«Euskadi debería imitar el modelo global de producción de Alemania»

La marca 'Alemania' se expande sin tregua, con presencia en todo el planeta, y Euskadi «debe imitar ese modelo sin más dilación». Esa «obligación de aspirar a la globalidad» sintetiza el plan estratégico, presente y futuro, de CIE Automotive, una compañía vasca que en 2011 obtuvo un beneficio neto de 60,6 millones de euros y una facturación récord de 1.839,7 millones. Presentado como «un líder ilusionante y soñador» por José María Bergareche, Antón Pradera, presidente de la sociedad vizcaína, pudo desgranar ayer las singularidades de esta filosofía de mercado durante un coloquio, organizado por el foro de la asociación de antiguos alumnos de La Comercial de la Universidad de Deusto, que contó con la presencia de una nutrida representación de ejecutivos de la comunidad autónoma.

Dieciséis años de historia para un grupo «amplio e implicado» que culminan con la reciente adquisición del 50% de la fima china Nanjing Forging. Una operación, valorada en 17 millones de euros, que coloca la primera piedra de la «asignatura asiática», la meta anhelada por una empresa a la que «le queda medio camino por recorrer». Tras asentarse en el ámbito latinoamericano, concretamente en México y Brasil, países que, a diferencia de la Europa del Este, mantienen una estructura empresarial de corte «familiar», el desembarco en el gigante asiático es «una cuestión de tiempo y cercanía», de encontrar la vía para «acoplarlos» a una cultura «agresiva pero afín», deudora de «toda una tradición sectorial de largo recorrido en el País Vasco». En ese sentido, anticipó un reto para el mañana: India, un enclave «decisivo» en lo que respecta a las energías renovables y la automoción, sectores de «enorme» productividad, artífices de «fábricas eficientes» que han generado un considerable trasvase de directivos a otras parcelas productivas.

Desde la óptica de su presidente, la fórmula sobre la que se erige la «ejemplar» trayectoria de la compañía no es un secreto. En principio, la flexibilidad («una palabra mágica»), un control financiero «excepcional» de la actividad y los ajustes hacia «cifras lógicas» se antojan indispensables, pero la tarea del emprendedor no termina aquí. Por un lado, Pradera acentuó el papel de la diversificación, independientemente de que se trate de «productos, implantaciones o fuentes de financiación». Por otro, la «necesaria» descentralización y los consiguientes «departamentos en red», un argumento que otorga un nuevo sentido a la «jerarquía de poder» y defiende el papel de «las plantas que funcionan como pequeñas empresas con su propia cuenta de resultados». Siempre concibiendo cada pedido como «un proyecto de inversión».

Frente a los excesos de la cultura empresarial, especialmente en lo que atañe a «las supuestas bondades de la centralización», Pradera se enorgullece de que «el mayor contratante de CIE no representa ni el 10% de la cartera de negocio». «No podemos ser esclavos de un solo producto o un único cliente», abundó.

También dedicó algunos minutos de su intervención a la «terrible» potestad de los ingenieros («en ocasiones, trato de ocultar que yo mismo lo soy»), ya que no comprende las razones que justifican «los anuncios de las empresas sobre su gasto en I+D», cuando lo correcto, a su juicio, sería explicitar «la productividad o el tipo de transacción que generan».

En el turno de preguntas, remató su ponencia con una receta para extinguir el fuego de la crisis: «internacionalización de bienes y servicios, turismo, reciclaje de empleados y más horas de trabajo».