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Mi hermosa lavandería

Películas que me hubiera gustado rodar

Isabel Coixet

Sábado, 04 de Septiembre 2021, 01:12h

Tiempo de lectura: 2 min

Me piden en la Filmoteca Española una lista de películas para programar en septiembre y me pongo a ello. Lo más complicado es reducirla porque hay muchísimas películas que amo. Decido hacer una primera lista con películas que en determinados momentos de mi vida me marcaron, eliminando películas más clásicas que se programan en todas las filmotecas del mundo, una y otra vez.

Uno de los síntomas más claros de que me ha gustado una película es cuando al acabar siento una envidia irreprimible: me hubiera gustado hacerla, rodarla, trabajar esa idea, escribirla, parirla. Durante toda mi vida de espectadora, he pasado muchos ratos, más de los que puedo recordar, sentada en butacas de cine, una vez terminados los créditos, poseída por el espíritu del filme, marinando un estado mental en el que se mezclan la admiración, los celos y la ansiedad a partes casi iguales. Luego, al salir a la calle, todo eso se ha visto sustituido por una idea fija: ser mejor cineasta, esforzarme más, hacer mejores películas. Ser, en definitiva, mejor persona.

'Sé adónde voy' es un canto al azar, a las trampas que nos ponemos a nosotros mismos cuando nos imponemos tareas que en el fondo no deseamos

Las películas que he seleccionado forman parte de todas esas obras que me han empujado a hacerlo mejor. No sé si son obras maestras o no, pero a mí me han enseñado a mirar hacia otros lugares, a devolverme una idea del mundo y de mí misma, llevándome a recorrer París buscando un gato (Chacun cherche son chat, Cédric Klapisch), a los confines de la tundra para cumplir falsos rituales funerarios (Silent souls) o a escarpadas rocas de cartón piedra de los estudios Pinewood para demostrar que sé a dónde voy.

Y es esa justamente I Know Where I’m Going! (Sé adónde voy) de 1945, dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger, la película más antigua de la lista. ¿Cuándo vi por primera vez esa película? Juraría que fue en televisión, cuando todavía no existía más que un solo canal. Pero recuerdo bien la dicha que me produjo.

Es la historia de una mujer, Joan, que está a punto de cumplir su sueño, casarse con un millonario, para lo cual debe llegar desde Mánchester a la isla (ficticia) de Kiloran. Joan (Wendy Hiller) se mueve siempre a lo largo de la historia con movimientos ágiles, determinados, como si supiera sin dudarlo dónde quiere ir. Y, sin embargo, toda la trama la lleva exactamente por lugares adonde no quiere ir: a los brazos de otro hombre que también parece reacio a seguirla.

La película, rodada en la isla escocesa de Mull, uno de los lugares favoritos de Michael Powell, es un canto al azar, a las trampas que nos ponemos a nosotros mismos cuando nos imponemos tareas que en el fondo no deseamos. Creemos saber dónde queremos ir y en el camino nos perdemos otros destinos que nos hubieran colmado. En I Know Where I’m Going!, las fuerzas de la naturaleza se alían para que Joan no cumpla su sueño, pero encuentre una vida más plena y sincera. Me doy cuenta de que ese es, en el fondo, el denominador común de las películas que me gustan y de las películas que he rodado. El deseo del momento verdadero. El ansia de una vida mejor, a pesar de todo. Y por todo.