Tres sectores
MIGUEL GONZÁLEZ SAN MARTÍN
Domingo, 15 de mayo 2011, 05:24
A los restos de arqueología industrial se les reconoce porque suelen conservarse con dignidad. Uno los mira y, sin ser ningún experto en esas cosas, nota la dignidad de los hornos de calcinación, las minas, los cargaderos, las piezas de modelar, las vagonetas, las tenazas, los tornillos. Claro que no se debe confundir lo antiguo con lo viejo, lo que necesita una restauración o se ha consolidado como ruina impecable con lo decididamente patético.
Bilbao y sus pueblos se especializaron en el sector secundario pero las industrias, como los imperios, como los jóvenes que venían a llevarse el mundo por delante no son para siempre y a veces su decadencia termina en un 'descacharre' sórdido. Es lo que le sucede a Beyena. Aunque la marca desapareció hace años y sus naves cambiaron de nombre y de uso, la seguimos llamando Beyena al verla en ese mirador sobre Bilbao, donde resiste ya de cualquier manera. Se construyó en los cincuenta. A finales de los sesenta fue una cooperativa de éxito, con 6.000 socios que eran dueños de 18.000 vacas. Se ocupaba de los tres sectores: el primario por la leche, el secundario porque la embotellaba tras pasteurizarla y el terciario seguramente a su pesar, porque las industrias alimenticias cada vez dependen más de las grandes empresas de distribución, que son las que imponen los precios y deciden la permanencia o el cierre.
La Beyena, que pasó de fábrica a mero almacén, está ahora abandonada. Durante un tiempo hubo un vigilante, pero ya no, así que se ha convertido en uno de esos lugares sobre los que sobrevuelan los tristes buitres de la chatarra. Provistos de 'rotaflex' y soplete, esos pobres carroñeros de los metales se han llevado los marcos, los grifos y los serpentines. En las antiguas naves, hay viejos documentos tirados por el suelo. Me viene a la memoria una secuencia de la película neorrealista, creo que 'Humberto D.' Alguien encuentra un fajo de papeles en el escritorio de un oficinista muerto. «¿Qué es eso?», le preguntan. «Nada, una novela sin terminar», dice antes de tirarlo a la papelera.