevan a matar, ay de Dios de la justizia que me defienda, seanme vuestras mercedes testigos». Uno de los secuestradores, que resultó ser un escribano, Antonio Echabarría, intentó hacerla callar diciéndole «calla mujer, que no te queremos hazer ningún agravio, ven con nosotros que dentro de una hora bolbereis». No le creyó. María de Arteaga trató de pedir ayuda a todas las personas con las que se cruzó el grupo, unos cinco secuestradores más las dos víctimas, a las que rogó «que dijeran en Bilbao que aquellos hombres las llevaban a matar», pero «el hombre que las llevaba en la misma cavallería la tapaba la boca».

Tal y como relata el historiador Luis María Bernal en el capítulo de su 'Historia negra de Bilbao' (Txertoa, 2019) dedicado al caso, que también recoge en su tesis doctoral, las dos mujeres «estuvieron dos meses retenidas, pero el inicio de la investigación del corregidor y las identificaciones realizadas por los testigos motivaron que sus captores las liberaran en Begoña».

Las habían llevado a Lekeitio, donde las encerraron en habitaciones separadas y las maltrataron. Según el testimonio de la hija, sus captores le preguntaban dónde «estavan los echizos de doña Juana de Basurto, viuda vecina de esta dicha villa, y quantas heran las bruxas compañeras de la declarante y de la dicha su madre a lo que respondia la declarante que no savia nada de lo que la preguntava; y porque lo dijese en diferentes ocasiones la maltrataban azotandola con una correa y dandola con diferentes palos».

Brujomanía

El secuestro era un episodio más de «la brujomanía de los Basurto», como se refiere el antropólogo José Dueso en 'La caza de brujas en Euskal Herria' (Txertoa, 2022) a la persecución por cuenta propia que llevó a cabo en Bilbao durante casi dos décadas esta familia contra varias mujeres pobres, a las que acusó de ser brujas ante la Inquisición sin que esta institución estimara sus denuncias.

Juana Francisca de Basurto y del Barco, viuda de Juan de Ugarte y Zaldívar, «una de las damas más ricas e influyentes de Bilbao», fue el motor de esta peculiar caza privada. Convencida de que la enfermedad de su madre, que murió en 1692, y las que padecía ella eran resultado de hechizos y maldiciones, delató como brujas en 1687 a las hermanas Magdalena y Marina Otaola, pobres de solemnidad. El caso fue desestimado en Logroño y los Basurto recurrieron a las amenazas y la violencia. Lograron que las Otaola y un familiar se autoinculparan ante el tribunal de Logroño, que aun así determinó que no había caso. Juana Francisca de Basurto no dio su brazo a torcer y acudió a la Suprema, en Madrid, sin éxito. Su siguiente objetivo fue otra mujer pobre, Ángela de Elorduy, natural de Markina, delatada en octubre de 1704 con los mismos resultados legales.

La prudencia de la Inquisición

Frente a la credulidad de los Basurto destaca la actitud que en este asunto mantuvo la Inquisición, de «prudencia y moderado escepticismo», como señala Marina Torres Arce, profesora titular de Historia Moderna en la Universidad de Cantabria, que estudia el caso en su artículo 'Usos y abusos de la jurisdicción inquisitorial: las brujas de los Basurto' (2011) y lo presenta como «un ejemplo del uso social de la justicia». A la Inquisición recurrieron las partes implicadas en el conflicto, tanto los Basurto como las mujeres delatadas. «Cada parte se presentó ante el tribunal inquisitorial con un objetivo definido, no tocante en ningún caso a cuestiones propiamente relacionadas con la fe y la religión», escribe Torres Arce. La Inquisición se centró «fundamentalmente en ratificar en su papel como agente de control preeminente en terrenos de su competencia, tocantes a la moral, costumbres y religiosidad de todos los católicos bajo su tutela».

En diciembre llegó el turno de las brujas de Atxuri, María de Arteaga y María de Tellaeche. La hija declaró que durante su secuestro la llevaron «a un horno de pan cozer que estaba encendido y con mucha lumbre» y la amenazaron con meterla dentro «si no dezia lo que la preguntaban y con efecto la entraron los pies por la boca de dicho horno, aunque al instante la sacaron con que no se quemó».

Su madre también fue amenazada con el horno. Además, simularon que la enterraban viva. Una noche «haviendo atado a la declarante de pies y manos la entraron dentro de dicha sepultura como si estubiera muerta y le echaron tierra ensima de todo el cuerpo cubriendola hasta la cara y caveza y le pusieron una piedra sobre el pecho que pesaba como una arroba donde estubo como cosa de media ora».

Los secuestradores fueron apresados y juzgados, pero las penas fueron mínimas a causa de la influencia de la familia instigadora, que prosiguió su persecución particular. En diciembre de 1705 y febrero de 1706, los Basurto recurrieron otra vez al Consejo Supremo de la Inquisición, al que enviaron dos memoriales delatando a las hermanas Otaola, María de Arteaga, María de Tellaeche y Ángela de Elorduy. La Suprema pasó el asunto al tribunal de Logroño, «que volvió a desestimar las acusaciones pese a las presiones de la familia Basurto y no se desató en Bilbao una persecución de brujas», concluye Bernal. «Por fortuna», remata Dueso.

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