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Mi hermosa lavandería

Déjennos ser malas

Isabel Coixet

Sábado, 18 de Junio 2022, 01:55h

Tiempo de lectura: 3 min

Hace unos pocos días vino un periodista italiano a hacerme una entrevista para hablar de mi carrera, bla-bla-bla. Creo que si digo una cosa más sobre mi carrera se me caerá la mandíbula al suelo con el bostezo más grande del mundo. Que no es que no aprecie mis películas, que las aprecio: lo que me aburre sobremanera es darle vueltas a asuntos que he dicho y repetido unas doscientas mil veces intentando que mi voz no suene a la de un Yoda soñoliento.

En fin, que el italiano, en un momento dado, me pregunta, sin venir a cuento, que qué pienso del juicio Depp/Heard y de qué team soy yo. Me sale del alma: le digo que el juicio del siglo me la refanfinfla y le busco en el diccionario la traducción de 'refanfinfla' a su lengua (me ne frega). Respecto a lo de los teams, le digo que lo mismo. Que la vida es demasiado corta y compleja para gastarla viendo las retransmisiones de un juicio del que nunca entenderé por qué se retransmite en directo, en primer lugar. Insiste y le digo que tengo prisa; me dice que si la razón de que no quiera pronunciarme es porque…

Me pregunta que qué pienso del juicio Depp/Heard y de qué 'team' soy yo. Me sale del alma: me la refanfinfla y le busco en el diccionario la traducción a su lengua: 'me ne frega'

Le corto en seco porque ya veo por dónde va: «Mira, Giacomo, tú me preguntas por mis películas y te digo lo que necesites saber; de lo de demás, todo lo que yo diga no tiene más valor que el que pueda tener el ujier que dejaba pasar a la gente a la sala del juicio de marras». Giacomo se queda parado e intenta empezar  de nuevo, pero para entonces el espíritu de Jack Nicholson en A few good men se ha apoderado de mí y empiezo mi particular versión de la escena legendaria de «The truth? You can't handle the truth!!!!» ('¿La verdad? Usted no puede aguantar la verdad'). «Lo que sí te puedo decir es que no puedo estar más harta de esa dicotomía ponzoñosa de putas y santas, de ángeles y 'demonias', de Madres Teresa de Calcuta y Cruellas de Vil, de diosas y cucarachas. Que las mujeres estamos agotadas de tener que ser siempre las víctimas perfectas; que en este mundo en el que las hipérboles empiezan ya a quedarse cortas parece que haya que sobreactuar varios pueblos para que alguien te crea; que sí: las mujeres mentimos y asesinamos y abandonamos a nuestros hijos y robamos y somos infieles, sí, todo eso es cierto, pero, te lo digo sin ningún género de dudas y sin que la voz me tiemble, que el precio que pagamos por todos esos defectos y crímenes es invariablemente el triple, si no más, que el que pagan los hombres. Que a igual delito (aquí ya escucho el clamor de los tambores haters, bienvenidos) las que pagan el pato son las mujeres. Y, caro Giacomo, no me preguntes que por qué lo sé porque lo sé, porque llevo un montón de años en este planeta, con los ojos y los oídos y la sesera alertas. Y no sólo lo que he visto y sentido: lo he sufrido en mis propias carnes, desde mucho antes que tú nacieras, caro. Y aquí estoy, sin ser ni víctima ni santa ni diosa ni 'genia' ni la hez ni nada por el estilo. Pero, por favor, déjame, déjanos ser malas porque, de lo contrario, nos podemos volver realmente malas y, ay, Giacomo, ese día todo será llanto y crujir de dientes porque llegaréis a casa y no habrá nada en la nevera y las camas estarán sin hacer. Ciao, y si quieres que hable ahora de mis películas, voy a necesitar un Aperol Spritz. O tres».