Me dedico a la monitorización del medio ambiente en un proyecto nacional, llamado ThinkinAzul, en el que participan universidades, centros de investigación, institutos oceanográficos… Mi grupo está desarrollando un gemelo digital del Mar Menor, una simulación basada en datos reales que nos permitirá predecir un bloom de algas o de medusas, o alertar del riesgo de una anoxia», explica Aurora González Vidal (Alhama de Murcia, 1992), que recibió el Premio de Investigación de la Fundación BBVA y la Sociedad Científica Informática de España (2022) por sus contribuciones al área del Internet de las cosas, reconocidas internacionalmente.
«Estoy enfocada en la mejora de la interpretación de los datos que nos llegan de múltiples sensores: boyas de temperatura, imágenes de satélites, medidores de caudal… Lo que pretendo es que se pueda conocer en tiempo real cuál es el estado del ecosistema y disponer así de un semáforo que nos avise si algo va mal. Y para no repetir errores del pasado», añade esta experta en Sistemas Inteligentes y Telemática de la Universidad de Murcia. «Me considero ecologista, pero ante todo soy científica. Y aspiro a resolver problemas de la vida real gracias al análisis de los mejores datos disponibles. Lo que quiero es diseñar una herramienta que ayude a tomar decisiones y que sea confiable», comenta González Vidal.
«Si los datos son transparentes, agnósticos y de calidad, el modelo permitiría que estas decisiones tuvieran una trazabilidad científica e incluso legal, evitando que se actúe por intereses de cualquier tipo que vayan en contra de la información que se tiene de un ecosistema en cada momento», afirma. Sus investigaciones son transversales. «Estuve en Grecia y acabo de llegar de Sicilia, donde he aplicado el análisis automático de imágenes de especies marinas para estudiar sus comportamientos y definir mejor los espacios protegidos», señala.
También lleva otro proyecto sobre maneras más eficientes de buscar en Internet, ahorrando energía y recursos. «La IA es una revolución. No creo que una superinteligencia llegue a corto plazo, pero tampoco la temo. Y tengo mucha curiosidad por ver qué puede hacer. La humanidad siempre se adapta a los avances», concluye.
«Mi trabajo se enmarca en el Internet de las cosas. Aplico técnicas de aprendizaje auto- mático e inteligencia artificial para analizar los datos de miles de sensores y hacer predicciones».
«Estos sensores son aparatos muy vulnerables. Pueden sufrir ciberataques o quedar dañados por las condiciones climáticas. Por eso también diseño técnicas de protección y verificación».
«Las aplicaciones son múltiples. Por ejemplo, en agricultura inteligente, para evitar el uso masivo de fertilizantes; medicina, empresa… O para diseñar gemelos digitales de ecosistemas».
«Mis algoritmos exprimen al máximo toda la información de múltiples fuentes geolocalizadas y de imágenes satelitales. Y ayudarán en la toma de decisiones en tiempo real».
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