

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
J. GÓMEZ PEÑA
Lunes, 14 de junio 2010, 10:15
En la quinta y última subida a Domancy, a esos 2,4 kilómetros al 9% de desnivel, un noruego de 23 años, el tremendo Boasson Hagen, dejó atrás a un alavés de 24, Arkaitz Durán, y se fue directo a la meta. Fueron los más fuertes de la escapada en el duro y espectacular circuito de Sallanches, punto final de este Dauphiné. Allí, en Domancy, también apareció Sicard, 22 años de clase e ímpetu.
Al vascofrancés le cogió el grupo del esloveno Brajkovic, el líder de la carrera con 26 años, y de Contador, líder mundial y segundo en la general. Con ellos iba una sorpresa de 21 años, el estadounidense Van Garderen. En el podio de Sallanches, Brajkovic recogió el triunfo en el Dauphiné y Hagen, la etapa que tanto buscó el hijo del ciclocrossista Benito Durán. Jóvenes. Desplegaron su clase en un lugar especial. Aquí vive el eco de Hinault.
Sallanches forma parte del patrimonio emocional del ciclismo. Es el decorado donde brotó al arcoiris de Hinault, campeón del mundo allí hace justo 30 años. Todavía dura aquel brillo multicolor. Pocos fueron tan intensos como aquella edición.
«Me sentía en la 'merde'», dice Hinault cuando recuerda su retirada el Tour 1980 por una teninitis. «Pero nunca bajé los brazos». Marchó a Alemania, a la vuelta germana, para preparar el campeonato del mundo, el de Sallanches, el del circuito clavado en los Alpes franceses. En su jardín. Tenía que ganar. Días antes, sufrió una tremenda diarrea. «Perdí tres kilos en tres horas», relata. Estaba furioso. Todo le salía mal. La selección francesa era un silencio. La ira de Hinault atemorizaba. Había miedo al fracaso, dudas.
Hasta que amaneció el 31 de agosto de 1980. Hinault se levantó sereno. «Me sentí recuperado, con confianza. Era uno de esos días en los que me creía capaz de todo». Y durante el desayuno lo dijo en voz alta: «Poned el champán a enfriar porque voy a ganar el Mundial». El más duro de la historia. Hinault atacó desde la primera vuelta. Como enloquecido. Fue un holocausto ciclista. Sólo acabaron quince corredores. Sólo uno sonreía: Bernard Hinault.
A vigilar el champán
A tres giros para el final, se le arrimó el último de sus gregarios que resistía: Bernard Vallet. Estaba en las últimas. Y se lo comunicó a Hinault, al que vigilaban cuatro italianos. «Le confesé que no podía más, que se iba a quedar sin equipo. Y me dijo que no pasaba nada, que me fuera al hotel a ver cómo iba el champán». Hinault, solo, en cabeza, dejó atrás a todos en la última subida a Domancy.
Baronchelli (plata) fue el más que se resistió. Y el vitoriano Juan Fernández, el que logró el bronce y el honor de haber estado allí. Así lo contó: «Es la carrera en la que más he sufrido. Iba con unos calambres tremendos. No podía soltarme del manillar. Cerraba la mano y no conseguía abrirla». Eran cadáveres andantes en la fiesta de Hinault. Y, claro, no faltó champán. Estaban avisados en el hotel.
Por ese itinerario de la historia pasó ayer la última etapa del Dauphiné, la carrera que ha comprobado la puesta a punto para el Tour de Contador: vencedor del prólogo y en la cima de Alpe d'Huez. «Misión cumplida», resume el madrileño.
Ayer, acabó segundo del Dauphiné, superado por el esloveno Janez Brajkovic, un fiel de Armstrong en el RadioShack. Un ciclista al que Johan Bruyneel, el director del americano, fichó por catálogo en 2005.
Fue más una cuestión de cantidad que de calidad. Johan Bruyneel necesitaba un corredor para completar su plantilla con 28 dorsales. Y, por las normas de la UCI, tenía que ser sub'23. Así que tiró de la lista de últimos ganadores del Mundial. Allí figuraba el tal Janez Brajkovic, oro en la contrarreloj. Un desconocido. Le llamó y ahí le vio. Tan flaco, apenas 58 kilos. Tan serio. «Sólo con verle sobre la bicicleta me valió para ficharle», asegura el técnico belga.
Brajkovic le contó que había empezado a andar en bicicleta con 17 años. Tan tarde. Y que sólo cuatro temporadas después ya era campeón del mundo. Tan pronto. Enseguida fue líder de la Vuelta a España (2006) y ahí se frenó: se entrenaba en exceso. Demasiado profesional. Se rompió. Ahora vuelve: abrumó en la contrarreloj del Dauphiné y resistió las dentelladas del madrileño en Risoul y Alpe d'Huez. «Brajkovic merece ganar esta carrera», certifica Alberto Contador.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.