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Jone Goirizelaia y Rufi Etxeberria, durante una concentración de la izquierda abertzale. :: JOSÉ MARI LÓPEZ
Batasuna genera expectativas
Movimientos de la izquierda abertzale

Batasuna genera expectativas

El margen de maniobra del Ejecutivo para realizar algún gesto es muy estrecho El Gobierno ve sincera su apuesta por las vías políticas, aunque mantiene sus recelos

DAVID GUADILLA

Domingo, 24 de octubre 2010, 13:15

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tiene la convicción de que el alejamiento de la izquierda abertzale de la violencia se está acelerando, que lo hará aún más a corto plazo y que puede haber un desmarque definitivo en breve, antes de las elecciones municipales y forales de mayo de 2011. Esta convicción también anida en el Ejecutivo vasco, en el PNV y en las principales formaciones políticas de Euskadi, aunque no variará la actual política antiterrorista de firmeza ante ETA y su entorno, que Alfredo Pérez Rubalcaba definió de forma gráfica: «o bombas o votos».

«Los pasos dados por la llamada izquierda abertzale, aunque insuficientes hoy, no van a ser en balde». La frase pronunciada por el presidente el pasado miércoles, tras desvelar la remodelación de su Gobierno, ha avivado aún más los rumores sobre la apertura de un posible proceso negociador, desatados a raíz de la tregua anunciada por la banda.

A ello han contribuido otros hechos. Por un lado, el pacto de estabilidad suscrito con el PNV, que no se limitaría al ámbito político y presupuestario, sino que se extendería a la pacificación. Una entente destinada a mantener un discurso más o menos común durante los próximos meses para forzar a la organización terrorista y a la antigua Batasuna a dar pasos hacia el final de la violencia. Por otro, el ascenso de Rubalcaba -que compatibiliza el Ministerio del Interior con la vicepresidencia primera y la portavocía- y la llegada al Gobierno de Ramón Jáuregui, ex vicelehendakari y profundo conocedor de la realidad vasca. Ambos, junto con José Enrique Serrano, jefe de gabinete de Zapatero, y José Blanco formarán el núcleo duro del Ejecutivo. Serrano y Rubalcaba ya jugaron un papel activo en el anterior proceso de paz. A ello se unen las declaraciones de Arnaldo Otegi, recluido en la cárcel de Navalcarnero, en las que insistía en su apuesta por la política y auguraba que la izquierda abertzale «se opondría» si ETA comete un atentado.

Sus palabras suponen el último ejemplo de un proceso de reflexión abierto en el entorno de ETA durante el último año. Un debate en el que, según diversas fuentes, las tesis que consideran que la vía de la violencia ha llegado a su fin se habrían impuesto a las más ortodoxas, aglutinadas en torno a la propia banda y a organizaciones como Ekin o Segi, que habrían intentado doblegar a la mayoría de las bases en un pulso inédito. «Por primera vez hay una tensión y una discrepancia entre el mundo de la antigua Batasuna y ETA», sostuvo el pasado jueves el consejero de Interior, Rodolfo Ares. Aunque con extrema cautela, destacados responsables socialistas y nacionalistas consultados por EL CORREO confían en que esa evolución, que ahora coinciden en calificar de innegable, se agudice en los próximos meses. «La cosa se está acelerado mucho más de lo que parece», confiesan en privado tras haber accedido a informaciones sobre el estado del debate interno en el MLNV.

Durante los últimos meses, la dirección de la izquierda abertzale ha aguantado el tirón. Dirigentes con gran ascendiente sobre la militancia, como el propio Otegi, Rufi Etxeberria o Tasio Erkizia, han avalado diferentes documentos a favor de una estrategia exclusivamente política. A finales de marzo, un grupo de mediadores internacionales pedía en Bruselas a ETA un alto el fuego «unilateral y verificable».

Antecedentes

Ya en primavera, la izquierda ilegalizada trasladó a diferentes dirigentes políticos y sociales la sinceridad de su apuesta. Les vino a decir que la decisión de romper con la violencia estaba tomada, que solo quedaba «cómo bajar la persiana». Sin embargo, sus argumentos fueron recibidos con extrema frialdad por la mayoría de sus interlocutores. Sobre todo, porque la propia ETA desoyó su petición y emitió varios comunicados que las fuerzas de seguridad entendieron como una desautorización de los 'militares' a los 'políticos'.

Además, las fallidas experiencias anteriores pesaban como una losa. En especial, la última, el proceso abierto tras la Declaración de Anoeta de noviembre de 2004, que culminó en la tregua de 2006 y que acabó sepultado por la bomba de la T-4 del aeropuerto de Barajas el 31 de diciembre de aquel año. Ese fracaso marcó un antes y un después. Socialistas y PNV -cuyos principales líderes se habían implicado en las negociaciones- trasladaron a Batasuna que la época de los procesos tradicionales, en los que los gobiernos se sentaban con ETA en un toma y daca de contrapartidas, no volvería a repetirse. Que la pelota estaba en su tejado.

Antes de verano, en la sinceridad de la izquierda abertzale solo creía Eusko Alkartasuna y poco más. A mediados de junio, el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, hizo público un documento en el que sostenía que el Gobierno vasco no podía permanecer impasible ante lo que estaba sucediendo, que era evidente que algo se estaba moviendo y que, si el Ejecutivo no cambiaba el paso, corría el riesgo de que un 'tsunami' político le pasase por encima. Las críticas que recibió fueron feroces. Incluidas algunas de sus compañeros. Más por las formas que por el fondo.

