El padre que atropelló a su hijo en Beasain creyó que había entrado al caserío
«La ama sufrió una crisis nerviosa; decía que se quería morir; y el marido era incapaz de reaccionar», relataron los vecinos
JAVIER PEÑALBA
Domingo, 10 de abril 2011, 12:19
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En el pequeño barrio rural de Garin, en el municipio guipuzcoano de Beasain, ninguno de sus habitantes era ayer ajeno a la tragedia que vive la familia Garciandia-Juantorena. Todos están, más que nunca, cerca de ella. Saben con absoluta seguridad que atraviesa uno de los peores momentos de su vida, después de que el todoterreno que conducía el padre atropellase a última hora de la tarde del viernes a su único hijo Aimar. El niño hubiese cumplido dos años dentro de quince días.
Garin fue escenario de un drama «en el que nadie ha tenido la culpa», subrayaron en Beasain. El suceso ocurrió en el caserío Argoin, un inmueble que alberga tres viviendas. En la del medio vive la familia del menor fallecido, un joven matrimonio. El accidente se produjo sobre las ocho de la tarde, cuando el todoterreno que el padre conducía alcanzó a Aimar al efectuar una maniobra de marcha atrás.
«El hombre acercó el vehículo hasta la puerta de casa con la finalidad, según parece, de limpiarlo, ya que había estado en el monte», explicó un vecino. «Dicen que vio cómo la madre conducía al niño al interior de la casa y se montó de nuevo en el vehículo para realizar una maniobra». En aquel momento, Aimar debió de salir al exterior y, sin que nadie se percatara de sus movimientos, se interpuso en la trayectoria del todoterreno, que le dio de lleno. Los servicios sanitarios que posteriormente llegaron al lugar nada pudieron hacer por reanimarle.
El accidente provocó un tremendo 'shock' en los padres. «El marido se quedó paralizado, y la esposa sufrió una aguda crisis nerviosa que le llevó incluso a provocarse alguna lesión», relataron varios testigos. «Menos mal que en aquel momento se encontraba en el lugar un vecino que pudo contener a la madre y avisó a las asistencias. De lo contrario, no sabemos en qué hubiera terminado todo aquello. La ama se quería morir. Decía que no quería vivir, que le dejaran morir; y el marido era incapaz de reaccionar».
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Los padres recibieron asistencia sanitaria en el caserío Argoin y posteriormente ambos fueron evacuados al Hospital Donostia. Mientras tanto, el cuerpo del pequeño Aimar fue trasladado al Instituto de Medicina Legal de San Sebastián, donde ayer se le practicó la autopsia.
En el barrio de Garin reinaba la desolación por el trágico suceso. «Es un golpe muy duro. Un matrimonio tan joven; él, de 28, y ella de unos 30, con un niño que era una preciosidad. ¿Cómo van a encontrarse? Necesariamente tienen que estar destrozados, como lo estamos también todos. Estamos impactados de verdad», explicaron en el vecindario.
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Los padres del menor, Jon y Alaitz, residen en el caserío Argoin desde hace aproximadamente cinco años. «Es la vivienda en la que creció Tomás Juantorena, el padre de Alaitz», comentaron en el barrio. «Cuando Tomás se casó, se fue a vivir a Ezkio junto a su esposa, que trabaja en el Ayuntamiento de la localidad. Tienen dos chicas y un chico. La madre del pequeño fallecido es la mayor».
Hace unos diez años, Tomás, que es transportista, compró el caserío y lo arregló. Fue posteriormente cuando su hija y el marido de ésta fueron a vivir allí. El joven matrimonio no frecuentaba con asiduidad la zona de Garin. «No sabemos si su vida social la hacían en Beasain, Ezkio o Segura, de donde es el padre. Además, los dos trabajaban. El marido antes estuvo en la gasolinera de Salbatore y ella creo que trabaja en Oñati», relató un vecino.
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«La vida es así. A veces, como en esta ocasión, nos muestra su lado más duro», comentó Paquita, que reside en Garin. «Hoy, los padres del pequeño están desolados y todos nosotros muy afectados y tristes, pero el matrimonio es joven y remontará. Tienen a su lado padres, hermanos, primos, una excelente familia que sin duda les arropará». Paquita sabe bien lo que dice. No en vano, hace 28 años, un accidente de tráfico se llevó también la vida de un hijo suyo. «Fue en la recta de Alegi. Tenía 20 años y estaba haciendo el servicio militar. Es muy duro, no se olvida, pero se aprende a vivir con el recuerdo de la persona que nos dejó», afirmó.
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