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Frank Wilczek Un Nobel nos explica el universo... ¡y se le entiende!

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Es tan didáctico y entretenido que lo comparan con Stephen Hawking y Carl Sagan. Y eso que se ha propuesto explicarnos la realidad y condensarla en diez claves. Ahí es nada. Pero no es fácil desanimar a este Premio Nobel de Física dispuesto a desentrañar hasta los misterios de la materia oscura.

Domingo, 06 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 11 min

Frank Wilczek (Nueva York, 1951) es el físico en activo más influyente del mundo. Premio Nobel en 2004, tiene a miles de astrofísicos persiguiendo el axión, el ingrediente de la materia oscura, que bautizó con el nombre de su detergente. Su hallazgo estaría al nivel del bosón de Higgs y las ondas gravitacionales. Publica Las diez claves de la realidad (Crítica), un repaso a todo lo que sabemos (e ignoramos) sobre el cosmos, desde las partículas más pequeñas que forman los átomos (y que no son las que usted estudió en el colegio) hasta las galaxias más lejanas. Spoiler: Wilczek confiesa que si él hubiera creado el universo, lo hubiera hecho mucho mejor.


XLSemanal. ¿Somos polvo de estrellas?

Frank Wilczek. Podemos hablar con más precisión. Todo y todos estamos hechos de los mismos ingredientes: electrones, fotones, quarks y gluones. Las mismas partículas elementales forman las células de una persona, las moléculas de una roca, las proteínas de un virus...

XL. ¿Conocer mi composición a nivel atómico sirve de algo?

F.W. Para diseñar vacunas, sin ir más lejos, pero en la vida cotidiana ya nos va bien con unas cuantas reglas que aprendemos desde que somos bebés.

«Llevo media vida detrás de una partícula que explique la materia oscura. La bauticé con el nombre de mi detergente de lavadora: ¡Axión!»

XL. ¿Qué sabemos sobre la realidad de lo que estemos totalmente seguros?

F.W. Sabemos muchísimo. A Einstein le parecía asombroso hasta qué punto somos capaces de entender el universo. Pero lo básico es que sabemos que el universo es muy grande y muy antiguo. Que está hecho de muy pocos ingredientes. Que lo gobiernan unas pocas leyes. Que hay mucha materia y energía. Y que es bastante previsible. La historia de cualquier país es más entretenida. Pero también sabemos que hay un montón de cosas que no entendemos. Hay margen para el misterio.

XL. ¿Cuál es el mayor misterio?

F.W. Que la mente surja de la materia. Que billones de átomos se organicen y no solo sean capaces de cobrar vida, sino que en ocasiones formen neuronas que a su vez forman redes. Que la química y la electricidad alumbren la inteligencia.

XL. ¿La vida es inevitable o una casualidad difícilmente repetible?

F.W. Esto es especulativo. Al menos, conocemos un caso: el nuestro. Cuando la Tierra estuvo razonablemente en calma y no era un montón de magma en ebullición bombardeado por meteoritos, la vida emergió rápido. Unos 500 millones de años. Esto nos sugiere que, si se dan las condiciones adecuadas, es inevitable, por lo menos en sus formas más simples.

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XL. ¿Entonces hay vida ahí fuera?

F.W. Creo que es muy probable que la vida sea algo bastante común en la galaxia. Hay miles de millones de planetas similares a la Tierra. Que sea inteligente es otra cosa. Aquí tuvo que ocurrir un accidente: que un asteroide llevase a la extinción a nuestros más temibles competidores.

XL. ¿Por cuál de sus ideas le gustaría que lo recordasen, por la que le supuso el Nobel? (La libertad asintótica, que es el colofón del modelo estándar de la física, hoy dominante).

F.W. Aquello fue el trabajo de unos pocos meses. Y yo era un principiante. Solo tenía 21 años. Tuve suerte porque estaba en el lugar adecuado en el momento justo. Pero llevo media vida detrás de una partícula que sería la materia oscura que aporta el 25 por ciento de la masa del universo.

