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'Los Supersónicos' se libraban del tráfico rodado gracias a su coche volador.
El futuro no es lo que era
perdidos en el espacio

El futuro no es lo que era

Los coches voladores, la casi eterna juventud, la riqueza generalizada y la conquista de otros mundos son algunos de los logros que debíamos haber alcanzado ya

LUIS ALFONSO GÁMEZ @lagamez

Lunes, 24 de junio 2013, 09:11

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La Tierra, año 2013: no hay viajes espaciales más allá de la órbita terrestre, los robots siguen siendo tontos, no vamos de un lado a otro en coches voladores ni hay sistemas de traducción automática, no existen los replicadores de alimentos, seguimos solos en el Cosmos -que sepamos- y envejeciendo, la gente muere de cáncer y hasta de hambre, el fondo del mar está tan profundo como hace medio siglo... El futuro, definitivamente, no es lo que nos habían prometido.

A mediados del siglo XX, nuestro presente se vislumbraba con la Humanidad instalada ya en otros mundos y atendida por sirvientes mecánicos. Todo parecía posible. Así, en su libro 'Perfiles del futuro' (1962), el escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke situaba alrededor de 2090 la consecución de la inmortalidad. Igual algún optimista considera precipitado descartar tal logro para dentro de siete décadas, pero es que las predicciones del autor británico para fechas anteriores ya pecaban de excesivo optimismo.

Copias de la memoria

"Es imposible predecir el futuro; todos los intentos de hacerlo así parecen ridículos al cabo de pocos años", reconocía Clarke en la introducción de su ensayo. A pesar de todo, en las páginas finales del libro, presentaba un "cuadro sinóptico del futuro" que arrancaba de la invención de la máquina de vapor para coger carrerilla hasta finales del siglo XXI, cuando ya seríamos inmortales.

A estas alturas del futuro pasado de Clarke, habríamos colonizado otros planetas, dispondríamos de inteligencia artificial, habríamos descifrado el lenguaje de los cetáceos, tendríamos explotaciones mineras en el mar y estaríamos a una década de controlar el clima y en la vía de contactar con extraterrestres, tener minas en los asteroides y ser capaces, hacia 2050, de hacer una copia de nuestra memoria en algún sistema de almacenamiento. Si no podemos evitar que nuestros cuerpos se desintegren, tal vez podamos hacer otra cosa: sustituirlos cuando aún estemos a tiempo. El sustituto no tiene por qué ser otro cuerpo de carne, huesos y sangre, sino que bien puede ser una máquina y que esto represente la próxima etapa de la evolución, escribe el autor de '2001: una odisea del espacio'.

Lamentablemente, el ser humano sigue con los pies en la Tierra y nada hace pensar que eso vaya a cambiar en décadas. "Yo tengo un trauma personal. Estudié ingeniería aeronáutica, ingeniería nuclear e ingeniería aeroespacial tal vez por haber leído ciencia ficción. Abrí los ojos al mundo en los años 50, soy de 1948, y entonces la imagen del futuro era el viaje al espacio. Ahora sabemos que el viaje al espacio no lo vamos a hacer nunca, y eso es algo terrible", confesaba recientemente el crítico y editor de ciencia ficción Miguel Barceló en 'Jot Down'. Los sueños de la conquista del espacio han sido eso, sueños, y no han sido los únicos.

150 o 200 años de vida

"Nuestras mujeres, gracias a una medicación hormonal, podrán mantenerse jóvenes, hermosas y con buena figura indefinidamente", auguraba en sus previsiones para 1999 Lowry McDaniel, presidente de la Asociación Médica de Estados Unidos (AMA), en la apertura de la reunión anual de la entidad de 1955. Optimista, recordaba que la medicina había avanzado más en la primera mitad del siglo XX que en los 6.000 años anteriores y eso le llevaba a pensar, entre otras cosas, que, en 1999, a un hombre de 90 años se le consideraría "joven" y a uno de 135, "maduro".

Sus previsiones en lo que respecta a la esperanza y la calidad de vida estaban en la línea de lo que pensaban otros científicos desde hacía décadas. Así, en marzo de 1925, el 'Chicago Daily Tribune' anunciaba en un titular que hacia 2000 la mediana edad se situaría en los 75 años y, en enero de 1926, la 'Charleston Gazette' publicaba una breve nota en la que se auguraba que serían necesarios controles de natalidad porque "un hombre y una mujer de 200 años podrían tener, fácilmente, miles de descendientes". McDaniel creía que, para 1999, las vacunas y los "compuestos radiactivos" habrían acabado con el cáncer, las enfermedades infecciosas habrían sido erradicadas, los cirujanos devolverían la vista a los ciegos y la comida sintética acabaría con el hambre.

Más realista en lo que respecta a la esperanza de vida, vistas cómo han ido las cosas, era un reportaje de Associated Press que varios diarios estadounidenses publicaron a finales de diciembre de 1950. Apuntaba que, a finales de siglo, la esperanza de vida de las mujeres rondaría los 80 años y la de los hombres, los 85. No íbamos a vencer al cáncer, aunque sí a envejecer mejor, y la cirugía iba a acabar con cojeras debidas a malformaciones congénitas. "La poliomielitis probablemente sea erradicada antes de 2000", vaticinaban los expertos. Hoy en día, se espera que pueda estar totalmente controlada dentro de cinco años.

