Se casó, vivió... y murió con pantalones. Lo hizo cuando las mujeres vestían corsé y cuando llevarlos era un escándalo. Su vestimenta le costó detenciones policiales. Pero no cejó. No pudieron con ella. Mary Edwards Walker fue rompedora, y no solo en sus atavíos. Hija
de 'librepensadores' y abolicionistas radicales, se graduó como cirujana en Estados Unidos en 1855 (fue la única mujer de su promoción).
No fue la primera médica –solo la precedió Elizabeth Blackwell–, pero sí la primera cirujana con la que contó el Ejército. Cuando en 1861 estalló la guerra civil, se presentó como voluntaria en las filas de la Unión. Aunque el Norte contaba con muy pocos cirujanos, se negaron a contratarla como tal, pero le permitieron ejercer de enfermera. Tuvo que esperar a 1863 para trabajar como cirujano auxiliar del 52.º batallón de Infantería de Ohio, una medida que muchos colegas consideraron «una monstruosidad médica».
Vestida con pantalones, hundió el bisturí en heridos de la batalla de Chattanooga, entre otras. También se ofreció como espía, pero la rechazaron. Paradójicamente, luego la encarcelaron acusada de serlo. Sucedió en 1864, cuando Walker cruzó las líneas enemigas, dicen que para ayudar a un colega confederado en una amputación.
La apresaron, la acusaron de espionaje y pasó meses en una cárcel de Virginia. La soltaron en un intercambio de prisioneros. Al acabar la guerra, en 1865, los generales Sherman y Thomas la recomendaron para ser condecorada. El presidente Johnson lo aprobó y Walker se convirtió en la primera mujer en recibir la Medalla de Honor del Congreso de Estados Unidos. Sigue siendo la única: se la quitaron, pero luego se la repusieron.
En 1917, el Gobierno cambió los requisitos para obtener la medalla y borró de la lista a 900 condecorados, Mary y Buffalo Bill, entre otros.
La rebelde doctora Walker, por supuesto, se negó a devolverla. Continuó con sus conferencias batallando ahora por los derechos de la mujer y el asunto de la vestimenta, una reivindicación a la que dedicó dos libros. Defendía que no le parecía coherente que por ser mujer tuviera que envolverse en incómodos 'frufrús'. Walker destacó también como sufragista. Fue cirujana, feminista y heroína: Jimmy Carter le restituyó su medalla en 1977. Ella había muerto en 1919. Cumpliendo sus deseos, la amortajaron con pantalones.
La madre de la enfermería moderna fue la británica Florence Nightingale, cuya labor en la guerra de Crimea (1853 y 1856) fue excepcional. Pero «la enfermería se profesionalizó durante la guerra civil americana». Es la conclusión de la profesora de Historia de la Enfermería de la Universidad de Navarra Ana Choperena, autora de una tesis doctoral en la que estudia las autobiografías de trece enfermeras de esa guerra. Entonces, estas sanitarias se ocuparon también de labores de gestión y organización y se especializaron en ciertas funciones. Destacaron algunas de ellas, como Clara Burton o Anne Bell, en la foto.
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