Berantevilla regresa a 1312
Los vecinos de la villa alavesa se vuelcan en conmemorar sus siete siglos de prolija historia
FRANCISCO GÓNGORA
Lunes, 22 de octubre 2012, 06:09
Berantevilla, la localidad cercana a Miranda de Ebro, al sur de Álava, organizó una serie de actos en 1999 para conmemorar sus setecientos años de vida. Pero al preparar las conferencias con las que se iba a acompañar la fiesta, uno de los historiadores, César González Minguez, descubrió en el Archivo Nacional un original del pergamino del fuero otorgado por Fernando IV de Castilla fechado en 1312. Los actos se tuvieron que posponer 13 años.
Ayer fue la fecha y de sus 350 vecinos, casi un centenar se echó a la calle vestido con prendas y atuendos medievales. Podían verse guerreros, bufones, frailes, obispos, damas, gente del pueblo y hasta reos de cárcel atrapados en un doble cepo. Las calles estaban engalanadas con banderolas y pendones y había casas abiertas con objetos muy antiguos. Hubo música de gaita del grupo navarro Alcamud, animación callejera, hinchables para los pequeños, una representación del fuero que hubo que seguir con los paraguas abiertos porque no dejó de llover en toda la mañana y una decena de puestos de productos artesanos, desde cucharas a chocolate y todo tipo de ricas viandas.
«Mucho orgullo»
Berantevilla, un pueblo muy participativo en las cosas comunes como las fiestas, «vive con mucho orgullo una celebración así. La gente se ha animado mucho. Lástima que el tiempo no nos ha acompañado, pero la ilusión que le hemos puesto no ha fallado», aseguró un feliz alcalde, Juan Antonio Santamaría (del grupo independiente AIB), vestido como uno más para la ocasión. «Tenemos casas blasonadas, un caso medieval cuadrado con siete calles, una historia que viene del castillo de Portilla y su villa llena de enfrentamientos entre castellanos y navarros. Además, hace un año, el Gobierno vasco nos declaró Conjunto Monumental. Es para estar contento, vivirlo y aprovechar este momento al máximo», añadió Santamaría.
Mientras, en la calle, Javier, «el ciego», dirigía a un coro que cantaba romances antiguos. «Sobre todo, es la gente mayor la que siente con especial interés este tipo de actos. Es una satisfacción poder vivir este día, se lo aseguro», recalcó orgulloso de su cometido.
En la iglesia del pueblo, con una torre edificada por el propio Olaguíbel, los visitantes podían observar una serie de paneles sobre el fuero. La fiesta acabó con una comida popular en la que participaron más de un centenar de comensales. A cubierto, naturalmente.