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Javi Bilbao y el bar Trapi, de la Casilla. / Luis Ángel Gómez / Jesús Á. Arrate
La última canción de Javi, del bar Trapi
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La última canción de Javi, del bar Trapi

Fallecido el pasado domingo, sus amigos le rinden homenaje este viernes en el pub que regentaba en Bilbao junto a Jesús desde hace 33 años

ISABEL IBÁÑEZ

Jueves, 11 de julio 2013, 18:52

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El foco que ilumina siempre la entrada del Trapi se mantuvo apagado el domingo por la tarde. El bar sobrevive desde hace 33 años en Bilbao escondido entre las torres de La Casilla, en un callejón sin salida que solo cruzan los residentes en los rascacielos. Y los clientes fieles a este local, que se ha mantenido todo este tiempo pese a la clandestinidad que lo hace aún más interesante (porque el Trapi hasta hace solo unos meses no tenía ni cartel). También a pesar de la llegada del euro, la ley del tabaco y la crisis, porque ninguna de estas cosas ha podido hasta ahora con la determinación de Javi Bilbao y Jesús Navarro, Jesús y Javi, los dos amigos que desde 1980 atienden la barra de este fantástico bar, uno de los más especiales de Bilbao por muchos motivos. Sin embargo, el domingo por la mañana, un ataque al corazón sí logró vencer a Javi, que, en medio de la desgracia, al menos moría acompañado de su mujer, Bego, con la que acababa de disfrutar sus vacaciones. Llevan juntos 35 años: Se ha ido el amor de mi vida, acertaba a decir ella en medio de la pena. Y ha tenido que ocurrir dentro su bar, donde Javi ha pasado tantas horas, tantas... En los últimos tiempos era posible encontrarle tras la barra, el local vacío, tocando la guitarra, ensayando ritmos de bossa nova. Tenía, tiene, 53 años.

Los que conozcan el Trapi y se enteren de la noticia por estas líneas se estarán llevando las manos a la cabeza, pues los clientes aquí son fieles, es uno de esos sitios que cuando se encuentran ya no se pierden, a los que uno lleva a los buenos amigos con la intención de compartir un secreto y a los conocidos para fardar. Algo bueno de verdad que debe permanecer. Y los que no lo hayan visitado nunca están a tiempo, aunque con la marcha de Javi se haya acabado una época. Este viernes a partir de las siete, su gente y cualquiera que desee brindarle un homenaje tienen una cita en su bar (Antonio Gaztañeta, 4).

Casualidades de la vida, este sábado EL CORREO publica un reportaje sobre bares singulares de toda España donde se habla del Trapi como uno de los más descatables. Por eso, hace sólo un par de semanas, Javi contestaba a una entrevista para este periódico donde rememoraba la historia de su pub. En 1980, tres amigos, él, Jesús y Antonio se decidieron a montar un negocio de hostelería para huir del tremendo paro que lo ahogaba todo en aquellos años. Antonio tuvo un accidente de moto y se vio obligado a abandonar físicamente el proyecto, aunque sigue formando parte de él. Recordaba Javi los tiempos en los que el local, por sus características y esa muchas veces malentendida clandestinidad se les llenó de gente metida en la droga, lo que llegaba a espantar a otro tipo de clientela. Estuve tres veces en comisaría en una misma semana por este motivo. Teníamos un problema, pero es que los 80 fueron unos años muy duros, mucho, decía él. Les costó que aquello volviera a parecer lo que era, un bar abierto a todos. Después hemos tenido años muy buenos, muy buenos. Casi todos hasta hace poco, con esta crisis que nos está dejando vacío el bar, decía él durante aquella entrevista para un reportaje que ya no podrá ver.

Son muchos los entusiastas del Trapi. Así habla un amigo de Javi, Jesús Ángel Arrate: Abrieron el bar con poco dinero, una ilusión tremenda y una idea muy clara, su pasión por la música. Allí descubrí, al igual que muchos otros chavales de mi generación (tengo 55 años), que un bar podía ser algo más que un lugar donde beber y pasar el rato. He tenido el privilegio de ser amigo de Javi desde hace muchos años, antes incluso de que el Pub Trapi fuera siquiera un proyecto, y te aseguro que personas como él es difícil encontrar.

La que esto escribe entró allí por primera vez hace unos cuantos años, ¿quince, quizá? Entonces no tenía cartel. Uno llegaba, veía el foco encima de la puerta negra, se asomaba -¡un bar!- y entraba. Y se encontraba aquel enorme salón con acogedores sofás para todos y aquellas interminables paredes pintadas con un desierto... La máquina de petacos, la gente bebiendo birras en jarras blancas heladas y fumando cada uno lo suyo... En la barra, dos tíos tranquilos. Simpáticos y serios, como debe ser un barman. Si uno rompía el hielo y preguntaba algo, enseguida obtenía conversación. En el caso de Javi, si el cliente mostraba interés por la música, podía estar seguro de estar ante una de las fuentes con más información.

Porque la banda sonora esencialmente rockera del Trapi, y ahí coinciden todos, era (y es) la mejor de Bilbao. Como él mismo decía entre bromas: Ponemos música de todo tipo, menos la que no tenemos que poner. Cualquier cosa que uno preguntara, por peregrina que fuera, Javi sabía. Era un tema que le encantaba. De hecho, sin duda hubiera sido un buen músico. Organizaron un concierto con gran éxito en el local hace un año. Aquel sí que fue un buen día para el Trapi, una gran fiesta, se alegraba él. Incluso tocó la guitarra junto a J. J. Espizua en el tema Streets of Laredo, una balada cowboy popularizada por Johnny Cash que habla sobre la muerte de un vaquero; la letra, al final, dice: Golpeamos el tambor despacio y tocamos el pífano calladamente / Y lloramos amargamente mientras cargábamos con él. / Porque nosotros amábamos a nuestro compañero, tan valiente, joven y guapo. / Todos nosotros amábamos a nuestro compañero....

El Trapi gusta también por su ambiente digamos un poco decadente, digamos nostálgico, para perdedores, mucho más interesantes que los triunfadores, donde uno puede sentirse cómplice con otros en la derrota pero vencedor en la ironía de despreciar unos tiempos en los que todo parece valer con tal de ser el mejor. Allí las cosas son diferentes, uno lo siente nada más entrar, compartiendo tragos y buena música en un local que iguala a todos.

Hace sólo unos meses, el Trapi volvía a tener cartel junto a la puerta. Jesús y Javi decidieron encargarlo para ver si así atraían a nueva gente. Un cartel, pequeño, eso sí, que tampoco hay que exagerar. Javi sabía que podían ser los últimos días de este bar, y así lo decía, aunque aún tenía ilusión y pensaba incluso en programar conciertos para insuflarle nueva vida, como ha ocurrido con el Umore Ona, que registra llenos cada semana con sus actuaciones en directo.

Jesús tiene ahora ante sí una difícil labor. Debe saber que sus parroquianos le animamos a seguir con el Trapi pese a que entendemos la dificultad de hacerlo sin su mitad, sin su hermano, como le llama él. Imagina si es singular este bar, con dos tíos tanto tiempo juntos que ni se han peleado ni se han matado. No habrá muchos locales así en Bilbao, decía Javi. Ambos han puesto en él tanto cariño que debe permanecer abierto. Y seguro que ya siempre tendremos la sensación de que, en cualquier momento de la noche, Javi aparecerá por la puerta, elegante, con su sombrero borsalino, su media sonrisa y la guitarra al hombro.

Aquí va una canción de Josh Rouse, al que Javi solía escuchar bastante. Dedicada para él:

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