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La selva de Irati es uno de los mayores bosques de haya y abeto de Europa.
Irati, la meca de los ciclistas en otoño
ruta en bicicleta

Irati, la meca de los ciclistas en otoño

Ruta por esta reserva navarra que esconde algunos de los caminos y senderos más bellos para pedalear en esta época del año

JOSU GARCÍA

Lunes, 28 de octubre 2013, 17:17

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Es una de las mecas del ciclismo de montaña. Uno de esos bosques míticos por el que todo aficionado a este deporte quiere pedalear algún día. La selva de Irati esconde algunos de los caminos y senderos más bellos de la Península. Estampas de revista. Un territorio que luce aún más hermoso durante el otoño, cuando la hoja de los hayas, robles y castaños comienza a caer al suelo. Las masas boscosas conforman entonces un espectacular cuadro con decenas de tonalidades. Predominan el marrón, el ocre, el rojo y el verde de los abetos. La excursión que hoy os proponemos es una aproximación a los lugares más conocidos de la reserva navarra. Se pueden trazar cientos de rutas. Esta es, quizás, la más frecuentada y característica.

Nuestra jornada arranca en la localidad de Orbaizeta. Un municipio que atesora un encanto especial, con sus edificios y casas pirenaicas, cuyos tejados de pizarra emergen puntiagudos para dejar resbalar la nieve del invierno. El pueblo es una de las puertas de entrada más conocidas a la selva de Irati, un área de frondosa floresta que ocupa casi 18.000 hectáreas, entre los valles de Aezkoa y Salazar.

Pedaleamos el primer kilómetro por la carretera NA-2030. Como siempre aprovecharemos para calentar y estirar los músculos. Nos espera una jornada no muy larga: 40 kilómetos, pero con algunos tramos de dureza apreciable. A nuestra derecha discurre el río Irati y junto al curso fluvial nace una acequia hecha por la mano del hombre. Es el canal de Betolegi. Abandonaremos el asfalto (kilómetros 1,3) y tomaremos un sendero que sigue el famoso canal.

El camino es estrecho y hay que ir concentrado pues hay algunos pasos algo complicados. Con todo, percibimos enseguida el frescor y la humedad de este bosque centenario. En ocasiones pasamos junto a viejas construcciones de piedra que servían para regular el caudal de agua. Poco a poco vamos ganando altura.

Tras ocho kilómetros llegamos a uno de los hitos de la selva de Irati: el embalse de Irabia. El pantano comenzó a construirse en 1921 por la empresa El Irati, una sociedad creada por un grupo de indianos que regresó de América con pingües beneficios en sus bolsillos. La compañía creó también una central de aprovechamiento hidroeléctrico, aunque la función principal de la infraestructura fue controlar el nivel de agua del río, con el propósito de permitir la flotación de almadias. La rica producción maderera se sacaba por este, hoy en día, increíble medio hasta el Ebro.

La presa a la que llegamos con nuestra bicicleta cuenta con una altura de 40 metros y una longitud de unos 150. Cuando su capacidad roza el máximo es el momento en el que el embalse muestra su mayor belleza. Los árboles del entorno se reflejan en las aguas y, al final del verano y a principios del otoño, el pantano parece emitir una densa niebla fruto de un fenómeno atmosférico característico y relacionado con la amplitud térmica.

Tras atravesar el estribo de la presa continuaremos durante unos 5 kilómetros la senda señalizada que bordea el pantano. Seguimos maravillados con la estampa del bosque otoñal. En algunos puntos se hace complicado ciclar por el denso manto de hojas existente. Eso sí, cualquier inoportuna caída es amortiguada inmediatamente por la alfombra natural en la que se hunden nuestras ruedas.

Una vez llegado al extremo más oriental del embalse nos desviaremos unos cinco kilómetros para alcanzar la zona conocida como Casas de Irati, donde se ubica la Casa del Parque de Irati. Se trata de un alojamiento y centro de interpretación medioambiental del entorno de reciente puesta en marcha. Estamos a medio camino entre las dos principales poblaciones del pirineo occidental navarro: Orbaizeta y Otsagabia. Aquí se puede aprovechar para descansar y tomar un tentempié. Terminada la visita, retrocederemos los cinco últimos kilómetros para proseguir con el rodeo del embalse de Irabia.

Pedaleamos hacia el norte y el camino nos dejará muy cerca de la frontera con Francia. La estampa es todavía aún más espectacular, ya que pedaleamos al abrigo de uno de los mayores hayedos de España. La vuelta a Irabia la culminaremos en el extremo más occidental del pantano. Estamos justo enfrente de la presa por la que hemos pasado al comienzo del día (kilómetro 27). Ahora enlazamos con una buena pista de cemento. La seguiremos durante unos diez kilómetros. Al principio el trazado es cuesta arriba. Ascenderemos un desnivel de unos 200 metros. No obstante, la bajada no tarda en aparecer frente a nosotros para brindarnos un plácido fin de ruta.

No obstante, el camino pasa muy cerca de la antigua fábrica de armas de Orbaizeta. Si vamos con tiempo merece la pena desviarse unos cuatro kilómetros para visitar las ruinas de un complejo industrial que transformó la historia del valle. Situado a dos leguas del Bidasoa, cerca de la selva de Irati, tan renombrada por la abundancia y excelencia de sus maderas de construcción, y rodeada de numerosas factorías que fabrican el mejor hierro conocido, que se vende a muy bajo precio. Así rezaba un informe elaborado en 1835 por un espía francés. Los vestigios del lugar en donde se llegaron a fundir cañones son hoy un sitio muy curioso. Destaca, sobretodo, la galería de arcos que engulle literalmente el río. Será un buen epílogo a nuestra excursión.

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