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Aspecto del centro de control ubicado en Zamudio. :: SERGIO GALENDE
Un tentáculo de 2.000 kilómetros conecta Euskadi con el mundo
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Un tentáculo de 2.000 kilómetros conecta Euskadi con el mundo

A través del fondo marino, un cable de fibra óptica enlaza Sopelana con Gran Bretaña para enviar archivos a una velocidad vertiginosa

ÍÑIGO BOULANDIER

Domingo, 26 de febrero 2012, 03:41

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En la oscuridad de las profundidades marinas no solo hay arena, corales o extrañas especies de criaturas abisales. Un complejo laberinto de tuberías de fibra óptica de cientos de miles de kilómetros recorre el fondo de los océanos para que las distintas poblaciones del planeta puedan comunicarse entre sí. Por su interior, una cantidad colosal de datos en forma de correos electrónicos, documentos, películas o archivos de audio lo recorren a velocidades vertiginosas eligiendo la ruta más adecuada para llegar a su destino en cuestión de segundos. Es el esqueleto de Internet y, aunque su trazado se encuentra fuera del alcance del ojo humano, sus beneficios son percibidos por más de 2.000 millones de personas en todo el mundo.

La corporación norteamericana Tyco decidió en 2001 utilizar las aguas de la costa vasca como puerta de entrada y salida de una de estas autopistas de la información. La buena situación geográfica de Euskadi y la alta concentración de empresas tecnológicas motivaron la decisión. En la playa de Atxabiribil, en el municipio vizcaíno de Sopelana, un tubo de 15 centímetros de diámetro y casi 2.000 kilómetros de longitud se adentra en el Cantábrico hasta alcanzar Highbridge, en el litoral sur de Gran Bretaña. En esa localidad inglesa se concentra el mayor polo de cables transatlánticos de Europa. Desde ahí parte un entramado de tuberías que surcan el lecho marino hasta alcanzar los arenales de Norteamérica.

Raúl García Solana, experto en comunicaciones submarinas y uno de los técnicos encargados de la supervisión del cable vasco, explica que «se trata del camino más directo para el intercambio de datos entre Euskadi, España, Gran Bretaña y Estados Unidos». Además, es un enlace «muy utilizado para las conexiones entre estos dos últimos países y algunos estados del este del Mediterráneo», apunta.

Por fuera, la apariencia de esta arteria del tráfico digital se asemeja a la de cualquier tubería subterránea. Sin embargo, es en su núcleo donde radica la diferencia. En el corazón de este cilindro compuesto casi exclusivamente por diferentes capas de materiales aislantes, se esconden ocho minúsculas fibras transparentes del grosor de un pelo, que es por donde viajan, transformados en luz, la música, las páginas web, las imágenes o los textos que se desean compartir o visitar al otro lado del charco. «La capacidad de conducir información de cada uno de estos hilos es descomunal, teniendo en cuenta que entre todos pueden transmitir 3,84 terabytes, una medida estándar utilizada en el mundo de la informática para computar enormes flujos de datos», aclara García.

«En caso de que por cualquier motivo se rompiera u ocurriera alguna incidencia, existe un barco atracado en la costa occidental de Francia con robots submarinos que lo repararían en el menor tiempo posible», detalla el experto. Para que esto no ocurra, la enorme tubería no es rígida y está dotada de una gran flexibilidad para adaptarse a las corrientes marinas y evitar que su fuerza la parta por la mitad.

La propiedad de esta infraestructura cambió de manos en 2005. La gigantesca multinacional india Tata es la que actualmente la gestiona. «Tyco tenía intereses militares, ya que Washington quería crear una amplia red de telecomunicaciones para Internet. Por este motivo, todavía mantiene cierto control sobre él», señala el especialista en comunicaciones submarinas.

Control de la temperatura

En el parque tecnológico de Zamudio se encuentra el centro de mando desde donde se custodia y se vigila todo el conducto a través de un sistema informático. Es difícil que alguien que pase por delante del edificio 605 y no sepa lo que se esconde en su interior pueda intuir el importante papel que estas instalaciones juegan a nivel mundial, ya que por fuera todo parece estar diseñado para hacerlo pasar desapercibido al ojo humano. Una arquitectura sencilla, con pocas ventanas y una fachada coloreada de un pálido color salmón, dan la bienvenida al visitante. Sin embargo, las abundantes cámaras de seguridad situadas en el exterior delatan que dentro se oculta algo de enorme trascendencia.

Una persona es la encargada de mantener a punto toda la maquinaria. La temperatura de las salas donde se aloja el material más sensible tiene que situarse siempre entre los 18 y los 25 grados. «Si sube de los 30, los servidores empiezan a fallar», alerta García.

Asegurar el abastecimiento energético de los equipos se convirtió en un quebradero de cabeza para sus constructores; sobre todo, para evitar temidos apagones de electricidad como el registrado en 2003, que dejó sin luz numerosas ciudades del noreste de Estados Unidos y Canadá. Por este motivo, el edificio tiene su propio sistema de alimentación y sería capaz de autoabastecerse «durante una semana» gracias a las cerca de 500 baterías de medio metro que tiene repartidas en dos estancias y los dos motores diésel semejantes a los que utilizan algunos barcos de pesca. «Esto lo montaron en su día los americanos invirtiendo importantes sumas de dinero que hoy, debido a la difícil coyuntura económica, sería una locura gastar», asegura García. «Sobre todo, porque en España es muy complicado que haya fallos eléctricos que duren una semana».

«Cuando alguien se sienta en su escritorio, conecta su ordenador, se mete en un buscador y visita una página web, no se da cuenta de todo lo que hay detrás», subraya el experto. «No sólo se necesita un equipo informático y una conexión a la red, sino que existe una compleja infraestructura a nivel global que es la que hace que todo sea posible».

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