Borrar

Daniel Susskind Experto en Inteligencia Artificial "La tecnología va a hacernos más prósperos que nunca"

Inteligencia artificial, robots… La pandemia ha acelerado el cambio. ¿Están nuestros empleos en peligro? Daniel Susskind, de la Universidad de Oxford y uno de los mayores expertos sobre el tema, asegura que sí. Pero dice que eso no es malo. Todo lo contrario. Le pedimos que nos lo explique.

Viernes, 07 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Profesor de Economía de la Universidad de Oxford y exasesor del Gobierno británico, con acceso al número 10 de Downing Street, Daniel Susskind (Reino Unido, 33 años) se dio a conocer con El futuro de las profesiones (Teell), donde trata sobre la progresiva sustitución del ser humano en el trabajo por robots. Fue seleccionado por Financial Times y New Scientist como uno de los mejores libros de 2018. Este año ha publicado A world without work (‘Un mundo sin trabajo’, sin edición en español). La idea clave desarrolla una inquietud del premio Nobel Wassily Leontief: el progreso tecnológico expulsará a los humanos del trabajo, como el coche y el tractor desplazaron a los caballos. Pero que no cunda el pánico, advierte Susskind, porque puede que el panorama no sea tan malo. «De hecho, es una oportunidad excepcional», asegura.

XLSemanal. Con la pandemia se ha acelerado la destrucción de empleo. ¿Vamos hacia una catástrofe?

Daniel Susskind. Yo soy optimista. En el siglo XXI, el progreso tecnológico nos hará más prósperos colectivamente que nunca. En el siglo I, la tarta dividida en trozos iguales para todo el mundo apenas daba para unos centenares de los actuales dólares; todo el mundo vivía cerca de la línea de pobreza. Durante mil años fue más o menos igual. Y solo en los últimos siglos el progreso económico se ha disparado; el PIB nominal per cápita de los habitantes del planeta ya es de 11.000 dólares. Y en unos 35 años se duplicará. Es una historia de éxito.

XL. Para ser una historia de éxito, quedarse en el paro no parece un final feliz…

D.S. Es que ahora tenemos un reto: cómo repartimos la tarta cuando la manera tradicional de hacerlo, que era pagar a la gente por su trabajo, es menos efectiva que antes.

XL. ¿Y cómo la dividimos?

D.S. Esa es la cuestión fundamental de nuestra época. Necesitamos que los gobiernos asuman un papel más decidido. Yo hablo de un Gran Estado.

“Se ha estigmatizado al parado, al que se considera un parásito. Hoy vamos hacia un nuevo paradigma”

XL. Para un liberal, Gran Estado suena a pesadilla totalitaria…

D.S. Ya. Pero no se trata de que dirija la economía y asuma el papel de promotor de obras públicas, sino de que impulse la redistribución de la riqueza. Los gobiernos no deberían centrarse en la producción, sino en la distribución. Y dejar que sea el mercado libre el que cree la riqueza, porque es más eficiente.

XL. Se ha calculado que Jeff Bezos, el gran triunfador de la pandemia, gana 55 millones de euros cada siete minutos. No sé si va a quedar mucha tarta para los demás.

D.S. Lo que estamos viendo es que la parte de la tarta que va a los trabajadores es cada vez más pequeña y la que va al capital, sobre todo a ciertos empresarios, es cada vez más grande. El problema es que el trabajo humano está cada vez menos valorado, razón de más para redistribuir la prosperidad.

XL. Muchos países han recurrido a paquetes de ayuda que se parecen mucho al helicóptero del dinero y otras medidas similares, muy controvertidas antes de la pandemia, aunque ya había economistas prestigiosos, como Martin Wolf, en el Financial Times, que las defendían. Pero incluso sus defensores las contemplaban en un horizonte mucho más lejano.

D.S. Exacto. Llama mucho la atención que el debate económico que ha dominado la arena política durante la última década en Europa, que era el de la austeridad, es hoy irrelevante. Es como si ese argumento perteneciera a un universo económico paralelo donde ya no habitamos. Los economistas más influyentes están a favor de un mayor gasto público.

