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Guebel posa en una de las calles de Vitoria./ JESÚS ANDRADE
Guebel: «Mis padres tuvieron que emigrar en busca de refugio y de futuro»
NUEVOS VASCOS | Futura estudiante de Medicina saharaui

Guebel: «Mis padres tuvieron que emigrar en busca de refugio y de futuro»

Tras vivir siete años en Vitoria, Guebel viajará a Cuba para estudiar Medicina. «Los saharauis somos nómadas y lo seguiremos siendo hasta que mi país sea libre»

LAURA CAORSI

Lunes, 22 de julio 2013, 09:46

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Guebel está a punto de viajar. El mes que viene volará hacia Cuba para iniciar allí sus estudios. Cursará Medicina en la universidad gracias a un convenio de colaboración educativa que existe entre el país centroamericano y el suyo, el Sahara Occidental. «Cada cierto tiempo, Cuba ofrece becas para que los jóvenes saharauis podamos formarnos allí. Cuando terminé el Bachillerato, me presenté a este programa de becas y me concedieron una. Estuve hace poco haciendo el 'Premédico', un curso previo obligatorio, y ahora volveré para hacer la carrera», explica en Vitoria, la ciudad donde vive con sus padres y sus hermanos desde hace casi siete años.

«Por supuesto, Cuba es muy distinto del Sahara, así como el Sahara lo es del País Vasco. Son lugares muy diferentes entre sí». Sin embargo, pese a las singularidades culturales, sociales o climáticas, Guebel reconoce que no le ha costado adaptarse a ninguno de los sitios donde ha ido. «Los saharauis somos nómadas -subraya-. Y lo seguiremos siendo hasta que mi país sea libre y ya no tengamos que refugiarnos o vivir en el exilio».

El instinto de supervivencia es un motor poderoso, como la noción de pertenencia, de compromiso y de identidad. Cuando coinciden, en ocasiones es necesario tomar distancia de la querencia, pero en el fondo siempre existe el deseo de regresar. «Mis padres emigraron en busca de refugio y de futuro. Tomaron la decisión pensando en nosotros, sus hijos, y nos marchamos en familia. El objetivo principal era darnos una formación a mis hermanos y a mí, sacarnos adelante, aunque es muy duro», señala Guebel, que llegó a Vitoria cuando tenía catorce años. «La sensación es muchas veces desesperante -describe-, ya que no hemos podido volver y el resto de la familia está allí. No todo el mundo tiene la capacidad o la oportunidad de emigrar, no es tan fácil. Y para quienes hemos podido hacerlo es complicado... No solo se trata de que eches de menos las costumbres o a las personas; tampoco es que extrañes ver las estrellas, tan nítidas cuando cae la noche. Lo realmente doloroso es saber que la gente que quieres está lejos, viviendo una situación crítica», expone.

En ese sentido, Guebel apunta que la crisis económica actual ha repercutido mucho en su país. «El Sahara Occidental depende en gran medida de las ayudas humanitarias. La solidaridad de América Latina es muy grande, igual que la que llega desde aquí. El problema es que ahora las ayudas han mermado. Si las cosas están mal aquí, imagínate allí. Se nota muchísimo el cambio», explica.

«Poner mi granito de arena»

Por esa razón, y por el sentido de pertenencia, el objetivo de Guebel es volver a su país. «Me gustaría poder hacerlo antes de acabar la carrera. No me imagino otros seis años sin ir allí. En cualquier caso, yo quiero volver para trabajar y ayudar a mi gente. Formar a los niños, contribuir a mejorar las condiciones de vida... Espero poder poner mi granito de arena», dice con entusiasmo, y añade que el papel de la mujer es «muy importante» en su país. «Si no fuera por las mujeres, el pueblo saharaui no existiría -sostiene-. Los hombres van a la guerra, son ellas las que levantan el pueblo y sacan adelante a los hijos».

Los niños, de hecho, son una prioridad. «Estos programas de acogida, que permiten traer a los pequeños saharauis durante el verano, son fundamentales. Para la mayoría, una iniciativa así es la única manera que tienen de ver mundo, de salir del campamento, aunque solo sea por un par de meses». Lo dice con propiedad, ya que cuando era pequeña, antes de venir aquí con su familia, participó en ese programa.

«Yo lo he vivido -dice- y es una experiencia positiva. Llegas aquí, ves los edificios altos, los árboles, las piscinas, todo lo que allí no hay, y dices '¡guau!'. Te sorprende. Te hace ver que hay otros mundos posibles, otras maneras de hacer las cosas. Sin embargo, a medida que pasan las semanas, te dan ganas de volver. Esto me gustaba mucho, claro, pero allí estaba mi familia. Me marché contenta cuando llegó el momento de regresar».

Lo importante -prosigue- es que durante un tiempo los niños puedan vivir algo diferente a la realidad cotidiana del Sahara, que es difícil. Allí, los padres y las madres trabajan todo el día, desde muy temprano, en lo que pueden. Y la jornada termina cuando se pone el sol. No tienes nada que hacer cuando llega la oscuridad», describe Guebel, aunque siempre recuerda las estrellas.

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