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J. GÓMEZ PEÑA ENVIADO ESPECIAL
Lunes, 30 de agosto 2010, 11:23
Marbella sorprende. Es el camino más corto para ir de la Alcaldía a la cárcel, como recorrieron Jesús Gil o Julián Muñoz. Hay también por la calle mucha silicona y cirugía plástica, pero las intervenciones de verdad tienen nombres como 'Operación Malaya', 'Operación Troika'... Cosas de la corrupción y la mafia. Marbella, al mismo tiempo, es el mejor escaparate para ver ricos, tiene un casco histórico fantástico y acaba de ser elegida por la familia Obama para sus vacaciones. Todo es posible en Marbella. Aquí los 'Ferraris', a 600 euros de alquiler el fin de semana, van a diez por hora. Al ralentí. Así es más rentable para su conductor: así le ven mejor. Más rápidas que los descapotables van las bicicletas de la Vuelta a España, que ayer llegaron a Marbella en descenso desde Ronda. Y claro, en Marbella sólo podía ganar una sorpresa, alguien apellidado Hutarovich. Un bielorruso en Marbella. A Freire le preguntaron por el vencedor del sprint y dijo: «¿Quién? No le conozco». Freire es la pera. Como Marbella. Así, 'La Pera', se llama la urbanización donde aquí vive la Pantoja.
Alcalá de Guadaíra es otra cosa. La salida de la primera etapa estaba en el Puente del Dragón. Boca de fuego. Quemaba. Aire de microondas. Y miles de personas aguantando la solana por ver la Vuelta. De cerca, de Carmona, es Javier Ramírez Abeja (Andalucía-CajaSur). Se emocionó con tanto calor. Sol y aplausos. Así que se largó enseguida, directo hacia la sierra de Ronda. La primera escapada de la carrera. El primer vuelo: el de Abeja. Es lo que tienen los apellidos. A Johnnie Walker le pesa el suyo. Tiene el sonido de una botella de güisqui. Se fue con Abeja, con Delage y con Bufaz. Camino de Ronda. Detrás, el Columbia del líder Cavendish se tostaba. «Lo he pasado mal con el calor», mascullaba el británico. Freire, más exacto, daba el dato rescatado del pulsómetro de su bicicleta: «La temperatura ha llegado a los 47 grados». Mosquera, el gallego que piensa en el podio de Madrid, le puso humor: «Hemos corrido sobre una sartén».
Por la sierra que junta Sevilla, Cádiz y Málaga, los cuatro fugados gastaron sus fuerzas. Walker quería descorchar su botella en Marbella, pero es más una ciudad para el champán. Del caro. De su equipo, el Footon, es el alavés Arkaitz Durán. Dirán las crónicas de la etapa que ayer no pasó nada. Que fue de transición. Durán contará siempre que Ronda es un infierno. A 120 kilómetros de Marbella notó que el aire se espesaba. Golpe de calor. El termómetro se le anudó al cuello. Se le cerró la garganta y se le abrió el estómago. Comenzó a vomitar. Iba sonámbulo. Mirando nada. Con el maillot abierto y los pulmones candados. Llegó con 28 minutos de retraso, fuera de control y de la Vuelta.
La perla del Euskaltel
A Intxausti, la perla del Euskaltel que acaba de fichar el Movistar, también le golpeó el fuego. Era un día de sed, seco. Notó el ahogo, pero se agarró y retuvo el aire justo para llegar con todos a Marbella. Entraron por el bulevar del Príncipe de Hohenlohe. A la ciudad de Adnam Kashogui o de Gunilla von Bismark. Al lugar donde durante un tiempo la policía patrulló sobre Harley Davidson. Al trozo de costa donde el constructor José Banús echó toneladas de cemento. Ricos, jeques y rusos. Y un bielorruso, Yauheni Hutarovich. Él también viene de uno de los siete vicios capitales: la envidia. Nació en Minsk, a dos pasos de una escuela ciclista. Veía cómo los otros chavales se divertían jugando a las bicicletas. Rabiaba.
Al final se sumó al grupo. Y con 17 años fue decimocuarto en Mundial juvenil de Plouay (Francia). Un club de Troyes en el que había corrido otro bielorruso, Usov, le fichó. Le dio bici y posada. Pero Hutarovich sólo conseguía visado para estar cuatro meses al año en Francia. Ciclista a tiempo parcial. Se cansaron de él, de sus ausencias y acabó en Italia, en el equipo amateur Vellutex. «Aquel director estaba loco», recuerda. El joven ciclista seguía a vueltas con su pasaporte. El técnico italiano le exigía dedicación total, que no volviera a casa. «Una vez, cuando llegué desde Minsk a Italia, me había desmontado pieza a pieza la bici y me dijo: 'Mira, ahora ya no puedes entrenarte». Huyó de ese manicomio. Arregló sus papeles y regresó a Francia, donde sigue.
La sorpresa
Hutarovich es como Marbella. Una sorpresa. Un velocista que llega tarde. En el Tour de 2009 acabó el último a más de cuatro horas de Contador. El farolillo bielorruso. A una etapa del líder. Corrió aquel Tour con un día de retraso. Ayer, en cambio, fue el primero. «Me gustan los sprints kamikazes», confiesa. Como el de Marbella. En descenso, estrechado artificialmente por las vallas. Fernández de Larrea se asustó: «Ya no me la juego más. Me he llevado muchos leñazos». Acabó sexto. Petacci inició la recta. Farrar le remontó. Y a Farrar, Cavendish, el chico de los quince triunfos en el Tour. Ahí apareció Hutarovich, que sorprendió hasta cuando cogió el micrófono: «No soy ninguna sorpresa. Tengo 17 victorias». Y regó con champán a las dos desprevenidas azafatas. Rubia y morena. Fiesta bielorrusa en Marbella.
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