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La selección de Euskadi, durante un entrenamiento en la cancha de la Unión Eléctrica. :: J. M. C.
Chispazos de historia
la selección vasca, en argentina

Chispazos de historia

El Unión Eléctrica, anfitrión de Euskadi en Córdoba, es el club de un sindicato, algo común en Argentina

J. M. CORTIZAS ENVIADO ESPECIAL

Viernes, 5 de agosto 2011, 11:04

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El señor Cabanillas tiene las llaves del pasado. En un pequeño cuarto atesora fotos rancias, fichas deportivas, pruebas para la visión, trofeos y, sobre todo, infinidad de recuerdos. Abre la estancia con una de las llaves que cuelgan de su cinturón. Enjuto él, posiblemente septuagenario, nevada su espesa cabellera, muestra raudo una instantánea en la que aparece junto a Fabrizio Oberto. El cordobés no formó en el Unión Eléctrica, club objeto de este modesto apunte, pero le gusta venir a trabajar con su entrenador personal cuando se encuentra en la ciudad.

«Esta pista tiene algo especial, le encanta», recuerda Cabanillas. Su primer contacto con el campeón de la NBA y estrella de la albiceleste casi le costó no llegar a conocerlo. Se encontraba ensimismado en el que ha sido su refugio los últimos años cuando un trabajador del club fue a buscarle. «Está ahí afuera Oberto y dice a ver si le podés prestar un balón». Incrédulo, el receptor del mensaje a punto estuvo de chinguear al emisario, quien insistió. «Y salí a la cancha y era él, recién ganado un anillo con los Spurs pidiendo por favor el préstamo de un balón para practicar. Bárbaro. Así son los campeones de verdad». Que accediera, además, a posar con la remera del SUE (Sindicato Unión Eléctrica) ganó para siempre a nuestro cicerone.

Seguro que se le ponen a tiro de un icono como Oberto canchas de mejor apariencia que la del Unión Eléctrica. Sin embargo, es cierto que en cuanto accedes a su interior da la sensación de estar en un templo, en un lugar sagrado. De no ser por lo mucho que resbala su parqué, los jugadores vascos le darían un diez pese a su humilde apariencia. Su historia fue forjada alrededor de un campeón del mundo, Pedro Bustos. Líder de la selección que ganó el Mundial de 1950 ante 21.000 personas en el Luna Park bonaerense frente a Estados Unidos, de él nació la idea de dotar a la Mutua del Sindicato de unas instalaciones deportivas en las que desarrollar el ocio chicos y grandes.

Camisetas de Ginóbili

Ha sido la tónica de estos días en Córdoba, donde la selección vasca entrenaba a caballo entre sesiones para jovencitos y partidos de sexagenarios, algunos de los cuales aún saben de qué va el noble arte de hacer pasar la bola por el aro. Con capacidad para unos mil espectadores, a su entrada surgen numerosos carteles en los que se pide un comportamiento cívico y se prohíbe el lucimiento de indumentarias ajenas a las del club. Obviamente, nadie lo respeta y son legión las réplicas de las camisetas de San Antonio con el nombre de Ginóbili a la espalda. Junto a la entrada, una pequeña cantina donde se sirven bebidas, sandwiches de miga y se encargan comidas al kilo, que se pueden degustar en el buffet anexo al que acceden los trabajadores afiliados a la mutua. Sobre el kiosko, el bar Mansilla ocupa una de las curvas del campo y desde su ventanal se podría seguir perfectamente un partido al tiempo de compartir una picadita de salamis o unas empanadas humeantes.

El perímetro de la pista fue en la noche argentina del miércoles perfectamente decorado con banderas de la nación e ikurriñas. El trabajo, dedicación y amabilidad de la Euskal Etxea cordobesa, con Alejo Martín al frente, supone ya una deuda universal, un agradecimiento inacabable. En la sede de la entidad, el combinado compartió un par de horas con los descendientes vascos e incluso varios jugadores se animaron a aparcar sus virtudes baloncestísticas y mostrar sus recursos como dantzaris. Y ayer, a mediodía, se completaba la expedición con la llegada de Pablo Laso, quien dio un clinic para técnicos locales antes de dirigir a la tricolor frente a un combinado de la provincia.

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