Ana Carrasco
Directora de Innovación de Paturpat – Udapa
«En el estado no se produce toda la patata que consumimos. Por eso, nuestro empeño en querer aumentar nuestras hectáreas de cercanía»
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El sector primario y la industria alimentaria trabajan juntos para preservar el entorno local, atraer talento joven y apostar por la calidad y la competitividad en un escenario marcado por grandes transformaciones
La actividad agroalimentaria atraviesa un momento decisivo, marcado por profundas transformaciones impulsadas por la innovación, la sostenibilidad y el desafío del cambio climático. Hablar de las expectativas de futuro es clave, porque «si tenemos la suerte de alimentarnos tres veces al día, es gracias a que el sector primario abastece con todos sus productos. Y, además, con una excelente calidad», arrancó diciendo Aitor Buendía, moderador del coloquio ‘Innovación, sostenibilidad y desarrollo en el sector agroalimentario’, organizado por EL CORREO. En la mesa participaron Noemí Revilla, responsable de Administración de Garlan S. Coop; Iñaki Cámara, gerente de Bodegas Luis Cañas; y Ana Carrasco, directora de Innovación de Paturpat – Udapa.
La responsable de Administración de Garlan S. Coop subrayó la importancia del papel que juega la ciudadanía en la defensa del entorno productivo local. «Si queremos mantener la soberanía alimentaria, el sector agrario es fundamental. Pero es el consumidor el que tiene que defenderlo y ponerlo en valor cuando elige unas legumbres del territorio frente a otras que proceden de un fondo de inversión que igual está en EE.UU». En este sentido, añadió que detrás del precio de los productos locales «también se está pagando a una familia que se dedica de una manera cuasi artesanal a producir y a mantener el entorno rural».
Para lograr ese reconocimiento del producto local, la educación y la información son claves, tal como apuntó Iñaki Cámara, gerente de Bodegas Luis Cañas. «Con esa educación desde las escuelas, los niños pueden saber qué es lo que se produce en el entorno, cómo se produce. Porque, al final, es un sector que no es susceptible de deslocalización. Es decir, está generando riqueza en el entorno y es inviable que esa riqueza se traslade a otro sitio. La alubia de aquí es de aquí, el vino alavés es de aquí. Entonces, creo que tenemos que poner en valor eso».
En esa misma línea, pero poniendo el foco en la competitividad, Ana Carrasco, directora de Innovación de Paturpat – Udapa, destacó la responsabilidad que también recae sobre la industria. «Es decir, dar un producto de calidad al mejor precio posible y, en cuanto a los consumidores, si podemos permitirnos pagar un poco más, yo creo que deberíamos hacerlo por nuestro producto local. Y luego quiero poner en valor al agricultor que trabaja día a día para que no falten los alimentos, porque tenemos la costumbre de comer tres veces al día, y el sector nunca nos hace faltar alimentos; es importante valorar esto».
La industria vasca de alimentos goza de un reconocimiento indiscutible, sustentado no solo en la calidad de sus productos, sino también en el empeño por hacer bien las cosas y profesionalizar el sector con los más altos estándares. «En el sector del vino se han implementado medidas tecnológicas, se han puesto en valor acciones culturales tradicionales y tenemos unos grandísimos vinos que no siempre están correspondidos con el valor monetario del mercado», comentó Iñaki Cámara.
La sostenibilidad medioambiental es otro de los ejes de transformación. Desde Garlan, por ejemplo, se están impulsando proyectos de agricultura regenerativa centrados en la mejora y conservación del suelo. «En utilizar menos elementos fertilizantes, fitosanitarios, que sean más efectivos, a dosis mucho más pequeñas o aplicados únicamente en los momentos estrictamente necesarios. Y también estamos con proyectos de reducción de envases», explicó Noemí Revilla.
La apuesta por el producto de origen también representa una de las fortalezas del sector. Es el caso de Paturpat – Udapa, que lleva años invirtiendo en una nueva planta dedicada a la conservación de la patata de siembra. «Vamos a invertir en nuevas líneas de calibrado con las últimas tecnologías para poder clasificarla. En maquinaria para plantar y cosechar las patatas, de tal manera que podamos apoyar a nuestros agricultores. Nos queda mucho camino, pero es el inicio», adelantó Ana Carrasco.
Otro aspecto destacado por los participantes fue la necesidad de atraer mano de obra joven al sector, cada vez más formada y con visión de futuro. «La industria tiene que ser cada vez más atractiva, y las cooperativas juegan un papel muy importante», añadió Revilla.
Precisamente, para que el sector agroalimentario resulte atractivo para las nuevas generaciones, la clave está en la innovación. Así lo reflexionaron los ponentes del foro, al destacar que el futuro pasa por la investigación, el desarrollo y la transformación tecnológica. «Yo ahora me estoy acordando de agricultores que nos venden la uva, que son ingenieros, técnicos agrícolas, licenciados en Derecho, pero han optado por este sector como una opción más de trabajo. Por lo que hay que darle viabilidad», destacó Cámara.
Poner en valor todo lo que se hace en la industria agroalimentaria no es solo una cuestión de cara al consumidor, sino también hacia dentro, con los propios trabajadores y sus familias, muchas veces estrechamente ligadas al territorio y sus valores. El gerente de Luis Cañas compartió que han puesto en marcha un proyecto de puertas abiertas para que los hijos de los agricultores conozcan de cerca el trabajo de sus padres y se familiaricen con las distintas iniciativas sostenibles que desarrollan, reforzando así el vínculo con la tierra y el orgullo por su labor.
