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AMANDA RUIZ
Sábado, 23 de febrero 2013, 21:29
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La historia de Yustince es casi la de un milagro. Esta mujer indonesia perdió su nariz hace tres años. Su marido, en un ataque de ira, se la cortó de cuajo con un machete. Sin ayuda, la joven, de 30 años, solo pudo reponerse de la herida, pero cada día tenía que ver en el espejo un rostro desfigurado y soportar el dolor. El físico y el mental. Sin embargo, en su camino se cruzó la Fundación Grossman Burn, una entidad sin ánimo de lucro que se dedica a la asistencia sanitaria de personas que hayan sufrido algún tipo de mutilación o quemadura de alto grado.
Varios de sus trabajadores, que estaban de viaje por el país asiático, conocieron a la chica y decidieron prestarle toda la ayuda que necesitar. Querían que recuperase algo más que un apéndice: su autoestima. Evidentemente no podían implantarle una nariz nueva, pero alguien se acordó entonces de que la mayor fábrica de sueños es el cine y que quizá allí encontraran el medio para hacer feliz a Yustince. La presidenta de la organización, con sede en California, Rebecca Grossman, usó sus contactos en Hollywood para llegar hasta alguien muy especial: Alec Gillis.
Se trata de un famoso técnico de efectos especiales de Hollywood que ha trabajado en centenares de películas, entre ellas, la saga de Alien. Grossman le contó el caso y la idea: hacerle una nariz nueva a Yustince. "¿Crees que puedes hacerlo?", le preguntó. Gillis no dudó: "No hay problema". Y eso que el trabajo es algo diferente a lo que suele hacer, crear monstruos.
Enseguida se puso manos la obra. Con la única ayuda de unas fotos fue creando varias prótesis que se ajustaran al tamaño de la cara y el color de piel de Yustince. Pero había algo primordial en todas: además de sentar bien, tenían que ser muy cuidadosas con las cicatrices de la joven. Ahí fue cuando Gillis pensó que lo mejor para unir el rostro y la pieza era un imán, "con ello se evita el uso de pegamentos que dañen la piel".
Luego, los apéndices fueron enviados a la mujer para que se los probase: tenía que decir cuál se ajustaba mejor. El cirujano plástico Peter Grossman se comunicó con ella a través de Internet para estudiar los resultados. Bajo la atenta mirada del médico eligió la más apropiada, que fue devuelta a California junto al molde de la nariz de la hija adolescente de Yustince, para darle los últimos toques. Cuando finalmente llegó la nariz perfecta hace unas semanas, la joven no pudo contener las lágrimas de emoción. Se abría un puerta para salir del infierno al que se vio castigada tres años atrás con la brutal mutilación.
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