XL. Tengo entendido que, además de teorizar la existencia de esa partícula, fue usted el que la bautizó.

F.W. Sí. ¡Axión! Yo estaba en la lavandería y era la marca del detergente. Se me ocurrió incluso un eslogan. «Axión limpia los problemas de la cromodinámica cuántica» [ríe]. Entonces yo era una voz en el desierto, ahora hay miles de físicos experimentales persiguiéndola, pero todavía no tenemos tecnología para detectarla. Aunque estamos cerca. Me gustaría vivir para verlo.

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En busca del axión. En el bolsillo de la camisa de Wilczek nunca faltan bolígrafos y rotuladores y un bloc por si le asalta una idea. Niño prodigio de una familia de emigrantes, su reloj le avisa cada hora de que tiene que estirar las piernas. «Quiero vivir para ver el axión». |Jason Grow

XL. Peter Higgs ha vivido para ver su bosón, aunque se tardaron décadas.

F.W. Sí, yo ya tuve la suerte de que se detectara otra de mis 'criaturas', el anyón, aunque su importancia es más modesta. Tengo otra obsesión que promete: los cristales de tiempo. En fin, como padre, no quiero elegir. Ya me conformaría con ser el mensajero de la complementariedad. Es un concepto que tomo prestado de la física cuántica, pero que se puede aplicar a la vida. A mí me ha ensanchado la mente. Me hace ser más tolerante y despierta mi imaginación.

XL. Defina la complementariedad.

F.W. Es la capacidad de pensar en algo y su contrario. La luz, por ejemplo, es al mismo tiempo onda y partícula. Somos más empáticos cuando nos damos cuenta de que nuestra forma de ver y explicar el mundo no es la única que funciona. Nos cuesta asimilar que un electrón viaja como una bala y como una ola de manera simultánea y que, si calculas su velocidad, no puedes saber su posición, y viceversa. Pero los artistas lo intuyen. Si escuchas una sinfonía, puedes concentrarte en las armonías, o sea, en los acordes de un instrumento, o en la melodía, el sonido conjunto, pero no en ambas al mismo tiempo. La pintura cubista es otro ejemplo. Picasso superpone distintos ángulos para representar un objeto.

XL. Esto me recuerda la desazón de muchos físicos con la mecánica cuántica. Hasta que alguien dijo «calla y calcula». Las ecuaciones funcionan, pues adelante...

F.W. ¡Todavía hay físicos cuánticos que no se las creen! Piensan que vendrá algo diferente. Yo no soy de esos. Que la mecánica cuántica funcione es maravilloso. Deberíamos profundizar en ella más que cuestionarla.

XL. Ya, sin ella no habría iPhones ni Internet ni GPS...

F.W. El GPS es un compendio de diversos conocimientos muy profundos sobre la materia. Hay que entender los principios de Newton, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, las leyes de la electrodinámica, la transmisión de señales en el espacio, los relojes atómicos, los láseres... Toda la historia de la física está ahí, encapsulada en una tecnología. Si solo una de estas teorías no fuera cierta, o si fuera solo aproximada, el GPS nos daría resultados disparatados. Piense que sus cálculos se basan en la velocidad de la luz. Y en una décima de segundo la luz recorre miles de kilómetros.

«El universo es bastante previsible. La historia de cualquier país es mucho más entretenida»

XL. Oiga, que fuimos a la Luna sin GPS y con unos ordenadores menos potentes que los móviles que llevamos en el bolsillo.

F.W. [Ríe]. Porque somos audaces. Tomar riesgos es parte de la naturaleza humana. Unas veces nos sale bien. Y otras nos metemos en líos. Pero el riesgo es una palanca del progreso.

XL. Sospecho que a usted le gusta tirarse a la piscina...

F.W. Sí, yo disfruto con la novedad. Me encanta jugar con ideas nuevas y ver hasta dónde nos pueden llevar.

