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OSKAR L. BELATEGUI o.belategui@diario-elcorreo.com
Domingo, 12 de septiembre 2010, 17:26
Media hora antes de que le recogieran en el hotel Excelsior para acudir a la gala de clausura, Álex de la Iglesia se abrochaba el esmoquin y escribía en su blog: «No sé si ganaremos, si perderemos, si todo será absurdo pero divertido, cruel, pero estúpido, maravilloso o esperanzador. En cualquier caso, no estamos aquí por eso, pequeños bastardos. Nuestro trabajo ha acabado, y no hay nada mejor que rodar. Hace mucho que ganamos». No sabía bien hasta qué punto. Venecia ha consagrado al director bilbaíno con los Premios al Mejor Guión y al Mejor Director para 'Balada triste de trompeta'.
Hace apenas diez días que el realizador completó la postproducción de su película «más visceral y personal». La primera que escribe en solitario, sin la colaboración de su fiel Jorge Guerricaechevarria, ocupado como estaba en 'Celda 211'. «Es la primera vez que lo gano yo solo», agradeció al recibir de manos del compositor Danny Elfman la Osella al Mejor Guión. Minutos después tuvo que subir al estrado de nuevo para recoger el León de Plata a la Mejor Dirección. Sólo dos españoles han experimentado el mismo honor: Pedro Almodóvar por 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' y Bigas Luna por 'La teta y la luna'.
El León de Oro sancionó que 'Somewhere', de Sofia Coppola, fue la mejor película de un certamen en el que el presidente del jurado, Quentin Tarantino, movió sus hilos con brillantez: Coppola es su ex novia y De la Iglesia, un cineasta afín con el que comparte su gusto por la violencia y el humor negro. «Gracias Tarantino. Estos días en Venecia han sido los mejores de mi vida», dijo De la Iglesia con el León de Plata en la mano. Días antes había reconocido en el Lido sus afinidades con el autor de 'Pulp Fiction'. Se arrodilló ante él en el escenario, aunque apenas le conoce personalmente. «Compartimos la misma afición por el entretenimiento sin pensar en las consecuencias».
El director iba sobre aviso. Estaba tan nervioso que ayer vio cómo su móvil se hundía en las aguas de un canal veneciano. «Me dijeron que algo caía, pero pensé, no sé, en el premio a la persona más entregada, la mas cordial del festival», ironiza. «No me esperaba guión ni dirección. Me hace una ilusión increíble, sobre todo por lo buenas que eran el resto de las películas. Estos galardones demuestran que el cine español no está tan mal como dicen».
Superhéroes vascos
Nadie diría viendo el apolíneo aspecto del bilbaíno -en un año ha bajado más de 30 kilos- que los últimos meses han sido una pesadilla de trabajo para un cineasta que, además, debe cumplir con sus compromisos como presidente de la Academia. Noches sin dormir y jornadas maratonianas. Su separación y mudanzas varias. Llamarle al móvil era una quimera. A la última entrevista en Madrid con EL CORREO llegó sin resuello. Acababa de vomitar en el taxi. «Del estrés».
Alejandro de la Iglesia (Bilbao, 1965) siempre ha vivido así, en frenesí creativo y vital. Desde que dibujaba cómics en la casa familiar de Indautxu, superhéroes vascos que se caían en una poza de los Altos Hornos de Sestao y se convertían en mutantes, Burdinjaun contra el Gran Dakari. O criaturas que emergían de las entonces cenagosas aguas del Nervión, La Cosa de la Ría. Corrían finales de los 80, y sus obsesiones relacionadas con el tardofranquismo ya eran las mismas que estallan en 'Balada triste de trompeta'. Los Chiripitifláuticos y 'Galáctica'. Los Payasos de la Tele y Carrero Blanco volando por los aires. El horror y el esperpento de la Transición cobran vida en su noveno largometraje, que repasa la reciente historia de España a ritmo de tamborrada buñuelesca.
Es el Álex de la Iglesia más político, sancionan los críticos. Pero es que ya en su ópera prima, 'Acción mutante' (1993), aparecían encapuchados leyendo un comunicado que, por desgracia, nos resultan macabramente familiares. Lo que nunca va a hacer el autor de 'Muertos de risa' es pronunciar discursos con la voz engolada. Su discurso fluye subterráneo y sarcástico. Como en 'El día de la Bestia', donde Satán se encontraba con la España negra. 'El exorcista' conoce a Rafael Azcona.
Si en aquella aventura un Quijote salido de la universidad de Deusto y un Sancho Panza death-metalero de Carabanchel recorrían un Madrid apocalíptico sospechosamente parecido al Madrid real, en 'Balada triste de trompeta' dos payasos compiten por el amor de la misma mujer. Antonio de la Torre y Carlos Areces se lían a tortas por Carolina Bang en una nada sutil metáfora de las dos Españas. De fondo, la canción de Raphael que da título al filme, estremecedora y kitsch al mismo tiempo.
Las mil y una referencias a nuestra memoria sentimental quizá lastren la carrera internacional de 'Balada triste de trompeta', que no podría arrancar de mejor forma, con dos galardones de primera en el festival más antiguo del mundo. El próximo sábado, Álex podrá celebrar otra fiesta en su tierra, al recoger el Premio Nacional de Cinematografía en el inminente Festival de San Sebastián.
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