Cuatro meses después, el escenario ha variado. Sin grandes giros copernicanos, los discursos se van modulando. ETA anunció en septiembre un cese de las «acciones ofensivas». Los dirigentes del Partido Socialista admiten ya en público que algo está pasando. El 1 de octubre, Ares habló de «pasos positivos». Una semana después, el lehendakari, Patxi López, aventuraba que «la etapa del terror está a punto de finalizar». El pasado viernes iba un paso más allá: «Batasuna ofrece otra melodía pero no acaba de entonar la música necesaria». Ayer, antes del comité federal del PSOE, reconocía que la izquierda radical «se mueve», aunque dijo que esos cambios internos obedecen a la «política de 'tolerancia cero'» y de «unidad de los partidos» puesta en marcha desde las instituciones en los últimos años.

Desde diferentes ámbitos, incluido el Gobierno central, se considera, sin embargo, factible que los acontecimientos se precipiten en los próximos meses, bien con un desmarque explícito de la violencia por parte de la izquierda abertzale o con un comunicado de ETA en el que la organización terrorista muestre su voluntad fehaciente de dejar las armas. Unos pasos que, según los más positivos, podrían visualizarse antes de Navidad. En cualquier caso, se da por hecho que antes de las elecciones de mayo.

La pregunta es si la izquierda radical tendrá tiempo para estar en las urnas. Al parecer, estaría preparando una candidatura propia con la que poder superar la criba legal. Así lo aseguró ayer Joseba Egibar. Sin embargo, y tras el reciente endurecimiento de la Ley de Partidos, no es sencillo. Aunque haya un distanciamiento respecto de la violencia, el escaso tiempo hasta los comicios corre en su contra. Fuentes conocedoras de la situación sostienen que las municipales son una meta que la antigua Batasuna quiere alcanzar, «pero no es la meta principal». Esta serían las autonómicas de 2013.

Las palabras del presidente del Gobierno sobre que los gestos de los radicales «no van a ser en balde» han levantado las sospechas. La última palabra sobre la legalidad o no de una lista electoral la tienen los tribunales, que actúan a instancia de la Fiscalía, a su vez, dependiente del Ejecutivo. En este sentido, desde el PSOE insisten en la teoría de que lo de «Zapatero fue un lapsus». Otros no lo tienen tan claro y sostienen que fue un «gesto verbal hacia ese mundo, una forma de decirles: 'hemos captado el mensaje'».

El otro terreno donde el Gobierno podría realizar algún guiño es en la política penitenciaria. Tampoco es sencillo. El marcaje del PP es intenso. Cualquier acercamiento podría ser entendido como una cesión. Sin embargo, los propios presos y sus familiares son los que están presionando a la banda para que tome decisiones definitivas. La férrea disciplina mantenida durante décadas se está resquebrajando, e históricos terroristas se desmarcan de las directrices de la dirección. Por primera vez, ETA les ha colocado en un primer plano de cara a un proceso negociador. En su último comunicado, la banda se refirió a los presos enfermos, a eliminar la 'doctrina Parot' de alargamiento de condenas... Aunque estrecho, algunos miembros del PSE consideran que en este terreno hay margen y apuestan por una política activa que podría incluir un reagrupamiento. Sin embargo, la tesis oficial es que hay que moverse con una cautela absoluta.

Desde algunas formaciones nacionalistas también se cree que el papel de los mediadores se puede volver en contra de los sectores más duros de ETA. Aunque al principio parecía que la organización se había apuntado un tanto al 'internacionalizar' el conflicto, la banda se encontraría ahora entre la espada y la pared, ya que rechazar el emplazamiento hecho en Bruselas por «personalidades de prestigio» les quitaría su ya escaso prestigio internacional.

Vías de contacto

Desde hace algunos meses, los socialistas han mantenido vías abiertas con el entorno de la izquierda abertzale. Una toma de temperatura que ha tenido una doble utilidad. Por un lado, certificar la validez y el calado interno de su apuesta por las vías pacíficas; por otro, trasladar un mensaje: la política de firmeza se mantendrá pase lo que pase. Es decir, seguirán las detenciones y la presión contra el entorno de la banda.

Porque, aunque el optimismo empieza a extenderse, tampoco hay una confianza plena. El temor de que al final se impongan los planteamientos más intransigentes sigue vivo. Las fuerzas de seguridad insisten en que no hay constancia de que la banda haya decidido dejar las armas.

Además, tanto desde el Gobierno central como desde el vasco se subraya que si ETA y la izquierda abertzale han llegado a estas conclusiones es, precisamente, por la presión judicial y policial a la que han sido sometidas en los últimos años. «Cambiar de estrategia ahora no tendría sentido», recalcan.

Asimismo, existe otro recelo. Aunque la izquierda abertzale defiende el discurso de la «unilateralidad» de su nueva apuesta, ETA sigue reclamando réditos políticos que el Ejecutivo no está dispuesto a dar. En este sentido, se quiere tranquilizar al PP. Los socialistas vascos ya lo están haciendo.

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