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LUIS GÓMEZ
Domingo, 27 de noviembre 2011, 20:29
Fue una de las modelos más guapas y, también, desgraciadas. El 28 de junio de 2008, su prometedora carrera quedó tendida sobre el asfalto de Nueva York tras caer de un noveno piso. Vivía en un minúsculo apartamento al sur de Manhattan. Sólo tenía 20 años, pero su rostro y cuerpo eran de los más reclamados por las firmas de moda. Le dio tiempo a desfilar para los más grandes: Marc Jacobs, Versace, Vera Wang, Donna Karan, Dior, Kenzo... Alcanzó la condición de 'top' al elegirla Nina Ricci como imagen internacional de su perfume 'Nina'. Se le adivinaba una carrera meteórica. Pero, con aspecto aniñado, la modelo Ruslana Korshunova se convirtió en una auténtica 'fashion victim'.
De origen humilde, esta joven de Kazajistán fue descubierta por un cazatalentos en un aeropuerto y trabajaba para la misma agencia de modelos que representa a Kate Moss y Gisele Bündchen. Korshunova enviaba dinero para ayudar a su familia, era su principal sustento. Las investigaciones policiales apuntaron el suicidio como causa de su muerte. Sin embargo, un documental pendiente de estreno -'La niña perdida'- aviva todo tipo de especulaciones sobre las extrañas circunstancias de su fallecimiento.
Varios meses antes de arrojarse al vacío, dejó varios 'post' en su blog: «Las mujeres pueden amar a los hombres siempre que sean reales. Siempre cuando den y reciban». También escribió: «Estoy tan perdida. ¿Me encontraré algún día?».
Un año después del trágico suceso, Anastasia Drozdova, modelo y una de sus mejores amigas, falleció en idénticas circunstancias. Ambas compartían el mismo núcleo de amistades: rusos multimillonarios. Durante un tiempo se especuló con la posibilidad de que la mafia rusa estuviese detrás de este sucesos.
La investigación del productor británico Peter Pomerantsev alimenta otra hipótesis: las dos maniquíes participaron en unos cursos de 'superación personal' de 'Rose of the World', una organización con sede en Moscú y heredera de una secta prohibida en Estados Unidos. La madre de Ruslana, que solía culparse de todo, apreció grandes cambios en el carácter de su hija tras su paso por esta asociación. «Ella, que nunca se enfadaba, y comenzó a tener un carácter agresivo», aseguró. «Yo siempre estoy para los demás, pero... ¿quién estará ahí para mí», escribió la joven antes de morir. Desgraciadamente, no le dio tiempo a saberlo.
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