XL. Tiene 70 años y sigue al pie del cañón, ¿cuál es el secreto?

F.W. ¡Casarte con la persona adecuada! (Su esposa, Betsy Devine, es ingeniera y escritora, llevan casados 48 años y tienen dos hijas). Ayuda tener buenos genes, comer sano, practicar ejercicio. Y tener la curiosidad de un niño. Yo sigo aprendiendo. Me he matriculado en unas cuantas asignaturas de cursos on-line. Vuelvo a ser un alumno. También toco el piano y he aprendido a hacer juegos malabares... Y siempre estoy haciendo planes. Me levanto cada día deseando ver qué me va a deparar. No me da tiempo a todo. Mis expectativas sobre lo que sería tener 70 años eran bastante más sombrías.

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Una pareja con sobrado talento. La esposa de Wilczek, Betsy Devine, es ingeniera y escritora, llevan casados 48 años y tienen dos hijas. Viven en Concord, un pueblo de Massachusetts, en lo que fue una granja dedicada al cultivo de espárragos.

XL. ¿Algún consejo para los jóvenes?

F.W. Explorar y explotar. Que abran la mente, que sean curiosos y, cuando encuentren algo que les llame la atención, que profundicen. Si se enamoran, ese es el camino.

XL. Se lo ve feliz.

F.W. Es el secreto que lo resume todo. ¡Ah! ¡Y ensamblo relojes!

XL. Espero que no sean atómicos...

F.W. [Ríe]. No, son de péndulo. Pero la física va de la mano de la historia de los relojes. A los de cuerda les sustituyeron los que se basan en la vibración de cristales; luego, de átomos... Cuanto más precisos son, más avanzamos en las fronteras del conocimiento. Un reloj atómico mide el tiempo desde el Big Bang con un error de menos de un segundo.

«El mayor misterio del universo es cómo de la materia ha surgido la inteligencia»

XL. ¿Tenemos alguna idea plausible de lo que había antes del Big Bang?

F.W. No. Sabemos que el Big Bang ocurrió porque tenemos montones de pruebas convincentes. Sabemos que en ese momento el universo era muy compacto y caliente. Y que, desde entonces, se expande y se enfría. Pero cuando te acercas a ese momento las leyes de la física no sirven. Nos dan ecuaciones de infinito partido por infinito y cosas así. Puede haber sorpresas en el futuro.

XL. ¿Cree que hay sitio para Dios allá donde la física no llega?

F.W. El problema es que hay muchas ideas alternativas sobre Dios. Y si nos ponemos a discutir sobre ellas es un terreno resbaladizo. No creo que la ciencia valide ninguna religión. Pero, si eres creyente y quieres profundizar en la obra de Dios, la ciencia tiene mucho que aportar. Cuando estudiamos cómo es el mundo, también podemos conocer mejor a Dios.

XL. ¿Diría usted que el universo es una creación óptima?

F.W. No. Está muy lejos de ser óptimo. Por lo que sabemos, cuesta que surja vida inteligente. En el sistema solar, solo estamos nosotros. El universo es mejorable. Hay quien dice que vivimos en una simulación o en un programa de ordenador, como en Matrix, pero no creo. Se despilfarra demasiada materia, demasiada información. Tanta que el programa dejaría de funcionar.

XL. ¿Qué cambiaría si pudiera?

F.W.  Tendría que pensarlo con detenimiento... Pero empezaría por hacer los protones un poco más ligeros. De este modo, los procesos químicos serían más rápidos y sencillos. Y habría más oportunidades para la vida. Pero se podrían hacer varios retoques aquí y allá, incluso respetando las leyes actuales de la física. Sí, creo que podría hacer un buen trabajo.

«Llegará un día en que los ordenadores tendrán conciencia de sí mismos. Las cosas pueden ponerse mal. ¡Pero soy optimista!»

