En los años 30, estaban de moda los maratones de bailes, como el de la imagen de arriba en el circo Price de Madrid, en los que los concursantes bailaban hasta la extenuación. Como reporteros, Alfonso padre e hijo fueron testigos de la guerra de
Marruecos, el reinado de Alfonso XIII, el desarrollo de la nueva burguesía y el movimiento obrero, el ascenso y la caída de la República y la Guerra Civil. Supieron retratar como nadie la vida cotidiana en esa convulsa –y durante un tiempo, apasionante– época.
Agentes del juzgado levantan el cadáver de un suicida, 1928. El mayor mérito de Alfonso fue salir del estudio y fotografiar los sucesos con su impronta estética, pese a las dificultades técnicas. Lo hizo con pesadas cámaras de placas y superando todas las trabas para que sus fotos llegaran a tiempo a los periódicos.
Concurso de matas de pelo en la verbena de la Paloma. Madrid, 1927. La fotografía apenas estaba asentada en nuestro país. Fueron los periódicos ilustrados, surgidos a principios del XX, los que ofrecieron una posibilidad nueva al ejercicio de un oficio todavía con tintes de misterio.
Esta foto del traslado desde el Botánico hasta el Museo de Historia Natural –en Madrid en 1930– del elefante cazado por el duque de Alba es una de las rescatadas entre los 116.000 negativos de Alfonso. Del elefante, en realidad, solo se paseaba la piel. El duque abatió al animal en África y la piel, arrancada, fue enviada a Madrid. Aquí se construyó un armazón de madera, al que se ‘pegó’ la piel.
Boda de milicianos, 1936. Tanto Alfonso padre como hijo cubrieron la Guerra Civil, pero se negaron a glorificar las hazañas bélicas. Se centraron en las escenas cotidianas; la mayoría, dramáticas. Al vencer Franco, se les negó el carné de prensa en represalia por su cercanía a políticos republicanos.
Millán-Astray posó para Alfonso. Franco obligó a los Alfonsos a replegarse en su estudio, pero su prestigio era tal que entre sus clientes estaban los mandos militares y el propio Franco. En 1952 les devolvieron el carné de prensa. Pero el padre murió al año siguiente y el hijo, con 52 años, ya no retomó el oficio.
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