Por su parte, Noemí Revilla explicó que en Garlan también promueven actividades de sensibilización, como las aulas de consumo. «En ellas vienen consumidores a ver el funcionamiento de nuestra planta de selección, de envasado de legumbres, y luego visitan las fincas de algunos agricultores para conocer de primera mano el trabajo que se está haciendo». Incluso productos tan cotidianos como la patata tienen mucho que contar, subrayó Ana Carrasco. «Desde cómo se conservan, los métodos de limpieza, la digitalización, la informática y hasta la robótica que está detrás».
El respeto por las prácticas tradicionales se convierte en una herramienta de futuro en el caso de Bodegas Luis Cañas. Tal como explica Iñaki Cámara, en sus viñedos centenarios conviven vides con olivos y melocotoneros, como sucedía antaño: «Nuestros antepasados, en algunas cosas, eran más listos que nosotros; lo hacían con un criterio totalmente lógico». Esta diversidad dentro del propio viñedo, combinada con variedades blancas y tintas, no solo enriquece el paisaje, sino también el producto final, aportando matices al vino joven de maceración carbónica. Frente a la lógica de la mecanización, Cámara defiende adaptar la maquinaria al campo, y no al revés, para preservar ese patrimonio agrícola heredado.
Además del cuidado del viñedo, en Luis Cañas también trabajan en la recuperación de anfibios mediante la rehabilitación de pozos antiguos como reservorios de agua. «Eran espacios construidos por nuestros abuelos en los años 50 y 60, y los estamos recuperando para que vuelvan a albergar vida», detalla. Esta apuesta por la biodiversidad va de la mano de una estrategia de producción cada vez más ecológica, con una clara reducción en el uso de productos fitosanitarios, fundamentales para proteger los ecosistemas acuáticos donde viven estos animales.
Por su parte, desde Garlan y Udapa reivindican la importancia de recuperar cultivos como la patata de siembra en territorios donde tradicionalmente tuvo presencia. «Es una oportunidad para volver a atraer el cultivo de patata a nuestro territorio, que es óptimo para ello», señala Noemí Revilla. Su proyecto conjunto con Ana Carrasco (Udapa) combina consumo fresco e industria, con el objetivo de aumentar la superficie de producción cercana y de calidad. Sin embargo, advierten que actualmente en Álava se produce menos del 1% de la patata que se consume, un dato que refuerza la necesidad de seguir apostando por el producto local. «En el estado no se produce toda la patata que consumimos. Por eso, nuestro empeño en querer aumentar nuestras hectáreas de cercanía. Querer tener producto cada vez más cercano y más próximo a nuestro origen».
Como reflexión final, los intervinientes abogaron por poner en valor todo lo que hay detrás de los alimentos de proximidad: el trabajo artesanal en pequeñas parcelas, el cuidado por el paisaje, el compromiso con la calidad y la colaboración entre productores. «Puede que nuestro producto tenga un ligero diferencial de precio, pero lo que lleva detrás es mucho más valioso», apuntó Noemí Revilla. Iñaki Cámara insistió en que consumir productos locales es también formar parte de un modelo que defiende el territorio, y Ana Carrasco pidió confianza: «Hay muchísimo trabajo y cuidado en lo que hacemos. Damos lo mejor que sabemos y podemos».
Estrategias de comercialización y presencia internacional
La comercialización en el sector agroalimentario se enfrenta al desafío de la estacionalidad de productos como la patata. «La patata es un producto estacional, y para tenerla todo el año hay que buscarla en distintos lugares», explica Ana Carrasco, directora de Innovación de Paturpat – Udapa. En Álava, la cosecha suele realizarse en septiembre, aunque las lluvias de esta temporada han complicado la siembra. Por ello, la colaboración entre Udapa y Garlan permite no solo potenciar el cultivo local, sino también apoyar a agricultores de otras zonas para garantizar suministro y calidad durante todo el año. «Y potenciar la siembra en nuestro territorio, que es de lo que se trata el proyecto que tenemos en común con Udapa y Garlan», explicó Revilla.
Respecto al vino, Iñaki Cámara, gerente de Bodegas Luis Cañas, resaltó la apuesta por «una identidad de marca fuerte, para que quien compre una botella sepa que no le va a fallar. Es decir, que responda siempre a sus expectativas». A pesar de su producción limitada, Luis Cañas está presente en más de 54 países. «Estamos en mercados muy diversos: en Europa, Latinoamérica con México, y también en lugares como Estados Unidos, China o Japón, aunque en algunos casos con presencia más pequeña», comenta Cámara. Eso sí, ‘surfeando’ siempre toda la coyuntura económica global, como es el caso de los aranceles de EE. UU.
«A nosotros nos afecta, aunque no de una forma directa», explicó el gerente de Bodegas. Esto se debe a que las bodegas que comercializan en América del Norte empezarán a buscar nuevos mercados en los que sí somos muy importantes, y eso puede incidir». La representante de Garlan señaló que, aunque el golpe no sea directo, todos los vaivenes globales determinan de alguna manera otros costes, ya sea de materia prima, fertilizantes u otros productos que afectan a los agricultores.
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