XL. Confiese, ¿los físicos están siempre en las nubes?

F.W. Algunos sí. La mecánica cuántica se descubrió durante un periodo muy oscuro de la historia de Alemania, derrotada en la Primera Guerra Mundial y sumida en la hiperinflación de los años veinte. Esa desconexión entre las circunstancias del momento y la vida intelectual no es un caso aislado. La física tuvo un tremendo desarrollo estimulada por el gasto bélico y el uso de la tecnología por parte de los ejércitos modernos. Pero también sucede que en tiempos de crisis hay fenómenos que la gente descubre y que no entiende realmente. Puede ser perturbador. A algunos científicos les molesta mucho que se descubran cosas nuevas que cuestionan el paradigma dominante. Los ingenieros necesitan leyes fiables para hacer sus cálculos y construir cosas útiles. Por el contrario, la comunidad de físicos de alta energía está muy decepcionada por el hecho de que el colisionador de hadrones solo encontrase el bosón... y nada más. Confirmó las leyes que tenemos, lo cual está muy bien. Pero a muchos nos hubiera gustado algo más emocionante.

XL. ¿Cree que el ser humano está a punto de sufrir una optimización como nunca antes se ha visto?

F.W. Ya está sucediendo. Mi ordenador ya es una extensión de mí mismo. Y esto se va a intensificar con la ingeniería genética y con la colaboración entre hombre y máquina, que será cada vez más íntima.

XL. ¿Teme que la inteligencia artificial nos supere?

F.W. No, pero estoy seguro de que va a suceder. No porque nos gane al ajedrez, sino porque llegará el día en que los ordenadores no solo sean más inteligentes, sino que adquieran conciencia de sí mismos. Las cosas podrían ponerse mal si ese desarrollo está motivado por razones militares o comerciales. Pero soy optimista.


'Píldoras Wilczek'

Cinco sencillas preguntas trascendentales


1. ¿CUÁNTO MIDE EL UNIVERSO?

«Hemos medido su tamaño. Tenemos el cuenta-kilómetros perfecto: la velocidad de la luz, que siempre es la misma. El Big Bang sucedió hace 13.800 millones de años. Así que a la luz le ha dado tiempo a recorrer 13.800 millones de años luz. El diámetro de nuestro planeta es de una fracción de segundo luz».


2. ¿QUÉ NOS ESPERA EN EL FUTURO?

«Ocurrirán cambios dramáticos en el Sol en unos mil millones de años. Si trasladamos todo el tiempo que ha pasado desde el Big Bang a la escala de un año, esto significa que en poco más de un mes hará tanto calor que se evaporarán los océanos y la Tierra será inhabitable. Y hay más. Si no controlamos el calentamiento global, en unas pocas horas el clima habrá cambiado tanto que puede que no podamos adaptarnos».


3. ¿HUIR A MARTE?

«Abandonar el planeta me parece una opción desesperada. Marte está lejos y no es nada hospitalario. Puede que vivir bajo tierra o bajo el mar sean soluciones más viables. O quizá desviar parte de la radiación que nos llega del Sol reflejándola hacia la atmósfera».


4. ¿SOMOS REALMENTE IMPORTANTES?

«La comparación de nuestras vidas con la vastedad del universo es una cura de humildad, pero ¡debemos tener autoestima! Que el universo sea grande no quiere decir que nosotros seamos pequeños. 'Al fondo hay mucho sitio', decía mi colega Richard Feynman. En cada cuerpo humano hay más átomos que estrellas en el universo visible».


5. ¿CUÁNTO PODEMOS PENSAR?

«Nuestras vidas parecen cortas, pero hacemos muchas cosas. Nos da tiempo a tener hasta mil millones de pensamientos.Lo he calculado atendiendo a lo que tardan los pulsos eléctricos que sirven a las neuronas para comunicarse. La velocidad del habla es de dos palabras por segundo y para enunciar un pensamiento con significado necesitamos cinco palabras. Salen entre cien y mil millones de pensamientos. Si descartamos los pensamientos que están relacionados con la comida y el sexo, el número total se reduce, claro, pero si añadimos la capacidad del cerebro de procesar en paralelo resultan bastantes más, aunque muchos sean inconscientes. Pero, si tienes cinco o seis buenas ideas a lo largo de tu vida, es que lo has hecho bien».