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El president José Montilla, rodeado de senyeras en un mitin. :: EFE
El tripartito, una fórmula agotada
POLÍTICA

El tripartito, una fórmula agotada

Cataluña examina hoy el desgaste de Montilla y el tirón de Mas en la carrera por lograr una mayoría suficiente que les permita gobernar

JOSÉ MARI REVIRIEGO

Domingo, 28 de noviembre 2010, 03:36

Las elecciones que se celebran hoy en Cataluña no solo constituyen un cara a cara entre Artur Mas y José Montilla, los dos únicos candidatos con opciones reales de presidir la Generalirat. Son algo más que una pugna entre Convergencia i Unio y el PSE; es decir, el nacionalismo moderado, que se deja querer por el derecho a decidir sin renunciar al sentido de Estado, y el socialismo catalanista que en las dos últimas legislaturas ha ido de la mano de Esquerra Republicana, la izquierda que reivindica la independencia. En este desafío, los resultados que ofrezcan esta noche las urnas pueden superar el ámbito catalán y dar la vuelta a la estrategia de pactos tejida en Madrid. CiU, tras una dura travesía del desierto en la oposición, afronta el reto de desplazar a un desgastado tripartito por la crisis y sus tensiones internas. A la tercera tras la retirada de Jordi Pujol va la vencida.

Si las encuestas no se equivocan, la entente formada por el PSC, Esquerra e ICV -versión catalana de IU- se desinflará, sobre todo por el desmoronamiento de ERC, disgregada en opciones minoritarias. Según todos los sondeos, CiU ganará de calle y rozará la mayoría absoluta, establecida en 68 escaños en un Parlament de 135 asientos. Esta posición le permitiría gobernar en solitario, buscando apoyos exteriores para poder aprobar proyectos puntuales, y le devolvería el protagonismo perdido en la política española. Mas se convertiría así en el árbitro en el Congreso ante un José Luis Rodríguez Zapatero que acaba de salvar lo que le resta de legislatura gracias a un pacto de estabilidad con el PNV.

La más que probable explosión electoral de CiU es también, de alguna manera, el triunfo a la constancia de Artur Mas, elegido por Jordi Pujol como sucesor, porque ha aguantado sin enfermar el frío de la oposición desde 2003, pese a haber ganado los dos comicios anteriores. Frente a sus victorias, el tripartito ha sumado más escaños y le ha empujado a galeras durante siete años. En este tiempo, el inédito Ejecutivo liderado por los socialistas catalanes se ha constituido en un banco de pruebas para las coaliciones de gobierno.

La primera experiencia, gestionada por Pasqual Maragall con sonadas apariciones en escena de Josep Lluis Carod Rovira como líder de ERC, provocó un histórico cambio en la comunidad al acabar con la etapa del 'pujolismo', aunque dio síntomas de flaqueza en su recta final. El segundo Gobierno, ya en manos de Montilla, confirmó estos males y ha terminado por certificar la defunción de ese pacto a tres bandas. Tanto Montilla como Joan Puigcercós, actual jefe de Esquerra, ya han anunciado que no están por la labor de reeditar esta fórmula agotada, vista por los catalanes con cierto hartazgo y desdén. Según las encuestas, los ciudadanos consideran que el tripartito se ha alejado de los problemas reales y no ha sabido llevar a buen puerto la bandera del Estatut. Por ello se ha visto sacudido por el descontento de la calle. Solo parece aguantar el tirón ICV, de Joan Herrera.

En un escenario azotado por la crisis económica, CiU ha logrado presentarse como una garantía de seguridad en la gestión, en parte gracias al legado de Pujol. La federación catalana 'roba' votos en todo el abanico electoral, desde el independentismo hasta el PP. Los buenos resultados que los estudios dan a Artur Mas también se alimentan de la desmovilización del electorado progresista. El tripartito recogió en el arranque las aspiraciones catalanistas, pero el PSC pagó un precio al distanciarse de una parte de sus votantes tradicionales, concentrados en el cinturón industrial de Barcelona.

Desdibujado su perfil, los socialistas han tocado a retreta para recuperar a su electorado, desmotivado por años de coqueteo con la vía soberanista. De ahí la fuerte presencia en la campaña de ministros y de Zapatero, quien cimentó sus victorias en la generales en el granero de votos de Cataluña.

Parlamento atomizado

Si la participación es baja, aumentarán las opciones de las fuerzas minoritarias de entrar a un Parlamento ya de por sí atomizado. Están representados hoy seis partidos distintos. Además de CiU, PSC, Esquerra e ICV, tienen escaños PP y Ciutadans. Llamando a las puertas hay un rosario de formaciones, especialmente por la izquierda independentista, algo que dejará muy mermados a los republicanos de Puigcercós.

Por ese flanco, concurren con posibilidades de lograr representación Solidaritat, del ex presidente del Barça Joan Laporta; y Reagrupament, del ex consejero de Gobernación en el tripartito Joan Carretero, escindido de ERC al considerar que se había convertido en «un satélite» de los socialistas. Está por ver el mordisco que pegan al PP grupos como UPyD, Alternativa -liderada por la ex diputada popular Montserrat Nebreda- y la Plataforma Per Catalunya del ultraderechista Josep Anglada, que abandera un encendido discurso sobre inmigración.

Sin mayorías absolutas, la fórmula de Gobierno más aceptada por los votantes es la llamada 'socioconvergencia', el pacto entre CiU y PSC, las dos grandes corrientes ideológicas de Cataluña. Pero no es descartable que Mas recurra a la geometría variable que ha practicado Zapatero: acuerdos con distintos partidos en función de las materias.

En este juego, el PP de Alicia Sánchez Camacho, que concurre como cuarta fuerza en liza con aspiraciones de superar a Esquerra, se presenta con el ánimo de «dar utilidad» a sus votos y poder «influir» en la política catalana «desde la moderación». Este diagnóstico, formulado por un alto cargo del partido en el País Vasco, se sustenta en que esta vez no ha habido Pacto del Tinell para orillar a los populares a una esquina. «Nadie ha ido al notario», apostilla.

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