En la revista 'Time' en febrero de 1966, se vislumbraba un 2000 en el cual "los órganos artificiales -corazones, pulmones, estómagos- estarán al alcance de la mayoría" y los avances en la inmunología "harán posible la generalización de los trasplantes de órganos de donantes vivos y muertos". Los ciegos verían gracias a radares de bolsillo, los sordos oirían y las mujeres que quisieran liberarse de la carga del embarazo no tendrían problemas, ya que la medicina habría avanzado lo suficiente como para posibilitar que los fetos se desarrollasen fuera del útero. Casi nada.

Hospitales en órbita

'Closer than we think!' (¡Más cerca de lo que pensamos!) fue una tira ilustrada que se publicó en periódicos estadounidenses entre 1958 y 1963. Aunque no daba fechas concretas, auguraba un futuro próximo, en la línea del pintado por los más optimistas, en el que habría, por ejemplo, hospitales espaciales con quirófanos sin gravedad para el tratamiento de problemas cardíacos y de otros tipos, así como de enfermedades óseas. Esas instalaciones orbitales también dispondrían de áreas experimentales para el estudio de terapias a baja temperatura, un nuevo campo de la investigación médica.

Junto a propuestas, como la anterior, que parecen lejanas y otras imposibles, como los generadores de antigravedad, en esas tiras había algunas predicciones que se han cumplido ya. Una de ellas es el 'reloj-televisión de pulsera', superado ampliamente por los actuales teléfonos inteligentes. Hace cincuenta años, se veía como algo próximo y que no pasará mucho tiempo antes de que ese tipo de dispositivos (nacidos para usos militares) se adapten a usos civiles. La misma tira sobre la televisión personal incluía, como ambientación, dos predicciones más que lejanas, la de los coches voladores y la de una estación meteorológica lunar. Y había otras con granjas totalmente automatizadas, coches que cambian de color en minutos y carteros que iban de casa a casa con mochilas voladoras.

En el antes citado reportaje de Associated Press de 1950, se auguraba la muerte de la radio como medio de comunicación de masas porque, en los albores del siglo XXI y con la generalización de la televisión en tres dimensiones -producto de diminutos sistemas de proyección sobre las paredes de casa-, nadie iba a querer escuchar sin ver. En lo que sí acertaban los expertos es en que el teléfono pasará de los hilos a la radio y se equipará con la visualidad de la televisión, además de que el dispositivo estaría al alcance de cualquiera, sería de uso individual y cabría en el bolsillo.

Menos trabajo, mejor vida

¿Se acuerdan de 'Los Suprsónicos', la familia del futuro de Hanna-Barbera, y de Rosie, la robot encargada de las molestas tareas del hogar? De momento, no hay nada parecido, si exceptuamos unos robots aspiradora que sirven para salir de apuros. En 1966, se auguraba en 'Time' que la cocina de hace ya trece años iba a estar totalmente automatizada. Bastaría con diseñar el menú semanal, meter los ingredientes en los espacios de almacenamiento apropiados y los ordenadores harían el resto, con brazos mecánicos que cocinarían y hasta servirían la comida. Luego, otros ingenios mecánicos se ocuparían de la limpieza y eliminar los desechos.

El mismo reportaje apuntaba algo que es realidad desde hace tiempo, la posibilidad de hacer la compra sin salir de casa. Se iba a hacer por videófono -ni se soñaba con algo parecido a Internet-, aunque con una visión sexista del asunto se apuntaba que, afortunadamente, había escépticos que pensaban que el sistema no iba a cuajar porque a las mujeres les gusta salir de casa a hacer las compras. No todo lo que sea posible llegará a ser realidad, a no ser que la gente lo quiera. Eso sí, se daba por seguro que el contenido de las bibliotecas y otras formas de información o educación se iba a almacenar en un ordenador e iba a poderse consultar instantáneamente desde casa marcando un código.

Para los expertos consultados por 'Time', hacia 1984, se dedicaría el primer tercio de la vida a la formación, el segundo a trabajar y el tercero a disfrutar de los frutos del trabajo. Además, las máquinas producirían tanto que la riqueza se generalizaría en 2000 y, entonces, hasta los desempleados estadounidense dispondrían de una renta gubernamental anual de 30.000 a 40.000 dólares de 1966, entre 200.000 y 300.000 actuales. El físico y estratega militar Hermann Kahn preveía que esa iba a ser una sociedad sanamente degenerada orientada totalmente hacia el placer. Otros futuristas eran pesimistas porque, según ellos, la responsabilidad y realziación personal solo se lograba a través del trabajo.

El futuro presente no se parece mucho al optimista de hace unas décadas. Aunque en los países desarrollados, incluso en una crisis como la actual, se viva mejor que entonces, ni hemos conquistado el espacio, ni vencido a la enfermedad, ni nos hemos librado de las tareas domésticas. Por lo menos, no en la medida soñada. 2013 no es lo que iba a ser. Por fortuna, aunque quedan seis años, tampoco parece que vayamos a vivir en un mundo como el de 'Blade runner' o cualquier otra visión postapocalíptica. Pero esa es otra historia.

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