Gwendal: «El País Vasco es importantísimo para nosotros»
La banda francesa, un gigante de la música celta, celebra sus cuarenta años en la sala Rock Star Live
CARLOS BENITO
Jueves, 26 de abril 2012, 21:47
Allá por los 70, los carteles de Gwendal se convirtieron en parte habitual del paisaje urbano de Euskadi y su entorno. A muchos, que éramos niños entonces, se nos quedó grabada de tanto verla en las paredes la imagen que les servía de emblema, sacada de la portada de su primer disco: un gigante de aire pastoril, con su zurrón y su chaleco, que tocaba la dulzaina mientras caminaba a grandes zancadas por encima de aldeas, molinos y campiñas. Gwendal se habían vuelto unos habituales de nuestros escenarios a raíz de que Imanol, el cantautor que había pasado en el exilio francés el último tramo del franquismo, se los trajera como acompañantes. «El País Vasco es importantísimo para nosotros: empezamos por allí nuestra entrada en España. Fue un encuentro fantástico con la juventud que estaba frustrada por la falta de actividad cultural, porque no tenemos que olvidar que esto ocurrió justo después de la muerte de Franco», recuerda Youenn Le Berre, el único miembro original que permanece en la banda, un virtuoso de las flautas, las dulzainas, las gaitas y el saxo.
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Gwendal arrasaron en España en un momento en el que, para muchos, los celtas solo eran una marca de tabaco negro. Su triunfo superó con creces la repercusión que tenían en su propio país y les llevó a protagonizar conciertos masivos e incluso grabar un álbum en directo en Madrid. Cuentan quienes les escoltaban en aquellos años que sus giras solían derivar en un desparrame de excesos, sin nada que envidiar a las de los rockeros más licenciosos, y que ellos mismos solían definirse como un «hospital psiquiátrico de campaña». Pero Le Berre se muestra discreto con sus anécdotas: «Recuerdo que una vez nos detuvieron al final de una gira, para revisar nuestras pertenencias», comenta.
Gwendal están de vuelta para celebrar sus cuarenta años de carrera. Nacieron, efectivamente, en 1972, al reunirse músicos procedentes de distintos géneros que compartían la afición por las sonoridades célticas de Alan Stivell, y dos años después editaron aquel influyente primer álbum, 'Irish Jig', donde se incluía la famosa jiga irlandesa que todavía hoy suena en verbenas como invitación a la danza comunal. Al principio eran un grupo acústico, pero no tan ortodoxo como podría parecer en una escucha apresurada: combinaban sencillas melodías tradicionales con improvisaciones de notable ambición, y los solos de flauta y dulzaina de Youenn Le Berre se desviaban en rizos de jazz que espantaban a los puristas más talibanes. En 1977, se atrevieron a incorporar la batería y las sonoridades del rock y, directamente, fueron premiados con silbidos en algunos conciertos en Bretaña, pero su fórmula fue reproducida después por cientos de renovadores del folclore. «Yo creo que la mezcla de melodías populares y de ritmos modernos, algo muy universal, es la clave del éxito de la música celta valora Le Berre. Y, en estos 40 años, este universo se ha vuelto cada vez más abierto, con más intercambios entre diferentes culturas».
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