Hay algo que me gustaría dejar claro. Los enfermos de Alzheimer seguimos siendo adultos y me he atrevido a revisar las indicaciones del decálogo —muy útil— que suele utilizarse para saber comunicarse con nosotros. Lo comparto, con matices.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
Querido Al: te escribo esta única carta que recibirás de mí para aclarar algunas cosas entre nosotros. Me estás arrebatando mi pensar, mi sentir y mi ser. Lo has hecho mucho antes de que fuera consciente de tu presencia en mi vida. Lo has hecho sigilosamente, pasando inadvertido al principio, disfrazándote de otros personajes y escondiéndote en el cansancio, la depresión, el estrés o el miedo. Poco a poco te voy conociendo. Sé que no hay nada ni nadie que te pueda parar. Eres tozudo e insistes en estar siempre presente: cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo... Sé cómo actúas.
Trato de protegerme mientras te veo como un compañero de vida. Aun así, no dejo de preguntarme por qué me elegiste a mí. No será porque haya tenido una vida entre algodones y merezca una lección. Debes saber que he tenido que luchar mucho para conseguir ser quien soy. Y no hablo de la actriz (que también). Me refiero a la persona. Al, no me han dado nada gratis, excepto el amor incondicional de mi familia, de los que están y de los que nos dejaron hace un tiempo. En eso he sido afortunada. Pero cuánto he tenido que trabajar, a puerta cerrada y sin un público que lo viese, para comprenderme a mí misma… Siempre tratando de entender ese manantial de sensibilidad que ha dirigido mi vida desde la adolescencia.
Siento la tentación de decir que tanta sensibilidad anunciaba tu presencia. ¿Eres tú el que ha estado conmigo desde el principio de los principios? Soy tímida, sensible y, para protegerme, algo distante. Aunque la timidez desaparecía cuando subía a un escenario. Qué gran descubrimiento fue para una excesiva sensibilidad como la mía poder regalar esa capacidad o emoción a cada uno de los personajes que he interpretado...
En cualquier caso, debo ser honesta contigo: habría preferido que me eligiesen otros y no tú. A veces pienso que habría sido mejor algo fulminante, sin esa carga que arrastro —y arrastraré— a diario hasta quién sabe cuándo. Porque pesa. Sin embargo, todavía tienes que completar el trabajo para apoderarte definitivamente de mí. Guardo bien mi sensibilidad en un cuerpo fuerte y sano todavía. Y aquí dejo todo esto por escrito. Cuando ya no sea yo, espero poder leerlo o que me lo lean para intentar recordarme. Ojalá pudiese despedirme de ti. Mientras tanto, mientras sea yo, seguiré adelante.
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.