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Xabier Lete y Bernardo Atxaga, hace dos años en el funeral de Mikel Laboa . :: M. FRAILE
«Xabier Lete fue un pionero, y por serlo tuvo su premio y su castigo»
luto en la cultura vasca

«Xabier Lete fue un pionero, y por serlo tuvo su premio y su castigo»

«Vivió en tierra de nadie, siempre en tensión, en crisis perpetua por buscar el eje de las cosas» Bernardo Atxaga recordaba ayer la entereza e integridad del poeta

PASCUAL PEREA

Martes, 7 de diciembre 2010, 09:40

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Hace 25 años, Bernardo Atxaga recibió una llamada telefónica. Su interlocutor le dijo que Xabier Lete agonizaba y le pidió un artículo para publicar después de su muerte. «Es cuestión de horas», le aseguró. Atxaga se negó a hacerlo, incapaz de ponerse en la situación de dar por muerto a un amigo antes de tiempo, y Lete sobrevivió a aquel pronóstico agorero. Pero algo cambió en su interior. «Desde entonces, Xabier vivió siempre con la conciencia de la muerte, constantemente presente. Eso le ha hecho, quizá, escribir poemas de cierta tristeza y oscuridad, pero él nunca cedió ante esa presencia. Por el contrario, la utilizó para establecer un diálogo con su mujer, Lourdes Iriondo, después de que ella falleciera».

Ayer, apenas una hora después de que los restos mortales de Lete fueran incinerados en el crematorio de Polloe, en San Sebastián, Atxaga volvía a negarse a escribir un artículo en su memoria, pero le brindaba unos recuerdos emocionados, comparándole con los pioneros que se internaron en los desiertos americanos. «Cuando vas allá y ves los lugares que atravesaron, a los que pusieron nombre por primera vez, ves lo que hicieron y te das cuenta de que adjetivos como titánico están bien empleados», comentaba el escritor de Asteasu. «Pues bien, en esa generación representada en la literatura por Gabriel Aresti y musicalmente por Mikel Laboa o Xabier Lete ves ese esfuerzo titánico en cruzar un desierto, como lo eran los años de la dictadura».

La primera consecuencia de ese carácter titánico, añade Atxaga, fue que los pioneros «tuvieron su castigo: Aresti solo escribió unos pocos libros, algunos estuvieron encerrados, les apartaron... pero también tuvieron su premio. La utopía de todo escritor o músico es entrar en la biografía de la gente y ellos lo lograron, pasaron a formar parte de la biografía de muchísimos miles de personas».

El autor de 'Obabakoak' fue el domingo al tanatorio a despedir a su amigo y le emocionó «ver gente tan diversa de todo el país congregada para darle el último adiós, que se unieran para cantar de forma improvisada 'Xalbadorren heriotzean', una canción que se ha convertido en símbolo de la cultura vasca... esto es su premio, su triunfo».

«Quiso creer, pero no pudo»

Ayer destacaba de estos pioneros que «ninguno de ellos fue convencional. Tampoco han estado unidos a un partido, a una ideología, a un credo. Lete fue una persona solitaria, muy particular, que vivió sin abrazar una idea, siempre metido en una suerte de tierra de nadie. En el aspecto religioso quiso creer, pero no pudo. Hay quien dice que en los últimos tiempos se volvió más religioso; yo le traté mucho y pienso que tenía tantas ganas de volver a ver a las personas a las que había querido que abrazaba la idea de que hubiera otro mundo en el que poder encontrarlas. Pero quien ha leído su testamento político se da cuenta también de que no podía creer».

En sus largas conversaciones, Atxaga le calificaba de dostoievskiano, «siempre con esa tensión, en esa crisis perpetua, no por mera pose sino por buscar el eje de las cosas», resumía ayer. «Él no se andaba con tonterías. También en el aspecto ideológico era una persona muy particular: muy crítico con la vasquidad, con la españolidad... mejor dicho, con las ideologías de uno y otro bando. Siempre en terreno de nadie. Es el precio que hay que pagar para poder estar en la biografía de la gente, pero no ha sido un camino fácil. Xabier tenía mucha personalidad, era muy agudo, no comulgaba con nadie».

Uno de sus poemas que más gustan a Bernardo Atxaga es 'Nieve en Bianditz' , una reflexión sobre la vida que hace el poeta desde la clarividencia de la madurez. «El Bianditz es el primer monte de la zona de Oiartzun que se pone blanco en invierno», desvelaba ayer el escritor. «Cuando tuvo que ir al hospital, sabiendo que iba a morir, Xabier dijo a sus allegados que de camino le llevaran a un sitio desde el que se veía el Bianditz nevado. Y así lo hicieron. Esto tiene una intensidad enorme, da que pensar. Xabier tuvo la mente clara para afrontar la muerte. Lo dejó todo dispuesto y murió en paz, con tranquilidad, de una forma ejemplar. Ser un pionero es una labor difícil, que tiene su castigo», repitió. «Pero también ha tenido un premio para Lete».

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