XL. Es sorprendente…

D.S. ¡Es lo más extraordinario que ha sucedido durante la pandemia! En los últimos meses nos hemos encontrado con un mundo con menos trabajo, no porque los robots nos lo hayan quitado, sino porque el virus ha arrasado la demanda. Esto convierte a la pandemia en un gran ensayo. Y lo que se está probando es la redistribución de la riqueza. Hemos visto que los Estados han dado un paso adelante y han tomado decisiones que mucha gente consideraba inimaginables.

Daniel Susskind.
Daniel Susskind.«La austeridad ha desaparecido del debate económico. ¡Es lo más extraordinario que ha sucedido con la pandemia! Los economistas más influyentes están a favor de un mayor gasto público».

XL. ¿Usted propone que estas medidas perduren más allá de la emergencia actual?

D.S. Lo que yo propongo es la necesidad de poner en marcha una renta mínima, quizá no tanto una renta básica universal como una renta básica condicionada, para aquellos que no dispongan de otras rentas o que estén por debajo de un umbral. Y habría que anudar esta renta a la realización de tareas beneficiosas para la comunidad…

XL. ¿Cómo vivir una vida satisfactoria en un mundo donde nos paguen por no trabajar?

D.S. Es otra de las grandes cuestiones. Y la pandemia también es un ensayo general. El trabajo no es solo una fuente de ingresos, sino que le da una dirección a la vida, una identidad.

“Tras la Segunda Guerra Mundial se creo el estado del bienestar. Quizá con esta crisis seamos capaces de crear algo igual de generoso e inspirador”

XL. ¿Vamos a dejar de preguntar a qué se dedica alguien cuando nos lo presentan?

D.S. Bueno, los confinamientos están obligando a muchos a replantearse su escala de valores. Hubo épocas en las que trabajar se consideraba degradante. El trabajador era explotado. Luego cambió esta percepción. Se estigmatizó al parado, al que se consideraba un parásito. Hoy vamos hacia un nuevo paradigma. Las personas deberían poder elegir si quieren tener una identidad que no sea económica, pero que sea apreciada por la sociedad.

XL. Ese cambio debería empezar por los trabajadores esenciales…

D.S. Es irónico que muchos médicos, enfermeras, trabajadores sociales, cuidadores, profesores no tengan sueldos acordes a su importancia. La Segunda Guerra Mundial sirvió de catalizador para que la mujer entrase en el mercado laboral, puede que esta crisis nos obligue a asumir que ciertos trabajos vitales sean remunerados como se merecen.

“Tenemos un reto: como repartimos la tarta ahora que el trabajo humano está cada vez menos valorado”

XL. ¿Qué profesiones seguirán siendo necesarias?

D.S. Es erróneo pensar en qué empleos sobrevivirán y cuáles no. Ninguna profesión es una actividad monolítica: abogados, médicos, profesores, arquitectos… En cualquier trabajo, la gente realiza gran variedad de tareas. Muy pocos trabajos se verán desplazados enteramente por la tecnología. Pero la tecnología irá desplazando a la gente de tareas concretas dentro de una profesión.

XL. No sé si capto la idea…

D.S. Mire, un estudio reciente de la consultora McKinsey sobre 820 profesiones concluye que solo el cinco por ciento pueden ser totalmente automatizadas.

XL. Pues me quedo más tranquilo.

D.S. No cante victoria, porque el 60 por ciento de las ocupaciones están compuestas de tareas que sí pueden ser automatizadas. En otras palabras, la mayoría de los trabajos tienen un componente significativo que ya lo pueden hacer las máquinas. Así que la cuestión no va a ser cuáles serán los empleos que no serán automatizados, sino qué tareas dentro de áreas de trabajo podrán seguir desempeñando los humanos. Y la buena noticia es que hay muchas áreas que no son fácilmente automatizables, como las creativas, las de cuidado personal… La pandemia solo es la primera fase de una transformación que afectará radicalmente al mundo laboral en el siglo XXI.

XL. ¿Los perdedores de esta transformación ya tardan en ponerse a estudiar?

D.S. No es tan fácil cambiar de profesión de un día para otro. Los puestos mejor retribuidos requieren un grado de formación y actualización de conocimientos muy elevado. No va a ser fácil para el sistema educativo ayudarnos a salir de este callejón. La educación es cara y requiere años de esfuerzo.