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Dos décadas de ruina
BILBAO

Dos décadas de ruina

Ningún proyecto alternativo ha cuajado y la Diputación no sabe cómo deshacerse de él El parque de atracciones de Artxanda no se desmantelará hasta encontrar inversores

OCTAVIO IGEA

Sábado, 13 de marzo 2010, 12:54

A finales de los años setenta se presentó como la zona de ocio más importante de Vizcaya y ahora languidece entre chatarra y maleza. Estaba llamado a ser uno de los motores económicos de la provincia, pero se ha convertido en un quebradero de cabeza para la Diputación, que no sabe cómo deshacerse de él. Estos días se cumplen 20 años desde que se cerrara el parque de atracciones de Bilbao, debido a que las instalaciones de Artxanda acumulaban una importante deuda al no cumplirse las expectativas de asistencia.

En estas dos décadas, se han barajado miles de ideas para la zona. Pero su futuro sigue siendo una incógnita, ya que la entidad foral, responsable de la infraestructura, mantiene paralizado el proceso para su desmantelamiento, la opción que suma más adeptos. «Si fuera fácil hacerlo, el parque no estaría como está», aseguran portavoces forales, tras reconocer que el alto coste que supone 'limpiar' las diez hectáreas de terreno que ocupa en Artxanda impedirá cualquier tentativa hasta que aparezca un proyecto empresarial «interesante y viable».

Las Juntas Generales aprobaron en noviembre de 2008 dar luz verde a los trámites para promover la desaparición física del parque. La iniciativa logró el consenso político que años atrás había impedido otras acciones en el terreno, e incluso se anunció la convocatoria de un concurso de ideas para dar utilidad al cochambroso recinto, pero su ejecución se ha visto frenada por la crisis económica. «Se sigue trabajando al respecto, recibimos muchas ideas, pero ninguna ha cuajado», han explicado portavoces forales, tras reiterar que «desmantelar el parque de atracciones cuesta mucho dinero», aunque no precisaron cuánto.

La necesidad de que un inversor privado compre la superficie a la Diputación cierra las puertas casi definitivamente a la transformación del entorno en una zona de esparcimiento. Crear un gigantesco pulmón fue la idea sugerida por el Ayuntamiento de Galdakao, término municipal en el que se ubica parte del recinto ferial. Lo propuso hace dos años, después de que el pleno local solicitara formalmente el desmantelamiento del parque de atracciones. Sin demasiadas alternativas para ampliar sus áreas verdes en el centro urbano, el municipio ha puesto sus ojos en la ladera de Artxanda. Esta idea, que ya fue sopesada y descartada por la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao a principios de los 90, vuelve a quedarse ahora sobre la mesa.

«No lo escondemos»

A la espera de que llegue una solución, el parque de atracciones sigue envejeciendo. Destartalado y en ruinas, se mantiene cerrado a cal y canto, vigilado por guardas las veinticuatro horas del día. Más que evitar robos -que también-, la seguridad privada trata de cortar el paso de curiosos ante el peligro que supone pasear por el recinto dado su precario estado. «No lo escondemos. A todo aquel que nos ha pedido verlo le hemos abierto las puertas del recinto», recalcan desde la Diputación. Entre los elementos más reconocibles, el que mejor aguanta el paso de los años es el anfiteatro, un espacio con capacidad para 5.000 espectadores, que en su época dorada vio desfilar a las estrellas más rutilantes del panorama musical nacional del momento, como Los Pecos, Triana, Miguel Ríos y Mocedades.

450 millones de pesetas

El parque de atracciones fue inaugurado el 14 de septiembre de 1976, tras una inversión de 450 millones de pesetas aportados por varias empresas y cajas de ahorros. Dio trabajo a 130 personas y es recordado por atracciones como el gusano loco, la noria, la montaña rusa, el tren fantasma y la casa del terror. En sus primeros meses funcionando provocaba un caos circulatorio a su entrada y las caravanas llegaron hasta el alto de Santo Domingo. Pero su luz se fue apagando. Se construyó con la previsión de vender un millón de entradas al año y, en su mejor momento, apenas llegó a 450.000. Las malas condiciones climatológicas, el fuerte viento que asiduamente obligaba a cerrar las atracciones más demandadas y el nulo atractivo turístico que tenía el Bilbao 'pre-Guggenheim', dieron la puntilla al proyecto.

Tras su cierre, el 9 de febrero de 1990, la Diputación pensó en ampliarlo pero el proyecto fue abandonado, ya que requería una inversión superior a los 1.000 millones de pesetas. La entidad foral trató en 2002 de deshacerse del recinto. Fijó su precio en 400 millones de pesetas, pero nadie estuvo dispuesto a pagarlos. Sí que vendió las atracciones por 50 millones, la mitad de lo que habían costado. También los animales que moraron allí varios años, y que fueron adquiridos por un zoo portugués, aunque la mayoría nunca llegaron a verlo: su prolongado hacinamiento en los vagones de tren que los transportaban hasta el país luso acabó con la vida de muchos ejemplares, que murieron deshidratados.

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