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EDITORIAL

Inexplicable González

La democracia implica gobernar sin excepciones con arreglo a la Ley

PPLL

Miércoles, 10 de noviembre 2010, 03:51

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El ex presidente Felipe González reiteró el lunes en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias el conflicto moral que al parecer le embarga desde que, también al parecer, rehusara dar muerte a los integrantes de la cúpula de ETA reunida en Francia en tiempos en los que las autoridades galas no eran precisamente proclives a la colaboración antiterrorista. Ese dilema retrospectivo va acompañado, además, de la solidaridad que González prodiga hacia quienes fueron condenados por crímenes cometidos estando bajo sus órdenes y al servicio del Estado. No es fácil comprender qué ha podido llevar al ex presidente González a poner en cuestión la sentencia que merecieron Rafael Vera, Rodríguez Galindo y otros si en su momento no pudo actuar en su defensa con más argumentos que los de la confianza que había depositado en ellos y los de la entrega que habían demostrado en la lucha contra el terrorismo. Pero más inexplicable resulta que un dirigente político de la talla de Felipe González suscite, veinte años después de acontecimientos que ensombrecieron la ejecutoria del Estado de Derecho, una diatriba pública sobre la ética del deber y la ética de la responsabilidad en una cuestión tan crucial para la democracia como la del empleo de medios estrictamente legales para defenderse y defender a la sociedad de las amenazas del extremismo violento. El entonces presidente del Gobierno español tenía la responsabilidad de impedir que ETA continuara asesinando gracias a los espacios de impunidad de los que gozaba dentro y fuera de España; pero sobre todo tenía el deber de actuar con arreglo a Derecho, tanto desde el punto de vista de la utilización de los resortes del Estado en un sistema garantista como en cuanto al obligado respeto a las normas y disposiciones del país vecino. Con sus declaraciones, Felipe González contribuye a dar carta de naturaleza a la 'guerra sucia' en cualquiera de sus manifestaciones, puesto que tanto el llamado 'asesinato selectivo' como la tortura se basan en la justificación de los medios más execrables siempre que se empleen para obtener un noble fin. Pero además devuelve la confrontación política a la deplorable espiral que conforman las filias y fobias partidistas en un país que tan necesitado está de mirar hacia delante.

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